miércoles, 11 de septiembre de 2024

El primer manuscrito y el aprendizaje de la escitura


Paseando un día por El Rastro de Madrid, me paré en un puesto de libros de viejo y, husmeando, encontré, dentro de una bolsa de plástico transparente, un ejemplar de El primer manuscrito, editado por Dalmau y Carles en 1918, hace ahora un siglo. Yo conocía este libro porque en la escuela de mi pueblo había algunos ejemplares, cerca de otros del libro Corazón, de Edmundo de Amicis, colocados en un armario de madera grande que hacía las veces de biblioteca.

Lo que más me gusta de El primer manuscrito es la diversidad de caligrafías que muestra, si bien la mezcla de conocimientos prácticos, principios morales y sabiduría de enciclopedia le daban un carácter de libro de época, pero de una época anterior a la guerra, mucho más avanzado que la Enciclopedia Álvarez de los cincuenta.    

Voy pasando sus hojas y me encuentro con una lectura en la que se reprueba la conducta de un ciego que quemaba los ojos a los pájaros para que cantaran mejor y así alimentar su negocio. Y otras muchas cosas: La fuerza de la razón y la razón de la fuerza. Una pequeña biografía de Cervantes. El niño que prefería zuecos a zapatos y que con la diferencia se compró un Diccionario de la Lengua Castellana. El aire es pesado, amena lección de física sobre la presión atmosférica. Dibujos con animales a los que hay que nombrar. La famosa décima “Cuentan de un sabio que un día”, de Calderón de la Barca. Una explicación sobre la carta personal y sus partes. Tres noticias sobre perros benefactores. La luna de una noche de agosto, 384.000 km. de distancia. Lección moral titulada “El mentiroso”.  Las bombas, lección de física. Gratitud, la historia de Emilio, el hijo de la portera. El barómetro. Desde Granada. Fábula de la mona, de Samaniego. Minas de carbón: la hulla. Animales que han existido. Carta a un hermano desde Puerto Rico.  Los gorriones, esos pájaros tan beneficiosos: consumen más de 500 gusanos por día. El ahorro y la lotería.

176 páginas escritas en un estilo sencillo, documentado y austero, que hoy solo chirría un poco en las lecciones de lo que antes se llamaba urbanidad: muestran una cierta cursilería, pero son de hace un siglo, no lo olvidemos. Conocimientos prácticos de física y de matemáticas; algunas poesías; breves lecciones de autores y personajes famosos; consejos morales en los que se condena la ostentación y se elogian la bondad, el trabajo y el ahorro; prácticas de escritura, mediante cartas, y de aritmética, con ejercicios sencillos; lecciones de cosas curiosas e interesantes sobre la naturaleza que nos rodea.

Va dirigido a todos los niños que quieran complementar lo que aprenden en la escuela, una miscelánea de conocimientos hábilmente organizados. Si bien el lenguaje es algo antiguo, las enseñanzas de ciencias son muy amenas, el vocabulario sencillo y la sintaxis nada alambicada.

Pero de todo, lo mejor de El primer manuscrito, es lo que hace honor a su nombre, los diversos tipos de letra, más de diez modelos diferentes de letra manuscrita, que hacen de este libro algo singular por su originalidad.

Hoy, un siglo después, los niños de muchos países avanzados no practican la escritura manuscrita, sino que lo hacen en ordenadores y tabletas, pulsando teclas en lugar de deslizar su lápiz sobre un papel. Así, su escritura deja de ser manuscrita: la mano ya no escribe directamente, no dibuja las letras, no las une. Este salto cualitativo en el aprendizaje de la escritura a mí me parece un salto hacia atrás en la adquisición del lenguaje escrito, pues la escritura manuscrita fluye tranquila, pausada. De hecho, hay países en los que los niños, las pocas veces que escriben a mano, lo hacen separando todas las letras, es decir, no escriben letras unidas para formar una palabra, escriben caracteres. 

Si al cambio en la adquisición de la escritura le unimos el arrinconamiento de la memoria en la esquina de lo inútil, el asunto de la educación empeora. Se abusó mucho de la memoria en la escuela tradicional, se aprendía de memorieta, sin entender las cosas. Pero las cosas, una vez entendidas, han de ser almacenadas en la memoria de cada individuo, y ese almacenamiento ha de ser rigurosamente educado, faltaría más. Y que nadie me diga que para eso está google o la wikipedia. 

