lunes, 19 de septiembre de 2022

Presentación de la novela Sueños de hojalata, de Javier Bermejo

Ayer se presentó la novela de Javier Bermejo titulada Sueños de hojalata en la biblioteca Eugenio Trías de Madrid. En este mismo lugar se presentó hace tres años la primera novela de Javier, Ganadería diplomada, y de aquel acto traigo aquí un enlace, por si se quiere recordar, o conocer, cómo fue.

https://roblesamarillos.blogspot.com/2019/09/ganaderia-diplomada-el-libro-de-javier.html


Vamos a dar cuenta ahora de cómo se desarrolló el acto de la presentación de Sueños de hojalata, esa nueva novela en la que se cruzan por azar la vida de un músico en crisis y los avatares de una familia de mercheros.

Era una sala de la hermosa biblioteca antes citada, toda ella llena de personas interesadas en la presentación del libro de Javier: familia, amigos, paisanos, compañeros de maratones y entrenamientos y colegas profesores. Unas sesenta personas esperaban el comienzo del acto, que se inició con puntualidad impecable.

Empezó el autor, Javier Bermejo, quien, en una breve introducción, dio a conocer algunos pormenores del proceso de creación y escritura de Sueños de hojalata, y destacó que fue redactándola en el tiempo más duro del confinamiento por covid, lo que, sin duda, le sirvió para llenar de contenido aquellos días tan largos y tan recelosos. Después presentó a quienes iban a hablar en el acto: Jesús Bermejo, hermano del autor y maestro jubilado, Martín García, amigo de Javier y profesor de instituto y Patricia Garrido, antigua alumna del autor y neuróloga en ejercicio en dos hospitales de Madrid.

Jesús Bermejo hizo una breve disertación sobre la novela partiendo de lo que parece ser que fue la génesis de la misma, un juicio oral en Madrid, y señalando los principales personajes del relato. Hizo especial hincapié en los personajes mercheros, su estilo de vida, sus códigos y sus costumbres. Destacó el uso de monólogos interiores, tanto desde el punto de vista formal como desde una perspectiva de contenido, pues hace que ciertos personajes mercheros expresen sus pensamientos y sentimientos que de ninguna otra forma conoceríamos. Recomendó leer la novela una segunda vez, por sus muchos hallazgos -música, citas de Pessoa- y por su exhaustiva documentación.

Martín García expuso en su intervención un análisis pormenorizado sobre los narradores de la novela, un narrador externo general, otro narrador específico, Sátur, que nos cuenta lo que va averiguando de la trama relacionada con el asesinato ocurrido junto a él, y varios narradores internos: el propio Sátur y todos los personajes que en la novela desarrollan un monólogo interior. Y, en su opinión, observó en qué momentos le parecía que tras la sombra de Sátur estaba el autor. También destacó la documentación relativa al vocabulario merchero y aplaudió que no hubiera notas a pie de página al respecto, pues el contexto aclaraba las palabras que pudieran desconocerse. Y dedicó un tiempo a resaltar la figura de Fernando Pessoa, el autor de los versos que encabezan cada capítulo de Sueños de hojalata, destacando su estilo, su forma de estar en el mundo y sus heterónimos.

Patricia Garrido, después de hacer una breve descripción de la novela, eligió el método de la entrevista al autor para seguir analizando Sueños de hojalata. Hizo diversas preguntas, tanto en lo referente a los diversos personajes, como en asuntos de tipo formal o de contenido, profundizando en algunos tratados con anterioridad: estilo de vida de los mercheros, sus códigos y sus costumbres, los monólogos interiores, la música, las citas de Pessoa, la exhaustiva documentación. También preguntó acerca de cuáles eran los personajes protagonistas según el autor, y si había pensado en un posible toque feminista de la novela. A todo ello contestó Javier con concisión y terminó diciendo que en algún momento pensó en que quizá debería volver a escribir la novela y que toda ella fuera un monólogo de Feli. Pero, afirmó, ya está así y así se queda.

Después de un breve coloquio, Javier siguió firmando libros para sus lectores y, cuando terminó, nos fuimos a celebrarlo a la cervecería de enfrente, y brindamos por él, por sus personajes y por todos nosotros.

Como dispongo del texto de mi intervención, aquí lo subo

Buenas tardes a todos y muchas gracias por asistir a la Presentación de Sueños de hojalata, la novela de Javier Bermejo, editada por Oportet, que hoy ofrecemos en este espacio de cultura tan singular.

