lunes, 19 de septiembre de 2022

Presentación de la novela Sueños de hojalata, de Javier Bermejo

Ayer se presentó la novela de Javier Bermejo titulada Sueños de hojalata en la biblioteca Eugenio Trías de Madrid. En este mismo lugar se presentó hace tres años la primera novela de Javier, Ganadería diplomada, y de aquel acto traigo aquí un enlace, por si se quiere recordar, o conocer, cómo fue.

https://roblesamarillos.blogspot.com/2019/09/ganaderia-diplomada-el-libro-de-javier.html


Vamos a dar cuenta ahora de cómo se desarrolló el acto de la presentación de Sueños de hojalata, esa nueva novela en la que se cruzan por azar la vida de un músico en crisis y los avatares de una familia de mercheros.

Era una sala de la hermosa biblioteca antes citada, toda ella llena de personas interesadas en la presentación del libro de Javier: familia, amigos, paisanos, compañeros de maratones y entrenamientos y colegas profesores. Unas sesenta personas esperaban el comienzo del acto, que se inició con puntualidad impecable.

Empezó el autor, Javier Bermejo, quien, en una breve introducción, dio a conocer algunos pormenores del proceso de creación y escritura de Sueños de hojalata, y destacó que fue redactándola en el tiempo más duro del confinamiento por covid, lo que, sin duda, le sirvió para llenar de contenido aquellos días tan largos y tan recelosos. Después presentó a quienes iban a hablar en el acto: Jesús Bermejo, hermano del autor y maestro jubilado, Martín García, amigo de Javier y profesor de instituto y Patricia Garrido, antigua alumna del autor y neuróloga en ejercicio en dos hospitales de Madrid.

Jesús Bermejo hizo una breve disertación sobre la novela partiendo de lo que parece ser que fue la génesis de la misma, un juicio oral en Madrid, y señalando los principales personajes del relato. Hizo especial hincapié en los personajes mercheros, su estilo de vida, sus códigos y sus costumbres. Destacó el uso de monólogos interiores, tanto desde el punto de vista formal como desde una perspectiva de contenido, pues hace que ciertos personajes mercheros expresen sus pensamientos y sentimientos que de ninguna otra forma conoceríamos. Recomendó leer la novela una segunda vez, por sus muchos hallazgos -música, citas de Pessoa- y por su exhaustiva documentación.

Martín García expuso en su intervención un análisis pormenorizado sobre los narradores de la novela, un narrador externo general, otro narrador específico, Sátur, que nos cuenta lo que va averiguando de la trama relacionada con el asesinato ocurrido junto a él, y varios narradores internos: el propio Sátur y todos los personajes que en la novela desarrollan un monólogo interior. Y, en su opinión, observó en qué momentos le parecía que tras la sombra de Sátur estaba el autor. También destacó la documentación relativa al vocabulario merchero y aplaudió que no hubiera notas a pie de página al respecto, pues el contexto aclaraba las palabras que pudieran desconocerse. Y dedicó un tiempo a resaltar la figura de Fernando Pessoa, el autor de los versos que encabezan cada capítulo de Sueños de hojalata, destacando su estilo, su forma de estar en el mundo y sus heterónimos.

Patricia Garrido, después de hacer una breve descripción de la novela, eligió el método de la entrevista al autor para seguir analizando Sueños de hojalata. Hizo diversas preguntas, tanto en lo referente a los diversos personajes, como en asuntos de tipo formal o de contenido, profundizando en algunos tratados con anterioridad: estilo de vida de los mercheros, sus códigos y sus costumbres, los monólogos interiores, la música, las citas de Pessoa, la exhaustiva documentación. También preguntó acerca de cuáles eran los personajes protagonistas según el autor, y si había pensado en un posible toque feminista de la novela. A todo ello contestó Javier con concisión y terminó diciendo que en algún momento pensó en que quizá debería volver a escribir la novela y que toda ella fuera un monólogo de Feli. Pero, afirmó, ya está así y así se queda.

Después de un breve coloquio, Javier siguió firmando libros para sus lectores y, cuando terminó, nos fuimos a celebrarlo a la cervecería de enfrente, y brindamos por él, por sus personajes y por todos nosotros.

Como dispongo del texto de mi intervención, aquí lo subo

Buenas tardes a todos y muchas gracias por asistir a la Presentación de Sueños de hojalata, la novela de Javier Bermejo, editada por Oportet, que hoy ofrecemos en este espacio de cultura tan singular.

