Dice Francisco Rico, en nota a la edición del Instituto Cervantes, que esta comida no rompía el ayuno de carnes selectas
que se seguía en Castilla todos los sábados. Por su parte, Juan Goytisolo
averigua dónde aparece previamente esta expresión y el porqué de su nombre:
cómo un judío del siglo XV quebrantaba sus obligaciones al comprar tocino, que era lo único
que había en la carnicería a la que acude.
Lo que a mí me llama la atención es que tal comida sea
la de don Quijote en sábado. ¿Por qué? Don Quijote era hidalgo, él no tenía que demostrar que era cristiano, lo era y viejo. Pero Cervantes, en mi opinión,
hace que su comida sea esa precisamente en sábado, el día semanal sagrado de
los judíos. En sábado, huevos con tocino, que nadie tenga dudas al respecto: ni
sobre Don Quijote, que era hidalgo y cristiano viejo, ni sobre su creador, don
Miguel de Cervantes, sobre el que sí había dudas acerca del posible origen judío de su familia. Qué inteligencia la de Cervantes, hacer comer a su protagonista huevos y torreznos en sábado llamando al plato como en su día lo denominaron los judeoconversos. Esa es a mi parecer la razón de que tal comida sea la del
sábado y no la de cualquier otro día de la semana.
También quiero resaltar aquí el homenaje que, en mi
opinión, hace Cervantes a las tres culturas hispánicas en aquel tiempo en
el que el poder hacía todo lo posible por echar tierra sobre las culturas árabe y
judía. Desde el comienzo mismo de El Quijote se rinde homenaje a la
cultura cristiana, representada por el eslabón más bajo de la nobleza y, en
capítulos posteriores, por el pueblo llano. También
se homenajea a la cultura judía, como hemos visto con lo de duelos y quebrantos. Por lo que se refiere a la cultura árabe, en mi opinión se
la destaca desde el mismo comienzo de la novela: "En
un lugar de la Mancha". Yo creo que Cervantes "no se quiere acordar" del nombre
del pueblo de Don Quijote porque si dice el nombre del lugar- Argamasilla,
Esquivias...- no cabría resaltar ya desde el principio el nombre de toda la comarca, la Mancha. Y eso es lo que quiere, es un nombre que le gusta. Aunque al respecto hay investigaciones muy diversas- incluso el
sintagma "en un lugar de la Mancha" aparece en un romance- creo que lo que Cervantes quería era destacar el poderío de ese nombre
propio: la Mancha, la comarca de su héroe, el territorio por el que más iba a cabalgar.
Como es sabido la Mancha es un nombre de origen árabe, y significa "altiplanicie,
llanura alta, meseta".
1.
MIGUEL ASÍN PALACIOS,
Contribución a la toponimia árabe de España.
Madrid, 1940
1.
MIGUEL ASÍN PALACIOS,
Contribución a la toponimia árabe de España.
Madrid, 1940
CAPÍTULO PRIMERO
En un lugar de la Mancha2, de
cuyo nombre no quiero acordarme3, no
ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga
antigua, rocín flaco y galgo corredor4.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches5,
duelos y quebrantos los sábados6,
lantejas los viernes7,
algún palomino de añadidura los domingos8,
consumían las tres partes de su hacienda9. El
resto della concluían sayo de velarte10,
calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo11, y
los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino12.
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no
llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín
como tomaba la podadera13.
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años14.
Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro15,
gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de
«Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que
deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímilesII se
deja entender que se llamaba «Quijana»III, 16.
Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se
salga un punto de la verdad.
Sobre duelos y quebrantos
Juan Goytisolo
El País, 14 de agosto de 1998
La edición del Quijote de Francisco Rico nos permite
leer al fin el texto que podemos estimar definitivo de la obra, expurgado de
las erratas acumuladas como capas de polvo a lo largo de los siglos. Es un
trabajo admirable y merece desde luego los elogios y recompensas que ha
recibido. Sus notas aclaratorias a pie de página que ocupan a menudo tres
cuartas partes de las mismas invitan par otra parte a dos niveles de lectura:
la del lector común y corriente, interesado ante todo por las vicisitudes de la
novela y arrastrado par ellas a navegar en dicha, y la del lector curioso y
discreto que, conociendo ya aquéllas, se enfrasca en el estudio de las glosas y
escolios de nuestro académico.