Hace ya algunos años, Javi me contó que estaba asistiendo a las sesiones de un juicio oral en el que había expresado su testimonio una mujer cuya presencia y actitud habían sobrecogido al tribunal y a todos los asistentes. Me decía Javi:

“…una mujer impresionante; una figura esbelta, vestida de luto, los gestos, los ademanes; su presencia cortaba el silencio de la sala; ella sola, con su mirada, concentraba la de todos, abducidos por aquella presencia tan impactante; una mujer elegante, austera, que mostraba un poder indiscutible y que, a la vez, parecía estar dotada de una discreción total…”

Ese personaje, tanto por lo que dijo en su declaración en la sala como, sobre todo, por lo que no dijo, fue el germen de Sueños de hojalata. Desde aquel chispazo del juicio hasta hoy han pasado más de cuatro años, un tiempo aprovechado por Javi para tejer una malla en la que aquella realidad, y aquellas sesiones del juicio oral, han dado paso a una ficción en la que aparecen dos mundos bien diferenciados, que de vez en cuando convergen y se trenzan, gracias a una red de relaciones que los va fundiendo en el magma del relato.

Uno de esos mundos es el de los personajes espectadores de la trama, esos que viven al margen del otro mundo, al que luego nos referiremos, y que, sin embargo, necesitan saber de él, que narran lo que suponen que sucede a los otros y que, en algunos casos, observan cómo el drama de su vida corre en paralelo del drama de aquellos otros que contemplan desde una distancia que se va acortando conforme fluye la novela.

Estamos hablando de Sátur, ese músico profesional en crisis, quien desde que murió Julia, su mujer, no encuentra fuerzas para salir adelante. Estamos hablando de esta tertulia en el Potomac con sus amigos, una tertulia tan creíble como interesante y bien trabada, una tertulia llena de ironía, de sentido del humor y de un pesimismo que se hace más llevadero con unas copas lentas compartidas.

Esa tertulia se ve conmovida por la muerte de un joven, ocurrida a veinte metros de donde estaba Sátur un día. Esa muerte violenta les va a conmocionar a todos, a Sátur, a Morante y a Míchel, va a movilizar la vida del músico y va a propiciar que participe a su manera en el juicio, estableciendo relaciones con muy diversos personajes y elucubrando de mil maneras acerca de lo que pudiera haber detrás de aquella muerte tan violenta. Sátur y su tertulia serán la puerta de entrada en Sueños de hojalata, ellos van a ser los cicerones para adentrarse en la novela, para discurrir por su devenir.

El otro mundo, al que antes nos referíamos, es el de la mujer de negro, es el de un grupo social en plena crisis, es el mundo de los mercheros, al que certeramente hace justicia el título de la novela, Sueños de hojalata. Es el mundo de Pura y de Manuel, el de Roque y Conce, el de Feli y Santi, el de Goro y Alfonso, el de Rosi y Yoli. Es el mundo de los mercheros, un grupo social que mantiene a rajatabla sus principios esenciales: valor, austeridad y silencio. Un grupo humano en proceso de transformación que, al abandonar el oficio de la hojalata debido a la invasión del plástico, tuvo que buscarse la vida en la feria y el comercio, en los mercadillos y en el tajo, en el trile y en otras faenas fronterizas.

Dice Roque:


“…qué chungo lo hemos tenido siempre, chungo desde mucho antes de nacer; como decía mi abuelo, somos como el pedernal, venimos de muy antiguo, de cuando nos lo jugamos todo a una carta para vivir sin amo, sin obispos ni reyes, más de quinientos años hasta hoy; nuestro camino, el polvo, y el cielo, nuestro hogar, esa es la ley de la hojalata; y todo eso se acabó, eso de llegar a un pueblo, ¡hojalaaaata, lañaoooooor!, un arte como no hay otra, el que aprende a lañar tiene el secreto del fuego y de los metales, llevamos siglos taponando cántaros y peroles, lo que nadie más quiso ni supo hacer nunca; cuánto de plomo y cuánto de estaño, mi bato componía un caldero en un abrir y cerrar de ojos; gentes del camino, gentes sin ley, eso decían los otros; lo que no consiguieron leyes ni persecuciones lo consiguió el plástico, la hojalata empezó a verse como una antigualla, lo moderno era llenar la casa de plástico, murió la hojalata y nos quedamos sin oficio, o sin futuro, obligados a vivir siempre en domicilio fijo y obligados a buscar currelo, en la mercha o de feriante”

