miércoles, 9 de octubre de 2019

The House of The Rising Sun / La casa del sol naciente


Ya hace más de tres años subí un post a este blog sobre la canción La casa del sol naciente. Sigue y sigue creciendo en  mi cabeza y en mi consideración. Este verano se la oí cantar a un amigo joven, con su grupo, en una fiesta. Creo, con cierto humor, que mis ensayos en el campo, a voz en grito, deben dar paso a un ensayo sistemático: quiero cantar esta canción contigo y con tu grupo, Bruno. Mientras tanto, sigamos con la guitarra, y con la voz en grito en el camino del Zauce.




7 de julio de 2016
Desde ayer no para de dar vueltas esta canción en  mi cabeza. Subí el vídeo de The Animals a este blog y ha sido un no parar todo el tiempo. Recuerdos, descubrimiento del contenido, melancolía y unas ganas tremendas de cantarla a voz en grito imitando el desgarro contenido de la voz de Eric Burdon.


En esta grabación, de 1964,  Burdon tenía 25 años. Cincuenta años después, sigue con esa voz desgarrada y canta una versión libre de esta canción en el festival de san Javier, Murcia. Como el vídeo dura nueve minutos, avanza hasta el tres y lo verás.




The House of The Rising Sun
The Animals

There is a house in New Orleans
They call  The Rising Sun
And it’s been the ruin of many a poor boy
And god i know i’m one.

My mother was a tailor
She sewed my new blue jeans
My father was a gambling man
Down in New Orleans.

Now the only thing a gambler needs
Is a suitcase and a trunk
And the only time he’s satisfied
Is when he’s on a drunk.

Oh mother, tell your children,
Not to do what i have done
Spend your lives in sin and misery
In the house of The Rising Sun.

I got one foot on the platform
The other on the train
I’m going back to New Orleans
To wear that ball and chain.
There is a house in New Orleans
they call The Rising Sun
and it’s been the ruin of many a poor boy
and god i know i’m one.

Traducción

Hay una casa en Nueva Orleans
La llaman  El Sol Naciente
Ha sido la ruina de muchos pobres  chicos
 Dios sabe que soy uno de ellos.

Mi madre era costurera
Cosía mis vaqueros nuevos
Mi padre era jugador
Ahí en Nueva Orleans.

Ahora, lo único que un jugador necesita
es una maleta y un triunfo
Y el único momento en que está satisfecho
Es cuando está borracho.

Oh madre dile a tus hijos
Que no hagan lo que yo he hecho
Gastar sus vidas en el pecado y la miseria
En la casa del Sol Naciente.

Tengo un pie en el andén
El otro pie en el tren
Voy de vuelta a Nueva Orleans
Para ponerme la bola con la cadena.

Hay una casa en Nueva Orleans
 La llaman El Sol Naciente
Ha sido la ruina de muchos pobres chicos 
Dios sabe que soy uno de ellos.


Versión del grupo español Lone Star:




Tomado del blog “El trastero de palacio”


Canciones con historia: La casa del sol naciente. The Animals

A veces escuchar una canción nos traslada sin remedio a una época añorada. “La casa del sol naciente” siempre me recordará la etapa estudiantil en las Universidades Laborales. Una de las canciones memorables de los 60, pieza clásica de nuestro repertorio, salía a la palestra a la menor ocasión: viajes, reuniones de amigos, festivales…; lo de menos era el lugar, lo más importante… el motivo.

“La casa del sol naciente” (“The house of the rising sun”), canción de origen muy antiguo y autor desconocido, hay quien sitúa sus raíces en el folk americano más profundo de la Louisiana del siglo XIX. La primera grabación que se conoce, interpretada por Clarence Ashley y Gwen Foster, data del año 1934 en Nueva Orleans. Una balada folk tradicional transmitida de forma oral de unos a otros que según Clarence aprendió de su abuelo. Sin embargo, otras teorías cuestionan este origen y lo sitúan más atrás, en los años 20. En su versión original habla de la triste historia de un burdel, “La casa del sol naciente”, dedicado al juego y a la prostitución. Su nombre era un pequeño homenaje a Madame le Soleil, la mujer que lo regentaba en la hermosa ciudad del Delta del Missisipi, de infausto recuerdo por la desolación que dejó a su paso el no muy lejano huracán Katrina. Un local abierto en 1862, que cerró a los dos años por las continuas quejas de sus vecinos.

