sábado, 5 de abril de 2014

Ida: Quizá la mejor película en mucho tiempo







Hipnosis en blanco y negro
Por Carlos Boyeroel País, 28 de marzo de 2014.

Es una película rodada en un precioso blanco y negro y que no puedo ni quiero imaginármela en color, en la que su elección cromática sirve para hacerte respirar la época en la que está ambientada. Son los años sesenta en Polonia y si no poseyeras datos de ella creerías que fue concebida en aquel tiempo por un poderoso creador de imágenes, que no es cine de ahora. Utiliza el formato 4:3, la pantalla es casi cuadrada. Y tiene sentido, no es gratuito, coqueto, ni experimental. No existe música subrayando las emociones de los personajes, aunque a estos les ocurran muchas y terribles cosas. La única que escuchamos es la que ponen en su casa (Bach), cantos religiosos en una iglesia, o cuando alguien interpreta al saxo, con veneración y sentimiento Naima, de John Coltrane. El metraje es de 80 minutos, el tiempo que necesita el director para contarte esta historia con tanta precisión como poder de sugerencia. No sobra ni falta un plano. Me siento hipnotizado de principio a fin.

Nada desprende olor a impostura. El claustro nevado de un convento, la bruma acercándose a un bosque, un tenue rayo de sol filtrándose en un cementerio, parece que siempre han pertenecido en esos paisajes, que no forman parte de la puesta en escena. Todo resulta insólito en Ida.También complejo, duro, misterioso, trágico, desgarrado, sutil, humano en su anverso luminoso y en su reverso tenebroso.

Narra la breve y trascendente iniciación en el mundo real, en la lacerante historia de su familia, de una joven huerfana que va tomar los hábitos de monja, que desde que ella recuerda ha vivido en un convento, protegida de la intemperie que puede crear el exterior. Una tía de la que desconocía su existencia le revelará que es judía de nacimiento y que el horror pudo ser el culpable de la desaparición de sus padres y de su hermano.

El director polaco Pawel Pawlikovski(Ida es su quinta película y lamento profundamente no haber conocido su cine hasta ahora) describe el viaje de estas dos mujeres con vivencias y mundos tan opuestos a la búsqueda de ese pasado que intuyen atroz, van a investigar la época de la invasión alemana de Polonia y constatar que el Holocausto lo perpetraron los nazis, pero que también existió la pasividad cómplice con los invasores y la codicia hacia las posesiones de los judíos entre bastantes nativos, algo que también denunciaba Claude Lanzman en Shoah al hacer exhaustiva notaría del espanto en Treblinka y en Auschwitz.
La catártica relación entre la tía, esa mujer endurecida, cínica, hastiada y amarga, antigua fiscal del Estado y firmante de numerosas penas de muerte contra presuntos antirevolucionarios, alcohólica y folladora compulsiva de hombres de una noche , y su enigmática sobrina, amante a perpetuidad de Dios pero con lógicas tentaciones hacia los placeres de la carne, que va conociendo la infamia que puede habitar en los seres humanos en determinadas circunstancias pero también las sensaciones placenteras que le podría ofrecer la existencia fuera de la protección del convento, está admirablemente descrita, con gestos tan leves como reveladores, con silencios y miradas llenas de expresividad y matices, con diálogos breves y justos, con la creación de una atmósfera magnética y creíble.

Si la actriz que interpreta a la joven aspirante a sierva del Señor causa duradera inquietud, el personaje de su desesperada tía, de esa mujer que parece estar de vuelta de todo pero que sigue sangrando por dentro, deslumbra desde su desgarrada aparición hasta su sorprendente y brutal desenlace. Esa actriz extraordinaria se llama Agata Zulesza. Sigo pensando en “Ida” después de verla tres veces. En su belleza, en su pureza visual, en su sobriedad narrativa, en lo que comprendo transparentemente y lo que me siembra dudas o me deja perplejo . Es rara y antigua en el mejor sentido, es cine muy bueno, con estilo y aroma a tiempos lejanos.

Esperanza Aguirre: De la España cheli a la España choni





Que me abro
Por Carlos Boyero. El País, 5 de abril de 2014

No alimento con miguitas de pan a las palomas en los parques, pero comparto muchos rituales de los jubilados y de los ancianos. Como visitar, aunque no necesite en ese momento sus productos, pequeñas tiendas de mi barrio. Por empatía con sus moradores, para soltarnos el rollo maldiciendo en vano el estado de las cosas, para abusar de tópicos expresados con afán de originalidad, por supuesto. Como ver desfilar a la gente desde un banco solitario, mirando obsesivamente el cielo, siendo iracundo testigo de cómo ciudadanos transparentemente de orden miran hacia otro lado mientras que sus amados canes depositan sus excrementos en las aceras. Deseando fervientemente que la autoridad y la justicia sirvieran para algo y obligaran a los dueños a comerse la mierda de sus inocentes animalitos.