Ese es el mundo de los mercheros, gentes con sus leyes propias y sus costumbres, pero a la vez un grupo humano en proceso de transformación e, inevitablemente, de absorción. Mercheros, quinaores, languis, lañadores, componedores, quinquilleros reconvertidos pero visibles si, como le pasa a Sátur, se dan a la vez la casualidad del encuentro y el interés por conocerlos, eso que les explica a sus amigos en el Potomac:

“…mercheros, campesinos sin tierra, moriscos acorralados, buhoneros, artesanos que huyen del control férreo ejercido por los gremios medievales, en definitiva, gentes que se niegan a aceptar el yugo de la Iglesia y del Estado, y que deciden hermanarse en una red de socorro mutuo sin más pretensión que la de moverse libremente, ejerciendo su oficio de pueblo en pueblo, gentes que han podido soñar durante siglos libremente aunque los suyos fueran sueños de hojalata es decir sueños de pobres que iban de aquí para allá con lo puesto, vale, sí, pero sin someterse a nadie”

Si en la novela Ganadería diplomada, presentada también aquí hace tres años, Javier Bermejo nos mostraba dos mundos paralelos, el de los adultos y el de los chicos, que hacían avanzar el relato de manera trenzada y cronológica, en Sueños de hojalata los dos mundos más arriba descritos hacen que la narración avance y retroceda según sea quien nos lo cuenta; ambos mundos conforman una narración que el lector percibe como una constelación que avanza con múltiples detalles, con miradas muy diversas, que permiten conocer mejor la densidad del contenido y la esencia y el meollo del libro.

Aunque en Sueños de hojalata encontramos narración a la manera clásica y unos diálogos siempre bien trabados, hay también varios monólogos interiores que, en mi opinión, suponen un formidable esfuerzo estilístico cuyos resultados me parecen lo más logrado del libro. Unos monólogos en los que el autor pone por escrito lo primero que se les pasa por la cabeza a algunos de los personajes, tal y como aparece en su cerebro, todo seguido, abigarrado, revuelto en un larguísimo párrafo sin punto final. Esos monólogos de Roque, de Pura, de Conce, de Feli, nos dan a conocer, con una prosa vibrante y libre, las formas de vivir y las costumbres del mundo merchero, unas páginas en las que esos personajes se abren en canal y nos muestran por qué son protagonistas de una tragedia contemporánea.

Así en el monólogo de Feli:

“…aquel viaje para ver a la familia, que nos juntábamos lo menos cuarenta, siempre por el mes de marzo, porque luego ya algunos trabajaban en las ferias entre abril y octubre, y esa reunión, para nosotros, era mucho más importante que la navidad para otra gente, ni comparación, una costumbre de siglos, juntarse una vez al año para saber cómo estábamos todos, recordar otros tiempos y jugar con los primos, o celebrar a lo grande si ese año había nacido alguno más, o una boda, o para ayudarnos si le había ocurrido alguna desgracia a alguien de la familia, era la forma de enterarnos, porque casi nadie tenía móvil aún, y algunos ni siquiera domicilio fijo, todo el año en la caravana, y luego para los más mayores, bueno, y para todos, la ilusión de comer un buen guiso de liebre hecho con leña de encina, o de olivo, dos o tres días inolvidables, casi ya lo único que nos quedaba de las costumbres nuestras, como quien dice el final de un viaje de siglos”

Quiero destacar, por otro lado, la osadía de esa atinada escritura casi cinematográfica del comienzo del libro y el acierto de acabar la novela con la misma escena y en el mismo estilo, eso sí, dando ya cuenta de algunos pormenores que al principio obviamente no aparecen.

En definitiva, estamos ante un esfuerzo exhaustivo para dotar a Sueños de hojalata de una compleja creación formal en la que los monólogos, los diálogos, la narración y las descripciones nos lleven de la mano en una novela que se lee con deseo y con fruición. Como en los mejores relatos de investigación, la lectura de esta novela es rápida y frenética; quizá por eso yo aconsejaría una segunda lectura, pues creo que Sueños de hojalata la merece, para así paladear todo lo que en ella se cuenta y cómo se cuenta, y también para dejarse llevar por las muchas músicas que en el libro aparecen y por los textos de Fernando Pessoa que encabezan cada capítulo, otro hallazgo y un guiño, pues en Sueños de hojalata hay un exhaustivo trabajo de investigación y de documentación, un trabajo que en una segunda lectura se disfruta y se aprecia mucho mejor.