Fueron The Animals en 1964 quienes realmente hicieron popular “La casa del sol naciente” a nivel mundial. Aunque conserva su aire melancólico original, tuvieron que modificar la letra para hacerla acorde con el puritanismo reinante en las emisiones radiofónicas: en el local lo que domina es la adicción al juego y al alcohol, sin apenas referencias al libre albedrío de su origen folk. Una canción que cuenta la hermosa historia de un hombre borracho y jugador que fragua sus desventuras en lo más hondo de una lúgubre taberna a la que muchos acudían en busca de refugio y comprensión para tratar de olvidar sus problemas. Lo dice muy bien Eric Burdon, su excepcional cantante, cuando se refiere en sus primeras estrofas al consejo que una madre debe dar a sus hijos para que no sigan ese ejemplo de perdición: “Hay una casa en Nueva Orleans que llaman del sol naciente, ha sido la ruina de muchos pobres chicos. Dios sabe que yo soy uno de ellos”.

The Animals es un grupo británico formado Eric Burdon (cantante y líder), Alan Price (teclados), Hilton Valentine (guitarra), John Steel (batería) y Chas Chandler (bajo). Su música se basaba en el blues y el rhythm and blues tan en boga en los año 60. Al principio se dedicaron a versionar canciones de éxito de John Lee Hooker, Sam Cooke, Ray Charles o Nina Simone, entre otros; incluso Bob Dylan en sus inicios tuvo una pequeña participación con la banda. De hecho, el primer single de The Animals, “Baby let me take you home”, es una adaptación de la canción de Dylan “Baby let me follow you down”. Llegó al número 21 en las listas inglesas, lo que no estaba nada mal para ser su primer disco. Muy poco después lanzaron su gran éxito, la adaptación “The house of the rising sun”. El single incluía en su cara B “Talkin’ ‘bout you” del gran Ray Charles. La gran aceptación de sus conciertos en directo hizo que decidieran grabarla en una parada intermedia durante una gira por Inglaterra con el flamante ídolo del rock Chuck Berry. Era tan grande su calidad como grupo que… ¡¡les salió espléndida a la primera toma!! Una canción con un inicio fulgurante, el famoso arpegio de Hilton Valentíne, inspiración de tantos guitarristas y que muchos jóvenes intentan emular desde entonces, en la que destaca sobre todo la desgarradora y singular interpretación vocal de Eric Burdon. Según contaba el escritor Ralph McLean en la BBC: “Con este tema el rostro de la música moderna ha cambiado para siempre”.

The Animals era el segundo grupo británico, el primero fue The Beatles, que alcanzó el nº 1 en las listas de Inglaterra y EEUU. Poco después de “La casa del sol naciente”, sacaron su primer LP “The Animals” con grandes canciones como “I’m crying”, “Don’t let me be misunderstood” o “We’ve gotta get out of this place”, que llegaron también a los primeros puestos de las listas. Sin embargo, muy pronto, en 1965, se produce la primera crisis de la banda con el abandono por motivos personales y de salud de Alan Price. También por la lucha por el liderazgo del grupo. El resto de sus componentes tampoco se mostraban muy conformes con el desarrollo de su carrera musical, demasiado comercial, por lo que a principios de 1966 deciden romper con su casa discográfica. Antes, preludio de su disolución posterior a finales de ese año, ya se había producido también la marcha de John Steel. En 1967, en una etapa marcada por un nuevo estilo, Eric Burdon refunda la banda bajo el nombre de “Eric Burdon and The Animals”, pero los frecuentes cambios entre sus miembros hacen que el grupo no alcance la estabilidad y termine por desaparecer en 1969 después de publicar un doble álbum, “Love”, con un último éxito “Sky Pilot”. Con el paso de los años, los originales The Animals se reúnen en esporádicas ocasiones, en 1977 graban “Before we were so rudely nterrupted” y en 1983 un par de discos más. Todo bajo una época ya muy decadente.

