Ayer se
presentó la novela de Javier Bermejo titulada Sueños de hojalata en la biblioteca Eugenio Trías de Madrid. En este mismo
lugar se presentó hace tres años la primera novela de Javier, Ganadería diplomada, y de aquel acto traigo aquí un enlace, por si se quiere
recordar, o conocer, cómo fue.
https://roblesamarillos.blogspot.com/2019/09/ganaderia-diplomada-el-libro-de-javier.html
Vamos a dar cuenta ahora de cómo se desarrolló el acto
de la presentación de Sueños de hojalata, esa nueva novela en la
que se cruzan por azar la vida de un músico en crisis y los avatares de una
familia de mercheros.
Era una sala de la hermosa biblioteca antes citada, toda ella llena de personas interesadas en la presentación del libro de Javier:
familia, amigos, paisanos, compañeros de maratones y entrenamientos y colegas
profesores. Unas sesenta personas esperaban el comienzo del acto, que se
inició con puntualidad impecable.
Empezó el autor, Javier Bermejo, quien, en una breve introducción,
dio a conocer algunos pormenores del proceso de creación y escritura de Sueños de
hojalata, y destacó que fue redactándola en el tiempo más duro
del confinamiento por covid, lo que, sin duda, le sirvió para llenar de
contenido aquellos días tan largos y tan recelosos. Después presentó a quienes
iban a hablar en el acto: Jesús Bermejo, hermano del autor y maestro jubilado, Martín
García, amigo de Javier y profesor de instituto y Patricia Garrido, antigua
alumna del autor y neuróloga en ejercicio en dos hospitales de Madrid.
Jesús Bermejo hizo una breve disertación sobre la
novela partiendo de lo que parece ser que fue la génesis de la misma, un juicio
oral en Madrid, y señalando los principales personajes del relato. Hizo especial
hincapié en los personajes mercheros, su estilo de vida, sus códigos y sus
costumbres. Destacó el uso de monólogos interiores, tanto desde el punto de
vista formal como desde una perspectiva de contenido, pues hace que ciertos
personajes mercheros expresen sus pensamientos y sentimientos que de ninguna
otra forma conoceríamos. Recomendó leer la novela una segunda vez, por sus
muchos hallazgos -música, citas de Pessoa- y por su exhaustiva documentación.
Martín García expuso en su intervención un análisis pormenorizado
sobre los narradores de la novela, un narrador externo general, otro narrador
específico, Sátur, que nos cuenta lo que va averiguando de la trama relacionada
con el asesinato ocurrido junto a él, y varios narradores internos: el propio Sátur
y todos los personajes que en la novela desarrollan un monólogo interior. Y, en
su opinión, observó en qué momentos le parecía que tras la sombra de Sátur
estaba el autor. También destacó la documentación relativa al vocabulario
merchero y aplaudió que no hubiera notas a pie de página al respecto, pues el
contexto aclaraba las palabras que pudieran desconocerse. Y dedicó un tiempo a
resaltar la figura de Fernando Pessoa, el autor de los versos que encabezan
cada capítulo de Sueños de hojalata, destacando su estilo, su forma de estar en
el mundo y sus heterónimos.
Patricia Garrido, después de hacer una breve
descripción de la novela, eligió el método de la entrevista al autor para seguir
analizando Sueños de hojalata. Hizo diversas preguntas, tanto en lo referente a
los diversos personajes, como en asuntos de tipo formal o de contenido, profundizando
en algunos tratados con anterioridad: estilo de vida de los mercheros,
sus códigos y sus costumbres, los monólogos interiores, la música, las citas de
Pessoa, la exhaustiva documentación. También preguntó acerca de cuáles eran los
personajes protagonistas según el autor, y si había pensado en un posible toque
feminista de la novela. A todo ello contestó Javier con concisión y terminó
diciendo que en algún momento pensó en que quizá debería volver a escribir la
novela y que toda ella fuera un monólogo de Feli. Pero, afirmó, ya está así y
así se queda.
Después de un breve coloquio, Javier siguió firmando
libros para sus lectores y, cuando terminó, nos fuimos a celebrarlo a la
cervecería de enfrente, y brindamos por él, por sus personajes y por todos
nosotros.
Como dispongo del texto de mi intervención, aquí lo subo
Buenas tardes a todos y muchas gracias por asistir a la Presentación de Sueños de hojalata, la novela de Javier Bermejo, editada por Oportet, que hoy ofrecemos en este espacio de cultura tan singular.