En fin, deseamos mucho éxito para la novela, aunque yo creo que el de Sueños de hojalata no ha hecho más que empezar, solo le falta una buena difusión y la suerte de encontrar al mecenas que tan pocas veces se hace presente. Mientras ese mecenas llega, que llegará, aquí estamos todos hoy para manifestar nuestra alegría por ver publicada la novela Sueños de hojalata y para expresar nuestro más sincero agradecimiento a su autor, Javier Bermejo, quien ha hecho el esfuerzo de crearla en estos años de epidemia y de confinamiento. Enhorabuena Javi, profesor de oficio, corredor por deleite y, desde siempre, un ameno contador de historias.

Muchas gracias.





 



viernes, 16 de septiembre de 2022

Joan Dalmau y la película Soldados de Salamina

 

En la película Soldados de Salamina, Joan Dalmau es el viejo Miralles, un jubilado que vive en una residencia en Dijon (Francia). Cuando la protagonista de la película entrevista al viejo Miralles, intentando saber si era él el soldado republicano que perdonó la vida al dirigente falangista Sánchez Mazas cuando lo encontró escondido en el monte, da comienzo, en mi opinión, la mejor secuencia de la película de David Trueba, basada en la novela homónima de Javier Cercas.

Con una voz cadenciosa, y mostrando la intensa melancolía que siempre acude a su mente cuando recuerda la guerra, Miralles responde: “¿Tú estás buscando un héroe, verdad? Pues no, yo no soy ningún héroe. Los héroes no sobreviven. Cuando salí hacia el frente iban conmigo otros muchachos, todos de Terrasa como yo, aunque a la mayoría no los conocía: los hermanos García Segués, Miquel Cardós, Gaby Baldrich, Pipo Canal, El gordo Odena, Santi Brugada, Jordi Gudayol... todos muertos. ¡Eran tan jóvenes!”

Y, después de una pausa, añade: “No pasa un día sin que me acuerde de ellos, ninguno conoció las cosas buenas de la vida, ninguno tuvo una mujer o un hijo que se metiera en la cama con ellos el domingo por la mañana. A veces sueño con ellos, los veo como eran: jóvenes; el tiempo no pasa para ellos. Nadie los recuerda y nunca, ninguna calle miserable de ningún pueblo miserable de ninguna mierda de país llevará su nombre. Lela y Joan, Gabi. Miquel, Gudayol, Pipo, El gordo Odena.”

Cuando termina la escena tengo llenos los ojos de lágrimas. Hay que ser un actor de la talla de Joan Dalmau para clavar esos párrafos tan cabalmente. Porque  lo que dice es un claro manifiesto inmemorial: son personas mayores las que propician y mueven las guerras, pero quienes van al frente son los jóvenes, y allí pierden muchos su vida, en el anonimato más absoluto. Ellos son los héroes, sin duda, los que no tuvieron tiempo de gozar de lo bueno de la vida porque se la arrebató la furia propiciada por los cabestros de la historia.

martes, 13 de septiembre de 2022

La canción "Ojos de gata" de Enrique Urquijo: Melancolía poética


Son de sobra conocidas las anécdotas acerca del comienzo de la canción Ojos de gata, en el que intervinieron tanto Enrique Urquijo como Joaquín Sabina. Fuese de una u otra manera, la verdad es que ese comienzo dio lugar a dos canciones hermosas pero bien distintas, tanto en el contenido como en la forma y en el tono general que emana de cada una de ellas.

https://www.informavalencia.com/2019/07/12/ojos-de-gata-y-y-nos-dieron-las-diez-la-historia-de-unos-apuntes-en-la-servilleta/

Hoy vamos a dedicar este artículo a estudiar la forma y el contenido de la canción de Enrique y de su grupo, Los Secretos. Y vamos a empezar por la presentación de la letra, pues en los distintos sitios consultados en internet aparecen los versos escritos de muy diversas maneras y, en mi opinión, como ocurre a menudo, sin guardar demasiada correlación con la estructura de la canción.  He aquí tres ejemplos, extraídos de la red, de la primera estrofa.


Fue en un pueblo con mar 

una noche después de un concierto.
Tú reinabas detrás
de la barra del único bar que vimos abierto.