Grandes intérpretes no han dudado en incluir en su repertorio a “La casa del sol naciente”. Muchos antes que los propios The Animals. Entre las numerosas versiones grabadas destacan artistas tan reconocidos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Bob Dylan, Joan Báez, una delicia con su voz melancólica, The Beatles, Nina Simone, espléndida, o Bon Jovi. En unos años en que el fenómeno musical de los 60 se extendía por todo el mundo, en España tuvo gran éxito la versión en castellano del conjunto Lone Star. Los idiomas no eran la nuestro, y una canción como “La casa del sol naciente”, además de escucharla, es necesario sentirla y Los Lone Star lo hacían muy bien. Años más tarde, Bruno Lomas, gran rockero, sacó un single con un éxito relativo. Canción excepcional y revolucionaria en su tiempo a pesar de tratarse de una adaptación de una vieja canción folk, su sonido era tan nuevo y singular que está considerada como el primer gran éxito de la música folk rock. La revista The Rolling Stones no ha dudado en incluirla entre las 500 mejores canciones de todos los tiempos. Su particular sonido, su comienzo de guitarra, extraordinario, y la gran interpretación de Eric Burdon, la hacen especial: una canción mágica.




lunes, 7 de octubre de 2019

De lobos y personas


Traigo aquí un texto que subí al blog en 2012. Me sigue gustando mucho. Y lo acompaño de otro post de 2009, también relacionado con lobos y personas.

Alobarse
“En estos días de invierno estoy releyendo el libro Judíos, moros y cristianos, de Camilo José Cela. Me ha impresionado, de nuevo, el episodio en el que se nos cuenta el caso de un mozo que, caminando por la noche, se alobó.
Un día después de leer ese texto fui a ver a mi padre. Le pregunté, mientras tomábamos un café junto a su mesa camilla, si conocía la palabra alobarse. No la conocía pero me contó una historia. Traigo aquí el texto de Cela y la historia de mi padre.”
                          