Hace ya algunos años, Javi me contó que
estaba asistiendo a las sesiones de un juicio oral en el que había expresado su
testimonio una mujer cuya presencia y actitud habían sobrecogido al tribunal y
a todos los asistentes. Me decía Javi:
“…una
mujer impresionante; una figura esbelta, vestida de luto, los gestos, los
ademanes; su presencia cortaba el silencio de la sala; ella sola, con su
mirada, concentraba la de todos, abducidos por aquella presencia tan
impactante; una mujer elegante, austera, que mostraba un poder indiscutible y
que, a la vez, parecía estar dotada de una discreción total…”
Ese personaje, tanto por lo que dijo en su
declaración en la sala como, sobre todo, por lo que no dijo, fue el germen de Sueños
de hojalata. Desde aquel chispazo del juicio hasta hoy han pasado más de cuatro
años, un tiempo aprovechado por Javi para tejer una malla en la que aquella
realidad, y aquellas sesiones del juicio oral, han dado paso a una ficción en
la que aparecen dos mundos bien diferenciados, que de vez en cuando convergen y
se trenzan, gracias a una red de relaciones que los va fundiendo en el magma
del relato.
Uno de esos mundos es el de los personajes
espectadores de la trama, esos que viven al margen del otro mundo, al que luego
nos referiremos, y que, sin embargo, necesitan saber de él, que narran lo que
suponen que sucede a los otros y que, en algunos casos, observan cómo el drama
de su vida corre en paralelo del drama de aquellos otros que contemplan desde
una distancia que se va acortando conforme fluye la novela.
Estamos hablando de Sátur, ese músico
profesional en crisis, quien desde que murió Julia, su mujer, no encuentra
fuerzas para salir adelante. Estamos hablando de esta tertulia en el Potomac
con sus amigos, una tertulia tan creíble como interesante y bien trabada, una
tertulia llena de ironía, de sentido del humor y de un pesimismo que se hace
más llevadero con unas copas lentas compartidas.
Esa tertulia se ve conmovida por la muerte de
un joven, ocurrida a veinte metros de donde estaba Sátur un día. Esa muerte
violenta les va a conmocionar a todos, a Sátur, a Morante y a Míchel, va a
movilizar la vida del músico y va a propiciar que participe a su manera en el
juicio, estableciendo relaciones con muy diversos personajes y elucubrando de
mil maneras acerca de lo que pudiera haber detrás de aquella muerte tan
violenta. Sátur y su tertulia serán la puerta de entrada en Sueños de
hojalata, ellos van a ser los cicerones para adentrarse en la novela, para
discurrir por su devenir.
El otro mundo, al que antes nos referíamos,
es el de la mujer de negro, es el de un grupo social en plena crisis, es el
mundo de los mercheros, al que certeramente hace justicia el título de la
novela, Sueños de hojalata. Es el mundo de Pura y de Manuel, el de Roque
y Conce, el de Feli y Santi, el de Goro y Alfonso, el de Rosi y Yoli. Es el
mundo de los mercheros, un grupo social que mantiene a rajatabla sus principios
esenciales: valor, austeridad y silencio. Un grupo humano en proceso de
transformación que, al abandonar el oficio de la hojalata debido a la invasión
del plástico, tuvo que buscarse la vida en la feria y el comercio, en los
mercadillos y en el tajo, en el trile y en otras faenas fronterizas.
Dice Roque:
“…qué chungo lo hemos tenido siempre, chungo desde mucho antes de nacer; como
decía mi abuelo, somos como el pedernal, venimos de muy antiguo, de cuando nos
lo jugamos todo a una carta para vivir sin amo, sin obispos ni reyes, más de
quinientos años hasta hoy; nuestro camino, el polvo, y el cielo, nuestro hogar,
esa es la ley de la hojalata; y todo eso se acabó, eso de llegar a un pueblo, ¡hojalaaaata,
lañaoooooor!, un arte como no hay otra, el que aprende a lañar tiene el
secreto del fuego y de los metales, llevamos siglos taponando cántaros y
peroles, lo que nadie más quiso ni supo hacer nunca; cuánto de plomo y cuánto
de estaño, mi bato componía un caldero en un abrir y cerrar de ojos; gentes del
camino, gentes sin ley, eso decían los otros; lo que no consiguieron leyes ni
persecuciones lo consiguió el plástico, la hojalata empezó a verse como una
antigualla, lo moderno era llenar la casa de plástico, murió la hojalata y nos
quedamos sin oficio, o sin futuro, obligados a vivir siempre en domicilio fijo
y obligados a buscar currelo, en la mercha o de feriante”
Ese
es el mundo de los mercheros, gentes con sus leyes propias y sus costumbres,
pero a la vez un grupo humano en proceso de transformación e, inevitablemente,
de absorción. Mercheros, quinaores, languis, lañadores, componedores,
quinquilleros reconvertidos pero visibles si, como le pasa a Sátur, se dan a la
vez la casualidad del encuentro y el interés por conocerlos, eso que les
explica a sus amigos en el Potomac:
“…mercheros, campesinos sin tierra, moriscos
acorralados, buhoneros, artesanos que huyen del control férreo ejercido por los
gremios medievales, en definitiva, gentes que se niegan a aceptar el yugo de la
Iglesia y del Estado, y que deciden hermanarse en una red de socorro mutuo sin
más pretensión que la de moverse libremente, ejerciendo su oficio de pueblo en
pueblo, gentes que han podido soñar durante siglos libremente aunque los suyos
fueran sueños de hojalata es decir sueños de pobres que iban de aquí para allá
con lo puesto, vale, sí, pero sin someterse a nadie”
Si en la novela Ganadería diplomada,
presentada también aquí hace tres años, Javier Bermejo nos mostraba dos
mundos paralelos, el de los adultos y el de los chicos, que hacían avanzar el
relato de manera trenzada y cronológica, en Sueños de hojalata los dos
mundos más arriba descritos hacen que la narración avance y retroceda según sea
quien nos lo cuenta; ambos mundos conforman una narración que el lector percibe
como una constelación que avanza con múltiples detalles, con miradas muy
diversas, que permiten conocer mejor la densidad del contenido y la esencia y
el meollo del libro.