Y cómo no, hago corro y coro con vocación linchadora, me uno al clamor de frases hechas y lugares comunes, cada vez que un desaprensivo ha bloqueado el tráfico de las calles, impidiendo el paso de autobuses y coches grandes, porque sus genitales han decidido abandonar su vehículo con insultante desprecio hacia el prójimo. Cuando llegan los agentes municipales, algunos de los infractores ponen carita de animal arrepentido, o justifican su pasote asegurando que atendían a un familiar que se había puesto repentinamente enfermo, o utilizan pretextos dadaístas, o se ponen chulos si llevan la conveniente dosis etílica para exhibir su coraje.

Pero lo que este convencional paseante urbano no ha visto nunca (solo en las películas de gánsteres) es a uno de esos jetas profesionales salir huyendo y atropellando la moto de los agentes cuando le están multando. ¿Qué ocurrió en el sofisticado cerebro de Aguirre, la eterna dueña de Madrid, para actuar tan compulsivamente, como cualquier zumbado puesto hasta las cejas? Probablemente, la seguridad de que las diosas son intocables para los pobres humanos. Pero he aquí que la profesionalidad, ese concepto tan hermoso, infrecuente y arriesgado, aparece en la figura de esos agentes machistas (la grotesca definición es de la dama) que persiguen a la ilustre huida hasta su mansión y le exigen explicaciones. Son mis héroes. Y después sufren un ataque de ansiedad. Normal. Ojalá que no pierdan su trabajo.



Woman del Callao

Por Luz Sánchez-Mellado. El País, 5 de abril de 2014

Luego me ponéis de vuelta y media en los comentarios, ingratos. Que si qué basta, que si qué ordinaria, que si qué petarda. Pero es que, por mucho que se empeñe una, la actualidad no le deja elevar el tono. Y no hablo de esta bocaza que me han dejado en Corporación Dermoestética, que cualquier día me la parten por no cerrarla a tiempo. Me refiero a mi línea editorial, de la otra mejor no hablamos, del lunes no pasa que empiezo la Operación Fuera Refajo. A lo que voy, que pierdo el hilo más que Floriano. Tenía ya hilvanado un análisis superdocumentado sobre la vuelta al poder de Ségolene Royal y sus implicaciones en la estabilidad hormonal del presidente galo, cuando vaEsperanza Aguirre, hace una pirula en Callao, se pone farruquita porque le cascan una multa, y del propio berrinche, le vuelca la moto a un poli de su íntima Botella. Ya me dirás tú, teniendo semejante Gran Vía Shore a la puerta de casa, para qué va a molestarse una en sacarles coplas a las ex de Hollande, el Gabacho que Castiga.

Llamadme casposa, perdón, castiza, pero en cuestión de chulos soy más de Pichi el del chotis. Y si hablamos de señoras, para chula, y choni, Esperanza. Seguro que los agentes de movilidad eran unos rencorosos de clase. Se cebaron con ella porque es marquesa consorte, porque con los ciudadanos de a pie no se meten nunca. La colección íntegra de la macrotienda de Zara en Serrano me probé yo esa tarde aparcada en cuarta fila, y ni les vi el pelo. Claro: estaban todos en Callao acosando a la expresidenta. Porque a mí nadie me quita de la cabeza que los esbirros de Botella fueron a por ella descaradamente. Ella, una abuela esclava condenada a circular por pleno centro con un cochazo de alta gama para poder sacar a los nietos de paseo. Ella, que conducía su propio vehículo cuando podría ir en coche oficial y dos escoltas llevándole las bolsas. Ella, que con el lío que tiene cazando talentos a lazo, había hecho un hueco en su agenda y se dirigía a una timba de brisca, perdón, bridge, con fines puramente benéficos. Ella, en fin, que destapó personalmente la trama Gürtel.

Una mártir del liberalismo, Esperanza. Nuestra Señora de la Igualdad de Oportunidades. Ya lo decía Adam Smith: laissez faire, laissez passer —dejad hacer, dejad pasar— en el XIX. Y vienen ahora unos machistas irredentos que aún no han digerido que las mujeres conduzcan, y la retienen ilegalmente un cuarto de hora de Rolex con la de cosas que tiene que hacer por el PP y por España. Si eso no es abuso de poder, que vengan Castro y Maduro y lo digan. Así, no me extraña que Aguirre les soltara dos frescas, lo escandaloso es que Femen aún no les haya hecho un destete a los municipales por falócratas. Ahora, con todo, lo peor no ha sido el episodio, sino cómo la han dejado a los pies de las motos sus congéneres de partido. Que todos somos iguales ante la ley, le han espetado Botella y Sáenz de Santamaría. Porque sé que no eres malpensada, ni rencorosa, ni que cortas cabezas como quien se corta las puntas, Espe. Si no, yo que tú me maliciaría que Ana y Soraya te están ninguneando a ver si dejas el campo libre. La delegada Cifuentes no sabe, no contesta.