Fue en un pueblo con mar una noche después

de un concierto.
Tú reinabas detrás de la barra del único bar
que vimos abierto.


Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto.
Tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto.


Propongo presentarla como muestro más abajo: en seis estrofas de cinco versos. Y lo defiendo después de estudiar su medida y su rima, pues son ambas las que configuran la armazón formal del ritmo del texto de cualquier canción, facilitando que este se fije en la memoria con una rapidez que asombra.


Ojos de gata

 
Fue en un pueblo con mar una noche
después de un concierto.
Tú reinabas detrás
de la barra del único bar
que vimos abierto.

Cántame una canción al oído
te sirvo y no pagas.
Solo canto si tú me demuestras
que es verde la luz
de tus ojos de gata.

Loco porque me diera la llave
de su dormitorio,
esa noche canté
al piano del amanecer
todo mi repertorio.

Con el “Quiero beber” el alcohol
me acunó entre sus mantas.
Y soñé con sus ojos de gata
pero no recordé
que de mí algo esperaba.

Desperté con resaca y busqué
pero allí ya no estaba.
Me dijeron que se mosqueó
porque me emborraché
y la usé como almohada.

Comentó por ahí que yo era
un chaval ordinario.
Pero cómo explicar
que me vuelvo vulgar

al bajarme de cada escenario.


Medida

Lo más común en las canciones populares, tradicionales o modernas, es que cada verso tenga con los demás una relación en cuanto a su medida, es decir, que haya una repetición de versos en función del número de sílabas. En esta canción encontramos versos decasílabos (10), heptasílabos (7) y hexasílabos (6). La repetición de versos de igual medida establece un ritmo propio en el poema, lo que, unido a la rima, como veremos más adelante, le da a la canción su propia andadura rítmica. 

(Recuérdese que cuando un verso termina en palabra aguda se añade una sílaba al conteo).



Fue en un pueblo con mar una noche
después de un concierto.
Tú reinabas detrás
de la barra del único bar
que vimos abierto.
 
Cántame una canción al oído
te sirvo y no pagas.
Solo canto si tú me demuestras
que es verde la luz
de tus ojos de gata.
 
Loco porque me diera la llave
de su dormitorio,
esa noche canté
al piano del amanecer
todo mi repertorio.
 
Con el “Quiero beber” el alcohol
me acunó entre sus mantas.
Y soñé con sus ojos de gata
pero no recordé
que de mí algo esperaba.
 
Desperté con resaca y busqué
pero allí ya no estaba.
Me dijeron que se mosqueó
porque me emborraché
y la usé como almohada.
 
Comentó por ahí que yo era
un chaval ordinario.
Pero cómo explicar
que me vuelvo vulgar
al bajarme de cada escenario.

            

Rima

Como es sabido, la rima es la repetición de los mismos sonidos en distintos versos, a partir de la última vocal tónica de cada uno de ellos. Casi todos los versos de esta canción tienen rima. Y, como suele ser común en la poesía popular, la rima es asonante, es decir, se repiten solo las vocales.


Fue en un pueblo con mar una noche
después de un concierto.
Tú reinabas detrás
de la barra del único bar
que vimos abierto.

Cántame una canción al oído

te sirvo y no pagas.
Solo canto si tú me demu
estras
que es verde la luz
de tus ojos de gata


Loco porque me diera la llave
de su dormitorio,
esa noche cant
é
al piano del amanecer
todo mi repertorio.

Con el “Quiero beber” el  alcohol
me acunó entre sus mantas.
Y soñé con sus ojos de gata
pero no recordé
que de mí algo esperaba.

Desperté con resaca y busqué
pero allí ya no estaba.
Me dijeron que se mosque
ó
porque me emborraché
y la usé como almohada.

Comentó por ahí que yo era
un chaval ordinario.
Pero cómo explicar
que me vuelvo vulgar
al bajarme de cada escenario.

Contenido de la canción

En un pueblo con mar, una noche, después de un concierto, un cantante famoso busca un bar. Detrás de la barra del único abierto, una mujer, atraída por el brillo del cantante, le dice a este que, si le entona una canción al oído, le servirá gratis unas copas. El intérprete le contesta poéticamente que solo cantará si ella le demuestra que es verde la luz de sus ojos de gata. 