El texto de Cela
                                               
“El caminante, ni ve ni escucha al lobo. El caminante va silbando, va tranquilo, por el senderillo. A lo mejor, el caminante piensa en el fuego de su cocina, que arde entre dos piedras y no se apaga en toda la noche. Se está a gusto sentado en el escabel, al lado del fuego de la cocina, ya mortecino pero aún calentador, descabezando el último sueñecico de la madrugada, con el gato al lado y un cuenco de leche tibia esperando. La noche está algo dura, pero el caminante, la boina calada, las manos en los bolsillos, la bufanda de tres vueltas guardándole el aliento, se defiende pisando, bien pisado, el suelo. El caminante, ¿qué le ha sucedido?, de repente tiene miedo. El caminante ni ve ni escucha al lobo. El caminante nota que un tiritón le corre por el espaldar. El caminante alerta la vista y aguza el oído. No; el caminante ni ve ni escucha al lobo. Al caminante la frente le suda frío, las carnes le tiemblan, el cabello se le eriza, el corazón parece como desbocársele. Al caminante le golpea la sangre en las sienes. El caminante se vuelve y allí está el lobo, con los ojos como carbunclos, la boca abierta enseñando el colmillo poderoso, la lengua fuera, el pecho fuerte, el espinazo hirsuto. El caminante se alobó.
 -Un servidor piensa que es como para desorientarse, ¿verdad usted?, y el que se desorienta… ¡malo!
Para el vagabundo, y para las gentes de Ávila de quienes lo aprendió, esto de alobarse es como una inmediata adivinación del lobo, algo así como saber al lobo con el alma antes de que con los sentidos. Al alobado, le suele avisar el canguelo; en este entendimiento lo decía el pastor muchacho del camino de Bohoyo.
 -Pero con un buen mastín! Por aquí no hay buenos mastines, criar un mastín vale un riñón… Eso es para ricos…
El lobo ataca sin avisar a las mujeres y a los niños, se conoce que prefiere ir más sobre seguro. A los hombres los aloba, antes. Alobarse también puede ser encogérsele a uno el ombligo ante el lobo, como al pajarito ante la serpiente. El caminante ve al lobo, que está sentado sobre los cuartos de atrás, tan flamenco. El caminante que tiene ya muchas noches de lobos en la memoria, sabe que su papel es no dar la espalda.
-¡To, lobo! ¡To, lobito, lobo! ¡To lobo!
El lobo lo deja pasar sin tocarle. El caminante confía en que la palabra lo escude. A nadie se le ocurre pegarle un palo al lobo, de buenas a primeras. 
-¡To, lobo! ¡To, lobito, lobo!
El lobo comienza a seguir al caminante por veredas y prados, por desgalgaderos y relejes y trochas. No caen cerca ni el poblado ni el pinar, y el lobo, que es un buen táctico del monte y de la nava, jamás ataca a destiempo. El caminante no vuelve la cabeza. El caminante habla procurando templar la voz.
-¡To, lobo! ¡To, lobito!
El lobo da una corta carrera - ¡ay, el trote lobero estremecedor! – y pasa pegado al caminante; tan pegado que, al pasar, le pega con el rabo, suave, suave, en las piernas. El caminante fuerza por mantener la voluntad. 
-¡To, lobo, to…!
El lobo lo espera, veinte pasos más adelante, para repetir la maniobra, dos, tres, cinco veces, las que haga falta; todo es cuestión de paciencia. El caminante sabe que si aguanta hasta las primeras luces del alba, está salvado; el lobo huye con el día.
-¡To, lobo…!
El caminante, a la segunda, a la tercera, a la quinta vez, ¿qué más da, si todo es cuestión de paciencia?, siente flaquear las piernas, ve turbia la estrella que veía clara, nota un tembleque en la voz. El caminante quema su último fervor, ya desesperado.
-¡To…!
El lobo vuelve a la carga, gruñendo raramente, extrañamente, regocijadamente.
-¡Ah!
El caminante, con su postrer aliento, se derrumba. El caminante se alobó. El lobo se echa sobre el caminante y lo mata de un bocado en el cuello. Es muy rápido el lobo, muy limpio para matar. El caminante, que sufrió con el alma mientras aún de pie y caminando, agonizaba, casi ni nota dolor en el cuerpo, en el instante de morir.
-¿Y si se sube a un árbol?
- No le da tiempo; si prueba a subirse a un árbol, como si intenta guarecerse en las casas o en el pinar, el lobo le presenta batalla.
El chucho Morito, con las orejas enhiestas, no perdía detalle.
Si viene de hambre o en compañía, el lobo también va a la guerra con derechura y sin mayor cuidado ni preparación. A Morito, como de San Roque, se le fue el hilo por distraerse persiguiendo a la pintada mariposa. 
Los animales no se aloban, sólo se aloba el hombre. La oveja se entrega; se le vidrian los ojos, se le engrasa el hocico y se entrega. La cabra huye monte arriba, a las peñas a las que no llega el lobo. Las vacas forman un redondel, culo con culo y reciben al lobo a cornadas. Las yeguas también pintan la rueda, cara con cara, y saludan la lobo a coces. Las vacas y las yeguas guardan, con sus cuerpos y en medio del aro, al ternero y al potrillo. El lobo brinca para morder a las vacas en la ubre y a las yeguas detrás de la oreja, donde nace la crin. El perro, pelea.”


La historia de mi padre

Como decía antes, le pregunté a mi padre, recién releído el texto de Cela, si se usaba en el pueblo la palabra alobarse y me dijo que él no la había oído. Y luego me contó una historia.

