Trasteando
en Youtube esta mañana, me encontré con una vieja canción del grupo Asfalto, Días de escuela, e
inmediatamente me acordé de dos momentos: uno, la escuela de don Diego, allá
por 1960, a la que fui de los siete a los diez años, y otro, en 1978, cuando yo
estaba dando clases en la UVA de Vallecas y oíamos esta canción, creada en aquel
tiempo de recuperación de las libertades.
Traigo
aquí un vídeo de Días de escuela de Asfalto, un fragmento de mis Robles
Amarillos, en el que se describe cómo era aquella escuela de mi pueblo, y
la letra de la canción.
La
escuela de don Diego
Pasado aquel verano de descubrimientos y de juegos,
de confesiones y comuniones, empezó la escuela de nuevo; pero ya no era la
escuela de párvulos de doña Sofía sino la clase de don Diego, para nosotros, y
la de doña Aurora, para nuestras amigas. La nuestra era un aula con techos
altos, pupitres de madera inclinados y amplios ventanales que daban a poniente
y que dejaban entrever la sierra de Béjar.
Estábamos clasificados en tres grados, de acuerdo
con nuestra edad y nuestros conocimientos, y teníamos nuestra propia
enciclopedia en cada uno de ellos. Don Diego organizaba las tareas concediendo
cierta autonomía a cada grupo. Nunca nos daba calificaciones ni hacíamos
exámenes, pero el maestro llevaba un registro de nuestra actividad y nos reunía
todos los sábados por la mañana en un corro para preguntarnos la lección. Si
uno no sabía responder o contestaba mal, la pregunta pasaba al siguiente, y si
éste acertaba, adelantaba al que había fallado.
Encima del encerado estaban colgados dos retratos y
un crucifijo, como en la clase de parvulitos. Un día don Diego nos explicó que
los de los retratos eran Franco, el generalísimo, y José Antonio, el mártir de la patria. No
entendíamos nada pero nos acostumbramos a verlos allí, serios y huraños, tan
aburridos en su mirada como pretenciosos en su
vanidad.
“Hoy hemos entrado en fila, como siempre, hemos
rezado con don Diego, nos hemos sentado en nuestro pupitre y hemos abierto la
enciclopedia por la página ciento veintitrés: los pronombres personales.
Después hemos copiado la biografía del escritor José María Pemán y luego hemos
hecho unos ejercicios de ortografía. Hace frío. Don Diego, ¿puedo calentarme al
brasero? ¡No me muevas, que voy a echar un borrón! ¡No ves que estoy con la
pluma haciendo el rótulo! En el cuaderno
de rotación, Pablo hace sus tareas durante esta semana. Inocencio y Urbano
van por el agua para preparar la leche
en polvo. En pie, dice el maestro, salid al recreo. Fila de a uno, cada cual
con su vaso en la mano. Llueve. Castañas, voces, pelo mojado, excitación.
Entrada. Encerado: problemas y ejercicios. Don Diego, vengo a enseñarle el
problema. Salid. Son las tres, por la señal de la santa cruz. Lectura: Edmundo
de Amicis, “Corazón. Diario de un niño”, hoy nos toca el cuento de “El pequeño
escribiente florentino”. Recoged. Santa María, madre de Dios. Por la parte de
atrás vamos haciendo una fila, siguiendo el orden del último sábado, mientras
cantamos: “En pie, camaradas, siempre adelante” y salimos en estampida hacia el
patio. Carrera hacia la fragüilla, para combatir el frío, la lluvia o el viento
que sopla.”
“Mi cabeza da vueltas y gira alrededor de la
enciclopedia, entra en su interior, se posa en las celdas de sus hojas y va
volando por las páginas de papel amarillento que aún conservan el olor de la
infancia: El Cid Campeador, Las palabras según el número de sílabas, Evangelio de Septuagésima, Jesús
dijo a sus apóstoles, Recaredo, Don Rodrigo, La guerra de liberación nacional,
Indíbil y Mandonio, Las plantas según sus hojas, Los estados de los cuerpos,
Día del estudiante caído, Comisiones, corretajes, transportes y seguros,
Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, Refieren de un sectario de Lutero, Cuentan
de un sabio que un día, Con flores a María que madre nuestra es, Los seres del
reino animal, Las islas Filipinas, El héroe de Cascorro...
Me veo en la escuela de don Diego, con ocho años,
con nueve, copiando, leyendo, escribiendo, calculando. El maestro unas veces
nos oye y otras se abstrae y dormita plácidamente. Alguno tira el tintero
encima de la ropa de otro, mientras Marcial deja sin castañas el bolsillo del
chaquetón de Perico. El brasero, la leche en polvo, el queso amarillo, la
carbonera, los mapas viejos, el olor a tinta y a tiza, el frío pegado a las
paredes, todo pasa por delante de mis ojos con un velo de lejanía que difumina
los contornos de la realidad y la hace amena en el recuerdo.”
Letra
de Días de escuela
Bien abrigado
llegaba al colegio,
mil novecientos sesenta,
ya va haciendo tiempo.
Sentados frente a una cruz
y ciertos retratos,
entre bostezo y bostezo,
gloriosos himnos pesados.
Despertamos en pupitres
de dos en dos,
aún recuerdo el estrecho bigote
de Don Ramón
y la estufa de carbón
frente al profesor,
la dichosa estufa
de dos en dos,
aún recuerdo el estrecho bigote
de Don Ramón
y la estufa de carbón
frente al profesor,
la dichosa estufa
que no calienta ni a Dios.
Suena el timbre, al fin!
bocadillo, recreo, evasión
y una tortura más
antes del juego,
la leche en polvo
y una tortura más
antes del juego,
la leche en polvo
y el queso americano.
Sales tú y el gordo después,
yo te cambio los cromos,
te juego al tacón.
Sales tú, la ligo yo,
apuremos el tiempo
que ya nos meten dentro.
Dos horas de catecismo
y en mayo la comunión,
la letra con sangre entra,
otro capón!
Tarea para mañana,
y, puesto el abrigo,
otra copla a los del cuadro
y hasta mañana Don Ramón.
Y ahora tú qué pensarás,
si cuanto más me oprimían
más amé la libertad
y es a ti a quien canto hoy
enseña a tu hijo
a amar la libertad.
Sales tú y el gordo después,
yo te cambio los cromos,
te juego al tacón.
Sales tú, la ligo yo,
apuremos el tiempo
que ya nos meten dentro.
Dos horas de catecismo
y en mayo la comunión,
la letra con sangre entra,
otro capón!
Tarea para mañana,
y, puesto el abrigo,
otra copla a los del cuadro
y hasta mañana Don Ramón.
Y ahora tú qué pensarás,
si cuanto más me oprimían
más amé la libertad
y es a ti a quien canto hoy
enseña a tu hijo
a amar la libertad.