No obstante, mi impresión es que, después de la abrupta irrupción de las nuevas tecnologías en los diversos ámbitos de la sociedad, todo va a ir atemperándose, y en la escuela se volverá a ejercitar la memoria, esta vez bien, y los niños aprenderán de nuevo a escribir en su cuaderno como debe ser, una escritura manuscrita pausada, ojalá que con tantos modelos y tan bien desarrollados como los de este libro, ya centenario, que tengo en mis manos, El primer manuscrito.

 

Esos cielos de verano

                                                  







                                         



Carolina: Verano y sol

                    

Han pasado tres años y ahora, cuando va terminando el verano, podría escribir el mismo artículo sobre ti, Carolina. Cambian un poco los juguetes, las actividades y las canciones, pero, en esencia, todo sigue igual. Por eso traigo aquí este artículo, me gusta leerlo de nuevo y ver que el torbellino de tu vitalidad sigue siendo inagotable. Este ha sido el verano en el que te has soltado a nadar en la piscina grande del pueblo, el verano del campamento con Yago y otros amigos. También el verano de la manga riega y el de "La potra salvaje".  Besitos, Carol.

2 de septiembre de 2021

Llegas con la fuerza y la alegría de un tiempo de verano por delante, a tu ritmo y en el pueblo, ocupando todo el tiempo y el espacio mientras nosotros aplazamos nuestras rutinas para atenderte.

Tú, Carolina, la niña de los abrazos largos en el regazo de tu abuela al levantarte, la de los dibujos animados, los paseos, los regalos, las comidas compartidas, los juguetes, los baños en la piscina de la herrén, los horarios alargados, las terrazas por la noche, el merendero de Beni, la paella en Las Becerras y el tobogán y la piscina de agua fría, las siestas en el sofá rojo, con dibujos animados de Masha y sus cuentos.

Tú, Carolina, la niña de los recortes de las revistas, la de las pegatinas, el coloreado, la bañera y tu resistencia al secador, los vestidos y otras ropas elegidos cada día a tu gusto, las mañanas animosas y las tardes lentas y larguísimas, las buenasnoches de la abuela con cuento dentro, el columpio de los mayores en el parque, el tobogán y la atracción nueva, las visitas a la tienda de Any y a la de Marisol, los paseos por el mercadillo los jueves, las visitas a la tienda de los chinos, los paseos con Pipo, la nueva muñeca de Barbie, la jaula de los pájaros cantores, la carroza de los príncipes, las revistas, la cocinilla, las cajas y los libros de la troje, las bolas, los cuadernos, los trajecitos, los juguetes.

Tú, Carolina, la niña cuya tristeza alguna vez asomaba, las peleas con el abuelo, el hablar y hablar y hablar, la alegría resuelta y mantenida, el violonchelo, el piano, las canciones repetidas, Verano y sol, La playa estaba desierta, Para ser conductor de primera, tus explicaciones sobre el ritmo sincopado de Antón Pirulero, el no parar, la casa llena de revistas, de libros, de lápices, de rotuladores, de trastos, de palabras, todo lleno, todo lleno de cosas, de ti, el silencio de la noche y la pausa hasta el día siguiente.

Y un día viene tu madre al pueblo, hace la maleta, te montas en el coche, te despides y regresas con ella a Lisboa, os quiero mucho, abuelos, mis amores, nos dices, mientras te asoman unas lagrimitas, nos coges de la mano, adiós abuelo, adiós abuela, y el coche se pierde por la calle de Olivares.

Todavía con los ojos húmedos vamos recogiendo la piscina, los juguetes, las revistas, los libros, los cuadernos y las muñecas,  colocamos todo en la troje, reorganizamos las habitaciones, la cocina, el porche, el pasillo, el patio, todo vuelve a su  rutina, la casa vuelve a estar en nuestro silencio, recuperamos con ganas nuestra vida diaria y, a la vez, te añoramos, nos sentimos bien y, a la vez, te echamos de menos, apreciamos más nuestro silencio, pero hay un sinfín de palabras tuyas por toda la casa.

Hasta pronto Carolina, besitos, verano y sol que se acaba, Antón Pirulero que seguirás cantando sincopado, como te gusta, animoso y vivaz, hasta pronto, Carolina, besitos de tus amores, tus abuelos.

Antón, Antón, Antón Pirulero,

cada cual, cada cual, que atienda su juego,

y el que no lo atienda, pagará una prenda.

Antón, Antón…

                                                                                   Jesús Bermejo

Los Navalmorales, 2 de septiembre de 2021