"En mis tiempos sí había bastantes lobos cerca del pueblo. Había muchas vacas y ovejas y cabras, entonces abundaban, no como ahora.
Un día de junio las vacas nuestras, con los chotos y los terneros, se presentaron en el pueblo. Se habían escapado del Llano Mayor, junto a la sierra. Al ojear el camino, vimos que a uno de los chotos lo habían matado los lobos en la cerca Marigonzal, cuando venían al pueblo por la mañana. Se conoce que los lobos estuvieron rondándolas y por eso se escaparon.
Esa noche las vacas durmieron en el pueblo, pero a la mañana siguiente las llevamos de nuevo al Llano Mayor. Cuando fuimos a asomarnos al otro día, las vacas no estaban en el prado. Se habían escapado pero ya no volvieron al pueblo; se fueron por el cordel a Extremadura, a la dehesa donde habían estado el invierno anterior. Las pudimos pillar con los caballos ya cerca de Plasencia..."
(-¡To, lobo! ¡To, lobito, lobo! )








Romance de la loba parda

Siempre me ha gustado el romance de La loba parda. Parece una historia realista pero tiene un toque fantástico. El pastor, la loba y los perros establecen un diálogo creíble, pero a la vez imposible. De tan sencillo y popular, este romance es la depuración misma del Romancero y en sus cientos de versiones, desde Extremadura a Soria, pasando por Segovia y Ávila, desde La Rioja a Toledo, desde Asturias y León a las dehesas de Badajoz, cuando cantan La loba parda los más viejos del lugar, pocos ya, sobrecoge oír nuestra tradición venida directamente del fondo de los tiempos.

Viendo la Exposición del colegio Estudio de Madrid, en la Residencia de Estudiantes, observé que tenían escrito con tiza escolar, en uno de los paneles, el romance de La loba parda. La directora del colegio, Jimena Menéndez Pidal, encontró en su centro el lugar adecuado para estimular a los alumnos en el estudio y admiración de la tradición oral. Y en ese romance, escrito con tiza en la pared, me pareció ver el mejor resumen de aquel centro singular en plena posguerra, donde había coeducación, escuela activa y libertad.
Traigo aquí, en primer lugar, una versión recogida por Ramón Ménéndez Pidal, la más depurada de las que encontró. Luego, os sugiero oír la versión cantada por Joaquín Díaz mientras váis leyendo la letra por él recogida. También incluyo una tercera versión, recogida por María Victoria Navas en Los Navalmorales (Toledo), como homenaje a todos los que han buscado romances por tantos pueblos de España, pues ellos y ellas han hecho posible que la rica tradición oral de nuestro país esté a salvo, para conocimiento y estudio de las generaciones presentes y venideras.


Versión recogida por Ramón Menéndez Pidal

Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada,
venían echando suertes cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra, nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos para el domingo de Pascua.
Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito la loba ya va cansada.
-¡Tomad, perros, la borrega, sana y buena, como estaba!
-¡No queremos la borrega, de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja pa' el pastor una zamarra;
el rabo para correas, para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas;
las tripas, para vihuelas para que bailen las damas!-

Versión recogida y cantada por Joaquín Díaz

Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las estrellas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada,
venían echando suertes a ver a quién le tocaba;
le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como puntas de navaja.
-¿Dónde vas, loba maldita, a dónde vas, loba malvada!-
-¡Voy por la mejor borrega que tengas en la majada!-
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada,
y a la otra vuelta que dio, sacó una cordera blanca.
-¡Aquí, mis siete cachorros! ¡Arriba, perra guardiana!,
Que si me matáis la loba, la cena tenéis doblada,
y si no me la matáis, cenaréis de mi cayada-.
Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por vegas y por montañas.
Al subir un alto cerro por una sierra muy agria
le dan unos pechugones que en vilo la levantaban.
Al saltar un arroyuelo la loba ya va cansada.
-¡Tomad, perros, la borrega, buena y sana, como estaba!-
-¡No queremos la borrega, de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja 'pa' el pastor una zamarra;
de tu cabeza, un zurrón para guardar las cucharas;
de tus orejas, pendientes y de tus patas, polainas;
las tripas, para vihuelas, para que bailen las damas!-