Aunque en Sueños de hojalata
encontramos narración a la manera clásica y unos diálogos siempre bien
trabados, hay también varios monólogos interiores que, en mi opinión,
suponen un formidable esfuerzo estilístico cuyos resultados me parecen lo más
logrado del libro. Unos monólogos en los que el autor pone por escrito lo
primero que se les pasa por la cabeza a algunos de los personajes, tal y como
aparece en su cerebro, todo seguido, abigarrado, revuelto en un larguísimo
párrafo sin punto final. Esos monólogos de Roque, de Pura, de Conce, de Feli,
nos dan a conocer, con una prosa vibrante y libre, las formas de vivir y las
costumbres del mundo merchero, unas páginas en las que esos personajes se abren
en canal y nos muestran por qué son protagonistas de una tragedia
contemporánea.
Así en el monólogo de Feli:
“…aquel viaje para ver a la familia, que nos
juntábamos lo menos cuarenta, siempre por el mes de marzo, porque luego ya
algunos trabajaban en las ferias entre abril y octubre, y esa reunión, para
nosotros, era mucho más importante que la navidad para otra gente, ni comparación,
una costumbre de siglos, juntarse una vez al año para saber cómo estábamos
todos, recordar otros tiempos y jugar con los primos, o celebrar a lo grande si
ese año había nacido alguno más, o una boda, o para ayudarnos si le había
ocurrido alguna desgracia a alguien de la familia, era la forma de enterarnos,
porque casi nadie tenía móvil aún, y algunos ni siquiera domicilio fijo, todo
el año en la caravana, y luego para los más mayores, bueno, y para todos, la
ilusión de comer un buen guiso de liebre
hecho con leña de encina, o de olivo, dos o tres días inolvidables, casi ya lo
único que nos quedaba de las costumbres nuestras, como quien dice el final de
un viaje de siglos”
Quiero destacar, por otro lado, la osadía de
esa atinada escritura casi cinematográfica del comienzo del libro y el acierto
de acabar la novela con la misma escena y en el mismo estilo, eso sí, dando ya cuenta de algunos pormenores que al
principio obviamente no aparecen.
En definitiva, estamos ante un esfuerzo
exhaustivo para dotar a Sueños de hojalata de una compleja creación
formal en la que los monólogos, los diálogos, la narración y las descripciones
nos lleven de la mano en una novela que se lee con deseo y con fruición. Como
en los mejores relatos de investigación, la lectura de esta novela es rápida y
frenética; quizá por eso yo aconsejaría una segunda lectura, pues creo que Sueños
de hojalata la merece, para así paladear todo lo que en ella se cuenta y
cómo se cuenta, y también para dejarse llevar por las muchas músicas que en el
libro aparecen y por los textos de Fernando Pessoa que encabezan cada capítulo,
otro hallazgo y un guiño, pues en Sueños de hojalata hay un exhaustivo
trabajo de investigación y de documentación, un trabajo que en una segunda
lectura se disfruta y se aprecia mucho mejor.
En fin, deseamos mucho éxito para la novela,
aunque yo creo que el de Sueños de hojalata no ha hecho más que empezar,
solo le falta una buena difusión y la suerte de encontrar al mecenas que tan
pocas veces se hace presente. Mientras ese mecenas llega, que llegará, aquí
estamos todos hoy para manifestar nuestra alegría por ver publicada la novela Sueños
de hojalata y para expresar nuestro más sincero agradecimiento a su autor, Javier
Bermejo, quien ha hecho el esfuerzo de crearla en estos años de epidemia y de
confinamiento. Enhorabuena Javi, profesor de
oficio, corredor por deleite y, desde siempre, un ameno contador de historias.
Muchas gracias.
Muchas gracias. Todo esto no habría sido posible sin tu ayuda y la de algunos más. Os debo lo poco o mucho de bueno que pueda tener esta historia.
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