No sabemos qué replicaría la mujer, quien seguro que se vio sorprendida gratamente ante la respuesta del cantante. Lo que sí sabemos es que este canta todo su repertorio hasta el amanecer, sin duda convencido de que será la forma de que le dé la llave de su habitación. Sabemos que canta y que bebe mucho alcohol, y que luego se acuesta, sueña con los ojos de gata de la mujer y no recuerda nada más. 

Al día siguiente, el cantante despierta con resaca y busca a la mujer, pero ya no está allí. Le dicen que ella se mosqueó porque se emborrachó y la usó como almohada, y que por las calles va contando que era un tipo vulgar. Claro, piensa el cantante, ella vio en mí el brillo y el carisma de un cantante de moda, pero no sabía que cuando me bajo del escenario soy un chaval ordinario.


Comentarios acerca del contenido

La historia de la canción Ojos de gata nos la va a contar un narrador interno, el protagonista de la misma, el líder de un grupo musical, quien nos describe con rapidez el espacio y el tiempo en el que se desarrolla la acción. Un pueblo con mar una noche después de un concierto… y el único bar que vimos abierto. Se sobreentiende que van juntos todos los miembros del grupo musical, pero es el líder el que entabla relación con la mujer que atiende la barra del bar. Y lo hace de manera singular, deslumbrado por su belleza: reinabas detrás de la barra, nada de tú atendías, no, tú eras la reina de aquel sitio, y lo dice en imperfecto, reinabas, un tiempo verbal acorde con la historia. Sin dudarlo, después del tiempo de la canción, esa mujer seguiría reinando en la barra de aquel bar, un reconocimiento de que la duración de ese deslumbramiento iría mucho más allá de la historia que se nos está contando.

Entre la primera y la segunda estrofa hay un gran salto: hay una elipsis, hemos pasado de la descripción del espacio y el tiempo a un diálogo muy personal; se supone que ha ocurrido algo, galanteo, seducción, deslumbramiento. El narrador salta del pasado al presente, nos dice lo que sucedió usando tiempos verbales acordes con ese acercamiento de los protagonistas: cántame, te sirvo, no pagas, dice ella, tres verbos en presente, tiempo que él también usa: canto, demuestras.  A la petición de la mujer: Cántame una canción al oído te sirvo y no pagas, el cantante responde de una manera nada usual, es una respuesta poética asombrosa, propia de un hombre deslumbrado: Solo canto si tú me demuestras que es verde la luz de tus ojos de gata, Indudablemente son bellos los ojos de gata de esa mujer, pero lo deslumbrante es la luz de la mirada de esos ojos verdes que tanto lo atraen. ¿Y cómo se demuestra eso? Pues ahí queda, que lo imagine el lector, aunque se supone que sería mediante un encuentro amoroso de ambos: primero canta él y luego ella le demostrará que ese deslumbramiento es mutuo y actuarán en consecuencia.

En las siguientes estrofas, se vuelve al tiempo en pasado, el protagonista nos dice todo lo que fue sucediendo: que quería que le diera la llave de su dormitorio, que cantó hasta el amanecer todo su repertorio, que cantó y bebió mucho, tantas canciones y tantas copas… Al final, se nos sugiere que se fueron a acostar juntos al amanecer pero, que nada más llegar a la cama, él se durmió debido al alcohol y  se olvidó de lo que ella esperaba. Que despertó con resaca y que la buscó pero ella ya no estaba, Que le dijeron que se había mosqueado pues se emborrachó y la uso como almohada y que comentó que era un chaval ordinario. Y el narrador termina expresando una duda, casi un imposible: cómo explicar que fuera del escenario él era una persona vulgar, normal, corriente.

Nada sin embargo es vulgar en esta canción, ni el espacio construido, ni la historia contada, ni el tiempo transcurrido, ni tampoco el final. ¿Por qué? Pues porque Ojos de gata contiene una historia melancólica que solo puede transmitirse mediante la poesía. Un hombre deslumbrado por la mirada de una mujer; una mujer que se siente atraída por el brillo de un famoso cantante. Ella le pide canciones al oído; él le expresa su deseo de que esa mirada sea solo para él. Cuando han de cumplir el pacto descrito, él ya no tiene fuerzas y lo vence el sueño. En ese mismo instante, ella descubre en el cantante no el deslumbramiento de un poeta ni el aura de un personaje con carisma sino la obviedad prosaica de un hombre vencido por el sueño. 