Versión recogida por María Victoria Navas en Los Navalmorales (Toledo)
Transcripción musical: Rafael Cabrera.
Informantes: Joaquín García, Dimas Gómez y Angelita Campillo

Y estando un pastor en vela remendando su zamarra,
vio de venir siete lobos y en medio la loba parda.
-¡No te arrimes, no te arrimes, no te arrimes, loba parda,
que tengo siete cachorros y la perra trujillana
y el perrito de los hierros, que para ti sola basta!-
Dio tres vueltas a la red y no pudo sacar nada;
y volvió a dar otras tres, sacó una cordera blanca,
que la tenían sus amos para celebrar la pascua.
-¡Si me la traéis aquí, la cena tendréis doblada,
siete calderos de leche y otros siete de cuajada;
y si no me la traéis, con lo gordo de la vara!-
La corrieron siete leguas por una larga montaña,
la corrieron otras siete por una tierra muy agria,
y al entrar en la lobera, la agarró la trujillana.
-¿Suéltame, trujillanita, suéltame, perrita mala,
yo te daré tu cordera buena y sana, como estaba!-
-¡Yo no quiero la cordera de tus dientes machucada,
lo que quiero es tu pellica ‘pa’ el pastor una zamarra,
los dientes, para pendientes para las niñas del ama,
las patas, ‘pa’ cucharero para colgar las cucharas
y el rabo ‘pa’ una correa, para atacarme las bragas!-


Dos posdatas
 Marzo, 2012

Comentario de Carmen Miranda
Respecto de los lobos en el Puerto, Julio me ha explicado como, al amor de la lumbre, abuelo Ríos explicaba, entre otras muchas cosas, el impacto que producía el lobo en las personas cuando lo veían: se les erizaba el vello. Quizás fuera una consecuencia del miedo que producía la presencia del lobo. Por aquel tiempo, la vida en los prados era muy intensa y en casa cuentan las aventuras de un perro valiente que tenían, y que seguro que conociste, que se enfrentaba a los lobos cuando iban a atacar a las vacas en los prados. ¡Qué hermosos tiempos de historias junto a lumbre!!


De alumnos, profes y romances
En estos días estoy trabajando con mis alumnos una unidad referida a las leyendas. El texto que damos refiere un asunto de lobos, con toque fantástico. Aprovechando que en clase tenemos una pizarra digital, y que todos tienen internet en su casa, les presenté en el blog de clase el "Romance de la loba parda", que hace tiempo traje aquí. Os dejo un enlace para ese blog con mis alumnos.
Era muy interesante, esta mañana en clase de Lengua, ver cómo sonreían con los dibujos de cómic del romance, cantado por Joaquín Díaz. Y resultó gratificante ver la cara de interés al ir copiando en su cuaderno el romance completo. Algunos se lo aprenderán, incluso cantado, claro. Eso sí, siempre les tengo que decir: quien lo copie completo, un positivo; quien traiga hecho el vocabulario, otro. Y ahí los tienes, luchando con el diccionario para saber qué es una vihuela o a qué se le llama majada o cayada.
Mis alumnos son de 1º de ESO, doce, trece años. El otro día pregunté en clase si sabían quién era Charles Chaplin, Charlot. Nadie respondió, nunca habían visto nada de él hasta que les puse en clase el fragmento del globo en "El gran dictador".
En fin, aventuras del instituto...





domingo, 6 de octubre de 2019

Octubre




Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente,
abría el haza oscura y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,

a ver si con partirlo y con sembrarlo
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

Juan Ramón Jiménez: Sonetos espirituales, 1915









Cabañeros, berrea y otoño