martes, 15 de marzo de 2011

Ética del no hacer



Ética del no hacer
Entrada de Antonio Muñoz Molina en su blog

15 de marzo de 2011
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No creo que tengamos que elegir entre tecnología y primitivismo, entre progreso material insostenible y sombría austeridad. Gracias a la tecnología se diseñan ahora edificios más responsables ecológicamente que nunca. Si hay remedio para la catástrofe ambiental que ya está sucediendo en el mundo no vendrá del rechazo de l tecnología sino de su empleo inteligente, guiado por audaces decisiones políticas, por cambios radicales pero no dolorosos en el comportamiento de todos los días. Discutiendo sobre qué hacer, de una manera muy occidental, se nos olvida la importancia del qué no hacer. En la conciencia ecologista el no hacer es tan valioso como la no violencia en política, y tan afirmativo. Casi cada día paso, en la calle Once, entre la sexta y la quinta avenidas, junto a un pequeño cementerio sefardí con las lápidas casi borradas, junto a una casa en la que vivió Charles Ives entre 1908 y 1911, junto a un bello edificio de los años sesenta -el único moderno en la manzana- que pertenece a la New School, la universidad que fundaron al final de los años treinta Hannah Arendt y un grupo de exiliados europeos del nazismo. En la puerta de la New School hay un cartel con tres palabras que leo todos los días:
Reduce.
Reuse.
Recylcle.
No creo que sea un antojo de ciudadanos consentidos de los países ricos: es a los pobres a los que ya está afectando más el cambio climático. Hacer cosas siempre es mucho más difícil que no hacerlas, y puede tener más efectos indeseados. Para estar en forma nos animan a que hagamos ejercicio, a que vayamos al gimnasio, a que tomemos esta vitamina o esta otra. Pero más eficaz que hacer todo eso es no hacer algunas otras cosas: no comer demasiado, por ejemplo, no tomar habitualmente bebidas carbonadas o carnes rojas, privarse de comida basura. En una noche de celebración la última copa que uno no se toma es la que mejor le sienta. No hay energía más limpia que la que no se gasta de manera superflua. No hay palabra más útil que la que dejamos de decir conteniéndonos en un momento de ira. En los árboles todavía desnudos de Nueva York hay con frecuencia bolsas de plástico enganchadas en las ramas, flotando al viento como banderas tibetanas de oración: basta salir con un capazo a hacer la compra cada día para ahorrarse no sé cuántos cientos de bolsas de plástico al año. Guardar una botella de agua y rellenarla en un grifo o una fuente mejora modestamente el mundo. El agua del grifo o de la fuente en un país desarrollado es más fiable que la embotellada.
Lo más beneficioso, lo más sabroso, resulta ser también lo que produce menos despilfarro: unas lentejas con verduras cuestan muy poco, dan de comer varios días y pueden ser deliciosamente saludables. Ir a pie de un lado a otro es mucho más barato y más austero que ir en coche o en taxi, y además lo mantiene a uno en forma sin que le haga falta gastar la mensualidad de un gimnasio. El metro o el autobús son excelentes lugares de lectura, o para escuchar música o para observar a la gente. No hay que elegir entre la anestesia y la salvación del planeta. Hay que elegir, eso sí, cada día, entre lo necesario y lo superfluo. Y quizás reflexionar como Sócrates ante el bullicio de los vendedores del mercado de Atenas: “Cuántas cosas hay que yo no necesito”.

http://antoniomuñozmolina.es/2011/03/etica-del-no-hacer/




Nota mía sobre el blog de Antonio Muñoz Molina

Todos los días, casi al final de la jornada, como un premio o como gratitud, entro en el blog de Antonio Muñoz Molina. Y todos los días, después de leer lo que haya escrito, me siento como más dispuesto al bien, al bienestar interno, a la satisfacción de la vida, a la reflexión sobre el vivir, al disfrute de lo que nos aportan las artes, al conocimiento y al compartir.

En estos tiempos sombríos, siempre se agradecen las palabras justas y cabales, las reflexiones sencillas y profundas, el saber vivir y el dejar vivir, el razonar y el sentir. Todo lo que es la vida, compartida, gracias a la tecnología, casi en el instante. Gracias Antonio, y gracias a los que os esforzáis por escribir en el blog. Muchos somos los que lo leemos, aunque por diversas razones, casi siempre el tiempo disponible, no escribimos algo. Pero ahí estamos. A todos, gracias.


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