Recuerdo que, varias décadas después de la lectura
comentada de Las soledades por Dámaso Alonso, algunos gongoristas que conocí en
los años en que fui profesor visitante en diversas universidades de Estados
Unidos me decían con una dosis mayor o menor de humorismo: "Nos ha puesto
las cosas muy duras para aportar algo nuevo". A juzgar por lo que leemos,
el Quijote de Francisco Rico nos pone también el listón muy alto. Pero, de
igual modo que un hispanista polaco cuyo nombre no recuerdo aclaró
posteriormente algunos versos del poeta cordobés, como reconoció con elegancia
el propio Dámaso Alonso, creo que no debemos perder la esperanza en la
posibilidad de esclarecer aún algunos puntos no exhumados por el laboreo
intensivo de Rico. Como modesto lector de a pie de Cervantes, me atreveré, sin
ir más lejos, a señalar uno en la primera página del primer capítulo de la
Primera Parte de la novela: se trata de la célebre frase tocante a la dieta de
don Quijote, "duelos y quebrantos los sábados".
Comenta Francisco Rico: "Los duelos y quebrantos
eran un plato que no rompía la abstinencia de carnes selectas que en el reino
de Castilla se observaba los sábados, podría tratarse de "huevos con
tocino". Desde la edición del Quijote de Rodríguez Marín de 1928, sabíamos
en efecto que Cervantes aludía a "huevos con torreznos". En Cervantes
y Los casticismos españoles (Madrid, 1966), Américo Castro con muy fino olfato,
observaba: "Lo que no se sabía era el motivo de tan extraña expresión, que
no describe lo que ese plato sea, sino que expresa la desestima que tenía por
él quien tuvo la ocurrencia de llamarlo así" para concluir unas líneas
después que "desde el punto de vista cristiano nuevo, comer tocino era
motivo de "duelos y quebrantos". Mas si nuestro historiador no andaba
errado, el origen de la transferencia semántica permanecía envuelto en la
bruma.
En una reciente cala en el Cancionero de obras
provocantes a risa, topé con las deliciosas coplas del judeo-converso Antón de
Montoro, más conocido por su apodo el Ropero (1404-1480)—un bardo muy popular
en su tiempo, célebre par sus polémicas con otros poetas conversos—, que
reproduzco a continuación: Sola del Ropero al corregidor de Córdova, porque no
falló en la carnecería sino tocino, y ovo de mercar de él:
"Uno de Los verdaderos
del señor rey fuerte muro
han dada en los carniceros
causa de me hazer perjuro:
no hallando por mis duelos
con qué mi hambre matar,
hanme hecho quebrantar
la jura de mis abuelos".
Como puede apreciar el lector, la asociación del
tocino con duelos y quebrantos no puede ser más explícita. Y si tenemos en
cuenta que la sección de Burlas del Cancionero general se imprimió siete veces
en España (de 1511 a 1541) y dos en Amberes (1557, 1573)—pese a la creciente
presión de la Iglesia y del Santo Oficio tocante a la expresión escrita del
sexo , no resulta aventurado suponer que la fórmula duelos y quebrantos era
conocida, si no popular, en los medios cristianos nuevos que frecuentó
Cervantes. Un enfermo de libropesía—¡la fórmula no es mía ni de Julián Ríos,
sino de Quevedo!—como el autor del Quijote, capaz de inspirarse en la totalidad
del corpus literario de su época, homenajeaba así, a su manera, la amarga
ironía del Ropero- según advirtió ya en 1980, conforme verifico al pergeñar
estas líneas, el hispanista norteamericano Bruce Wardropper. Los
cervantistas no deben desanimarse, pues, ante la magna empresa de nuestro
académico. El inventor de la novela moderna nos reserva todavía algunas
sorpresas.
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