En la canción Y nos dieron las diez de Joaquín Sabina se nos narra la imposibilidad de la repetición de un recuerdo. En Ojos de gata de Enrique  Urquijo, se nos muestra una lucha desigual entre dos formas de seducción. Y en esa lucha de seducciones, el hombre lleva las de perder. Aquella mujer lo sedujo nada más llegar con una mirada deslumbrante que lo hechizó y, segura de su deslumbramiento, le pide una canción al oído. Él le pide que esa mirada deslumbrante lo sea también íntima, solo entre los dos. En la espera de tal momento, llega también el sueño, la imposibilidad de la alegría del encuentro. Si esa seducción se hubiera consumado entonces no habría habido canción, o al menos no habría habido canción de Enrique Urquijo. Y no la habría habido porque en las canciones de Enrique no se describe la felicidad sino la evocación melancólica de lo que pudo haber sido y no fue. Porque la melancolía es ese tren que no tomasteis, esa mirada que no devolviste, ese amor que dejasteis pasar. Esa imposible demostración de que es verde la luz de tus ojos de gata.

Por eso Ojos de gata es lenta y parsimoniosa, por eso en ella suena el acordeón y las guitarras susurran el deseo imposible, porque es una canción triste y sombría, sosegada y melancólica. Una hermosa canción. Una obra de arte. Una joya.

                                                       



lunes, 12 de septiembre de 2022

In memoriam: Javier Marías y los zurdos

La noticia de la muerte de Javier Marías, una banda escrita en la cadena de televisión 24 horas, de RTVE, me creó una sensación inicial de incredulidad, que en seguida se convirtió en sobrecogimiento y luego en aceptación. 

Muchos serán los artículos que se escriban acerca de su muerte y de su obra y, sin duda, los habrá de una gran calidad literaria. Por mi parte, diré algo, algo personal y sincero sobre tan importante escritor español.

En primer lugar, la edad, setenta años: esos son los que tengo yo también, una afinidad generacional que cuando suena el clarín te aguijonea.

En segundo lugar, sus artículos en El País Semanal: lo primero que siempre leía al comprarlo cada domingo, apreciando muchas de sus ideas y deleitándome siempre con su inimitable estilo.

En tercer lugar, sus novelas, sus libros: yo soy lector del Javier Marías maduro, leí Corazón tan blanco hacia 1999, y desde ahí todas las novelas que fue escribiendo: Tu rostro mañana, Los enamoramientos, Así empieza lo malo, Berta Isla y Tomás Nevinson. Sobre esta última novela, escribí hace año y medio: “es una novela en el más puro estilo de su autor: en ella cabe todo lo que él quiera y nada sobra. Te envuelve, te atrapa, te hace acompañar a sus personajes, los conoces, los observas, te enteras de todo lo que el autor quiera decir sobre ellos, sobre su sociedad, sobre su historia. Un repaso al mundo del espionaje y una apuesta moral por poner a los terroristas en donde merecen estar. Un placer leer este nuevo libro de Marías.”

Y en cuarto y último lugar, la pertenencia común a una minoría silenciada, los zurdos: en el El País semanal del 8 de mayo de 2001, Javier Marías publicó un artículo sobre esta minoría de 700 millones de personas a la que él calificó de caballerosa y conforme. Inmediatamente después de leer ese artículo, me acordé de aquella foto de Javier Marías que vi una vez en la que aparecía escribiendo con su mano izquierda. ¿Por qué? Pues porque todos los zurdos que nacimos en España allá por los años cincuenta nos veíamos obligados a escribir con la mano derecha desde parvulitos. Y así aprendimos, por las buenas o por las malas. ¿Cómo es que Javier Marías escribía con su mano izquierda, es que había reaprendido años después? La respuesta la encontré leyendo las Memorias de su padre: sus hijos estudiaron en el colegio Estudio, de Madrid, esa isla de libertad educativa en el Madrid franquista. Así que, a ese colegio, al que le debe muchas cosas tanta gente, le debe Marías ser un zurdo español raro: quizá de los pocos zurdos de aquellos cincuenta que haya escrito siempre con su mano izquierda. 

Vaya pues para Javier Marías mi recuerdo y homenaje por estas cuatro cosas que acabo de citar. Y mi compromiso, gratificante siempre, de seguir leyéndolo y disfrutándolo. Hasta siempre.

https://roblesamarillos.blogspot.com/2018/04/los-zurdos-una-minoria-caballerosa_16.html

https://roblesamarillos.blogspot.com/2012/01/me-ha-gustado-el-articulo-de-javier.html