Han pasado cuatro
años y ahora, cuando va terminando el verano, podría escribir sobre ti, Carolina, el mismo artículo de 2021. Cambian un poco los juguetes, las actividades y las
canciones, pero, en esencia, todo sigue igual. Por eso traigo aquí aquel artículo, me gusta leerlo de nuevo y ver que el torbellino
de tu vitalidad sigue siendo inagotable. Este ha sido el verano en el que te has
divertido en la piscina, haciendo largos y llegando hasta el fondo. También el
verano de Formigal y de Caparica. El verano de las estrellas desde la sierra
del Santo. El del teatro de La Celestina y el de la canción El himno de mi peña. Y, sobre todo, el verano
en el que vino a tu vida Cleo, la gatita blanca con manchas negras.
Besitos, Carol.

2 de septiembre de 2021
Llegas con la
fuerza y la alegría de un tiempo de verano por delante, a tu ritmo y en el
pueblo, ocupando todo el tiempo y el espacio mientras nosotros aplazamos
nuestras rutinas para atenderte.
Tú, Carolina,
la niña de los abrazos largos en el regazo de tu abuela al levantarte, la de
los dibujos animados, los paseos, los regalos, las comidas compartidas, los
juguetes, los baños en la piscina de la herrén, los horarios alargados, las
terrazas por la noche, el merendero de Beni, la paella en Las Becerras y el
tobogán y la piscina de agua fría, las siestas en el sofá rojo, con dibujos
animados de Masha y sus cuentos.
Tú, Carolina,
la niña de los recortes de las revistas, la de las pegatinas, el coloreado, la
bañera y tu resistencia al secador, los vestidos y otras ropas elegidos cada
día a tu gusto, las mañanas animosas y las tardes lentas y larguísimas, las
buenasnoches de la abuela con cuento dentro, el columpio de los mayores en el
parque, el tobogán y la atracción nueva, las visitas a la tienda de Any y a la
de Marisol, los paseos por el mercadillo los jueves, las visitas a la tienda de
los chinos, los paseos con Pipo, la nueva muñeca de Barbie, la jaula de los
pájaros cantores, la carroza de los príncipes, las revistas, la cocinilla, las
cajas y los libros de la troje, las bolas, los cuadernos, los trajecitos, los
juguetes.
Tú, Carolina,
la niña cuya tristeza alguna vez asomaba, las peleas con el abuelo, el hablar y
hablar y hablar, la alegría resuelta y mantenida, el violonchelo, el piano, las
canciones repetidas, Verano y sol, La playa estaba desierta, Para ser
conductor de primera, tus explicaciones sobre el ritmo sincopado de Antón
Pirulero, el no parar, la casa llena de revistas, de libros, de lápices, de
rotuladores, de trastos, de palabras, todo lleno, todo lleno de cosas, de ti,
el silencio de la noche y la pausa hasta el día siguiente.
Y un día viene
tu madre al pueblo, hace la maleta, te montas en el coche, te despides y
regresas con ella a Lisboa, os quiero mucho, abuelos, mis amores, nos dices,
mientras te asoman unas lagrimitas, nos coges de la mano, adiós abuelo, adiós
abuela, y el coche se pierde por la calle de Olivares.
Todavía con
los ojos húmedos vamos recogiendo la piscina, los juguetes, las revistas, los
libros, los cuadernos y las muñecas, colocamos todo en la troje,
reorganizamos las habitaciones, la cocina, el porche, el pasillo, el patio,
todo vuelve a su rutina, la casa vuelve a estar en nuestro silencio,
recuperamos con ganas nuestra vida diaria y, a la vez, te añoramos, nos
sentimos bien y, a la vez, te echamos de menos, apreciamos más nuestro
silencio, pero hay un sinfín de palabras tuyas por toda la casa.
Hasta pronto Carolina, besitos,
verano y sol que se acaba, Antón Pirulero que seguirás cantando sincopado, como
te gusta, animoso y vivaz, hasta pronto, Carolina, besitos de tus amores, tus
abuelos.
Antón, Antón,
Antón Pirulero,
cada cual, cada cual,
que atienda su juego,
y el que no lo atienda,
pagará una prenda.
Antón, Antón…
Jesús Bermejo
Los Navalmorales, 2 de septiembre de 2021