viernes, 27 de junio de 2014

Un nuevo tiempo


Jueves, 26 de junio

Mañana es mi último día de trabajo. Me jubilo. Después de cuarenta años dando clase, mañana me despido de mis compañeros y de mi trabajo en el instituto. Un tiempo nuevo comienza, en el que espero encontrar tanta vida como he encontrado en las aulas en las que he dado clase.

Atrás quedan más de cinco mil alumnos, chicos y chicas de 12, de 13, de 14 años, llenos de vida y de futuro. Algunos de ellos ya tendrán más de cincuenta años; los más cercanos acaban de dejar atrás los doce. Cuarenta años: toda mi juventud y mi madurez. 


Siempre me tomé mi trabajo como Juan Ramón Jiménez se tomó su escritura, sus libros de poesía:


Quisiera que mi libro
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que niñez, juventud, vejez quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música en la frente
—cielo del corazón— del libro puro.



 
Juan Ramón Jiménez: Piedra y cielo, 1917-1918.






Desde esta página quiero recordar a mis  alumnos y a mis compañeros de:

   Liceo Castellano, de Valdeacederas, Madrid, de 1974 a 1976.
   Colegio Público “Juan de Herrera”, de Villa de Vallecas, Madrid, 1977.
   Colegio Público “Cristo de la Misericordia”, de Numancia de la Sagra,
        Toledo, de 1978 a 1980.
   Colegio Público “Antonio Machado” de Carabanchel Alto, Madrid, desde
       1980 hasta 2001, veintidós años.
   Instituto “Emperatriz María de Austria” de Carabanchel Bajo, Madrid,
       desde 2002-03 hasta 2013-14, doce años.



Un abrazo para todos. Y gracias por hacerme más fácil un trabajo tan delicado como es la educación.

martes, 10 de junio de 2014

Fracturas


Pareciera que todo se va a arreglar en España si se hace caso del derecho a decidir: En Cataluña todos los males desaparecerían si se votase la independencia; en España si se votase a favor de la instauración de la República; en Europa, si los radicales de ultraderecha y los izquierdistas reconvertidos dirigieran la Unión.                                                                  
Crear espejismos, descuidar la complejidad de la situación, olvidar qué grandes poderes son los que dominan el mundo, qué se puede hacer y qué es imposible. 
Hace unos días leí en el blog de Antonio Muñoz Molina un artículo que traigo aquí, viene a cuento de todo lo que está pasando ahora. 

“En un país atravesado por fracturas tan graves -sociales, territoriales, políticas, económicas-, en el que cada vez es más difícil llegar a acuerdos sobre cosas fundamentales, sobre problemas inaplazables a los que no se hace frente nunca por falta de un mínimo espíritu de concordia, en el que parece cada día más difícil el ejercicio de la opinión independiente y en el que se oyen sobre todo las voces de los que gritan más alto y más agresivamente, en el que el delirio tiene un prestigio muy superior al de la racionalidad, ¿de verdad nos hace falta, justo ahora, abrir una fractura más? Decía Manuel Azaña que él soñaba con un patriotismo arraigado en las “zonas templadas del espíritu”. Qué falta nos hace eso que se valora tan poco en el territorio entre cínico y visceral de la política, la templanza.
Cuidado: templanza no es tibieza, ni frigidez, ni falta de pasión. Es la decisión de no dejarse guiar por los impulsos inmediatos: la conciencia de que la realidad es muy compleja, las opiniones variadas, las soluciones difíciles, la construcción de algo muy difícil y su destrucción veloz y llamativa; templanza puede ser aceptar, como decía Isiah Berlin, que en el mundo real dos fines igualmente nobles pueden ser incompatibles, con lo cual siempre hará falta llegar a transacciones y arreglos imperfectos.  La democracia, por naturaleza, es templada y escéptica: se basa en el equilibrio de poderes, en el juego de las mayorías y las minorías, en el imperio de la ley, en el recelo hacia los caudillos, en la necesidad de acuerdos básicos pero muy profundos sobre unas cuantas cosas fundamentales, que sostienen el respeto hacia las enormes diferencias entre las personas.
Cuidado con el resplandor de los salvadores.