Hace ya algunos años, Javi me contó que estaba asistiendo a las sesiones de un juicio oral en el que había expresado su testimonio una mujer cuya presencia y actitud habían sobrecogido al tribunal y a todos los asistentes. Me decía Javi:

“…una mujer impresionante; una figura esbelta, vestida de luto, los gestos, los ademanes; su presencia cortaba el silencio de la sala; ella sola, con su mirada, concentraba la de todos, abducidos por aquella presencia tan impactante; una mujer elegante, austera, que mostraba un poder indiscutible y que, a la vez, parecía estar dotada de una discreción total…”

Ese personaje, tanto por lo que dijo en su declaración en la sala como, sobre todo, por lo que no dijo, fue el germen de Sueños de hojalata. Desde aquel chispazo del juicio hasta hoy han pasado más de cuatro años, un tiempo aprovechado por Javi para tejer una malla en la que aquella realidad, y aquellas sesiones del juicio oral, han dado paso a una ficción en la que aparecen dos mundos bien diferenciados, que de vez en cuando convergen y se trenzan, gracias a una red de relaciones que los va fundiendo en el magma del relato.

Uno de esos mundos es el de los personajes espectadores de la trama, esos que viven al margen del otro mundo, al que luego nos referiremos, y que, sin embargo, necesitan saber de él, que narran lo que suponen que sucede a los otros y que, en algunos casos, observan cómo el drama de su vida corre en paralelo del drama de aquellos otros que contemplan desde una distancia que se va acortando conforme fluye la novela.

Estamos hablando de Sátur, ese músico profesional en crisis, quien desde que murió Julia, su mujer, no encuentra fuerzas para salir adelante. Estamos hablando de esta tertulia en el Potomac con sus amigos, una tertulia tan creíble como interesante y bien trabada, una tertulia llena de ironía, de sentido del humor y de un pesimismo que se hace más llevadero con unas copas lentas compartidas.

Esa tertulia se ve conmovida por la muerte de un joven, ocurrida a veinte metros de donde estaba Sátur un día. Esa muerte violenta les va a conmocionar a todos, a Sátur, a Morante y a Míchel, va a movilizar la vida del músico y va a propiciar que participe a su manera en el juicio, estableciendo relaciones con muy diversos personajes y elucubrando de mil maneras acerca de lo que pudiera haber detrás de aquella muerte tan violenta. Sátur y su tertulia serán la puerta de entrada en Sueños de hojalata, ellos van a ser los cicerones para adentrarse en la novela, para discurrir por su devenir.

El otro mundo, al que antes nos referíamos, es el de la mujer de negro, es el de un grupo social en plena crisis, es el mundo de los mercheros, al que certeramente hace justicia el título de la novela, Sueños de hojalata. Es el mundo de Pura y de Manuel, el de Roque y Conce, el de Feli y Santi, el de Goro y Alfonso, el de Rosi y Yoli. Es el mundo de los mercheros, un grupo social que mantiene a rajatabla sus principios esenciales: valor, austeridad y silencio. Un grupo humano en proceso de transformación que, al abandonar el oficio de la hojalata debido a la invasión del plástico, tuvo que buscarse la vida en la feria y el comercio, en los mercadillos y en el tajo, en el trile y en otras faenas fronterizas.

Dice Roque:


“…qué chungo lo hemos tenido siempre, chungo desde mucho antes de nacer; como decía mi abuelo, somos como el pedernal, venimos de muy antiguo, de cuando nos lo jugamos todo a una carta para vivir sin amo, sin obispos ni reyes, más de quinientos años hasta hoy; nuestro camino, el polvo, y el cielo, nuestro hogar, esa es la ley de la hojalata; y todo eso se acabó, eso de llegar a un pueblo, ¡hojalaaaata, lañaoooooor!, un arte como no hay otra, el que aprende a lañar tiene el secreto del fuego y de los metales, llevamos siglos taponando cántaros y peroles, lo que nadie más quiso ni supo hacer nunca; cuánto de plomo y cuánto de estaño, mi bato componía un caldero en un abrir y cerrar de ojos; gentes del camino, gentes sin ley, eso decían los otros; lo que no consiguieron leyes ni persecuciones lo consiguió el plástico, la hojalata empezó a verse como una antigualla, lo moderno era llenar la casa de plástico, murió la hojalata y nos quedamos sin oficio, o sin futuro, obligados a vivir siempre en domicilio fijo y obligados a buscar currelo, en la mercha o de feriante”

Ese es el mundo de los mercheros, gentes con sus leyes propias y sus costumbres, pero a la vez un grupo humano en proceso de transformación e, inevitablemente, de absorción. Mercheros, quinaores, languis, lañadores, componedores, quinquilleros reconvertidos pero visibles si, como le pasa a Sátur, se dan a la vez la casualidad del encuentro y el interés por conocerlos, eso que les explica a sus amigos en el Potomac:

“…mercheros, campesinos sin tierra, moriscos acorralados, buhoneros, artesanos que huyen del control férreo ejercido por los gremios medievales, en definitiva, gentes que se niegan a aceptar el yugo de la Iglesia y del Estado, y que deciden hermanarse en una red de socorro mutuo sin más pretensión que la de moverse libremente, ejerciendo su oficio de pueblo en pueblo, gentes que han podido soñar durante siglos libremente aunque los suyos fueran sueños de hojalata es decir sueños de pobres que iban de aquí para allá con lo puesto, vale, sí, pero sin someterse a nadie”

Si en la novela Ganadería diplomada, presentada también aquí hace tres años, Javier Bermejo nos mostraba dos mundos paralelos, el de los adultos y el de los chicos, que hacían avanzar el relato de manera trenzada y cronológica, en Sueños de hojalata los dos mundos más arriba descritos hacen que la narración avance y retroceda según sea quien nos lo cuenta; ambos mundos conforman una narración que el lector percibe como una constelación que avanza con múltiples detalles, con miradas muy diversas, que permiten conocer mejor la densidad del contenido y la esencia y el meollo del libro.

Aunque en Sueños de hojalata encontramos narración a la manera clásica y unos diálogos siempre bien trabados, hay también varios monólogos interiores que, en mi opinión, suponen un formidable esfuerzo estilístico cuyos resultados me parecen lo más logrado del libro. Unos monólogos en los que el autor pone por escrito lo primero que se les pasa por la cabeza a algunos de los personajes, tal y como aparece en su cerebro, todo seguido, abigarrado, revuelto en un larguísimo párrafo sin punto final. Esos monólogos de Roque, de Pura, de Conce, de Feli, nos dan a conocer, con una prosa vibrante y libre, las formas de vivir y las costumbres del mundo merchero, unas páginas en las que esos personajes se abren en canal y nos muestran por qué son protagonistas de una tragedia contemporánea.

Así en el monólogo de Feli:

“…aquel viaje para ver a la familia, que nos juntábamos lo menos cuarenta, siempre por el mes de marzo, porque luego ya algunos trabajaban en las ferias entre abril y octubre, y esa reunión, para nosotros, era mucho más importante que la navidad para otra gente, ni comparación, una costumbre de siglos, juntarse una vez al año para saber cómo estábamos todos, recordar otros tiempos y jugar con los primos, o celebrar a lo grande si ese año había nacido alguno más, o una boda, o para ayudarnos si le había ocurrido alguna desgracia a alguien de la familia, era la forma de enterarnos, porque casi nadie tenía móvil aún, y algunos ni siquiera domicilio fijo, todo el año en la caravana, y luego para los más mayores, bueno, y para todos, la ilusión de comer un buen guiso de liebre hecho con leña de encina, o de olivo, dos o tres días inolvidables, casi ya lo único que nos quedaba de las costumbres nuestras, como quien dice el final de un viaje de siglos”

Quiero destacar, por otro lado, la osadía de esa atinada escritura casi cinematográfica del comienzo del libro y el acierto de acabar la novela con la misma escena y en el mismo estilo, eso sí, dando ya cuenta de algunos pormenores que al principio obviamente no aparecen.

En definitiva, estamos ante un esfuerzo exhaustivo para dotar a Sueños de hojalata de una compleja creación formal en la que los monólogos, los diálogos, la narración y las descripciones nos lleven de la mano en una novela que se lee con deseo y con fruición. Como en los mejores relatos de investigación, la lectura de esta novela es rápida y frenética; quizá por eso yo aconsejaría una segunda lectura, pues creo que Sueños de hojalata la merece, para así paladear todo lo que en ella se cuenta y cómo se cuenta, y también para dejarse llevar por las muchas músicas que en el libro aparecen y por los textos de Fernando Pessoa que encabezan cada capítulo, otro hallazgo y un guiño, pues en Sueños de hojalata hay un exhaustivo trabajo de investigación y de documentación, un trabajo que en una segunda lectura se disfruta y se aprecia mucho mejor.

En fin, deseamos mucho éxito para la novela, aunque yo creo que el de Sueños de hojalata no ha hecho más que empezar, solo le falta una buena difusión y la suerte de encontrar al mecenas que tan pocas veces se hace presente. Mientras ese mecenas llega, que llegará, aquí estamos todos hoy para manifestar nuestra alegría por ver publicada la novela Sueños de hojalata y para expresar nuestro más sincero agradecimiento a su autor, Javier Bermejo, quien ha hecho el esfuerzo de crearla en estos años de epidemia y de confinamiento. Enhorabuena Javi, profesor de oficio, corredor por deleite y, desde siempre, un ameno contador de historias.

Muchas gracias.





 



1 comentario:

  1. Muchas gracias. Todo esto no habría sido posible sin tu ayuda y la de algunos más. Os debo lo poco o mucho de bueno que pueda tener esta historia.

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