lunes, 23 de mayo de 2016

Viaje por el Douro


A principios de mayo recorrimos con un grupo de amigos una parte de la región portuguesa del Duero, la que va de Peso da Régua a Miranda do Douro. De esos días traigo aquí algunas fotos, un artículo de El País de unos días después, donde se habla de esta región, y unos enlaces para quien quiera entretenerse algo más.

El Douro y los viñedos de las quintas de Pinhão




















Miguel Torga y su pueblo, San Martinho de Anta

            









Sabrosa, la patria de Magalhães





         
        

El Douro cerca de Mogadouro junto a la frontera española






  
Miranda do Douro

  














Parque arqueológico de Vale do Côa





Museu do Douro en Peso da Régua
                                                                                                                                


























Terrazas de viñas verdes en Portugal
El País, 20/5/2016
MAURICIO ABREU
El corazón del Douro se conquista con la fórmula del físico Mark Hadley. Según el científico, la serpenteante N-222 es la ruta perfecta: diez segundos en recta y uno en curva durante 27 kilómetros hasta desembocar en el puente de hierro de Pinhão. Río abajo se llega, en un centenar de kilómetros, a Oporto y su desem­bocadura en el Atlántico; río arriba, otros tantos kilómetros hasta Barca d’Alva, frontera con España, que renombra al río de oro. Pinhão, pues, está en el centro de la zona vinícola más antigua con denominación de origen, la del Duero (1756), a secas.
Si por una ribera discurre el coche, por la otra sobrevive el ferrocarril. Hasta mediados de los ochenta se podía ir de Oporto a la frontera, pero ahora el tren muere en Pocinho, donde el río tiene la primera de las cinco compuertas, o última según se mire, que lo hacen navegable. Es un transporte plácido —y barato— para llegar hasta la estación de Pinhão, forrada de mosaicos que representan los oficios del campo.
El paisaje del Douro se disfruta, sí, por asfalto y también por vía férrea, pero se vive navegando río arriba, río abajo. El turismo fluvial del Douro creció un 15,5% el pasado año; en cinco años navega el doble de embarcaciones, entre ellas los barcos-hoteles; aunque el 67% del viajero se contenta con un paseíto por la ribera de Oporto, los cruceros de un día han aumentado un 25% en el último año.
Pinhão tiene muelle para los barcos, que antes cargaban cubas y ahora turistas que descargan, milagrosamente, como tales, dependiendo del precio del garbeo. Los hay de 1.000 euros, en yate-hotel, con noches y un sinfín de libaciones incluidas, y también de 35 euros; hasta el más humilde de los paseos, por ejemplo el que va de Pinhão a Régua y vuelta, incluye copas con vinos de la tierra.
El Friendship I, viejo velero de la Marina británica, surca las mansas aguas del Duero, verde como las terrazas que se inclinan hacia su cauce. Es un paisaje patrimonio mundial y todo eso, pero a diferencia de la mayoría de las bellezas naturales, ésta ha sido cincelada por el brazo del hombre.
Van pasando por el río laderas a rayas verdes y marrones con repuntes de cal o del albero; son las quintas, las fincas, cada una con su historia de siglos: Quinta do Castro, Quinta de Santa Bárbara, Quinta do Vallado, que fuera propiedad de Dona Antonia —no hay que decir más—, la matriarca del río en el siglo XIX. Creó un imperio, sobreviviendo a la filoxera, a un marido zascandil, a la Corte y a los ingleses que dominaban entonces, y ahora, el vino de Oporto. Fue un británico, el barón de Forrester, quien mapeó todo el río, poco antes de que se lo tragaran sus aguas.
En Peso de Régua, la capital de la comarca, hay que visitar el Museo del Vino para comprender la historia y etnología de la región, y volver al barco corriendo sin mirar para atrás, pues la construcción de Régua es el otro ejemplo, el malo, de lo que puede hacer la codicia del hombre.
Corriente arriba, y con más catas de vinos, no hay barrera idiomática que se interponga entre el pasaje, totalmente extranjero, con predominio de europeos y brasileños. Rumbo a Tua se otea la mayor concentración de quintas de todo el río, Ronção, Malvedos, Bom Retiro, Vesúvio, con viñedos que trepan de los 50 a los 500 metros de altitud entre meandros y riachuelos. No hay vino más difícil que el de esta parte del Duero.
Las montañas se derrumban sobre el lecho del río, con viñas tan inclinadas y estrechas que la vendimia se realiza a mano; la hectárea apenas rinde 4.000 kilos de uva, tres veces menos que en la vallisoletana Ribera del Duero. Los enólogos hacen malabares con las uvas que crecen mirando al sur, al norte o este o al noroeste. “Las laderas a norte y sur te dan la concentración”, explica el experto Miguel Potes, que viaja en el barco, “las uvas al este y oeste dan la elegancia”. Muros de pizarra —si se levantaron antes de la filoxera a mediados del XIX— o de piedra allanan las terrazas, pero no del todo. “Un máximo de 40 grados, para que drene el agua, aunque no demasiado, para conseguir que se mantenga, y otra inclinación lateral para reducir la erosión”.
El Friendship I atraca en el muelle de Pinhão cuando al pasaje poco le falta para entonar el Amigos para siempre. Muy cerca del pueblo se levanta la Quinta do Bomfim, construida a finales del XIX por George Warre a semejanza de otra de la familia en India. La casa mantiene el encanto doméstico y la austeridad de la vida campestre. De la bodega de esta quinta salió el Dow’s 2011, el mejor vino del mundo, según la revista Wine Spectator. La bodega ya es del siglo XXI, con todos los adelantos. Robots con pies de silicona pisan la uva de su lagar allá por el mes de septiembre.
Hay que trepar a los picos de las montañas para apreciar la magnificencia de la obra del hombre, el sube y baja de los viñedos alineados. Los caminitos son empinados y peligrosos, solo para un vehículo, aunque más que suficientes, pues si apenas hay población, menos aún se mueve a motor.
Sin resuello se llega a Provesende, una aldea noble en otros tiempos a juzgar por sus blasones y sus mansiones de piedra granítica. Provesende, conquistada por los árabes, tiene cementerio romano, capilla románica, fuente barroca y 10 casonas manuelinas que podrían albergar a toda la vecindad, pero esta aldea sobre el río puede tener el orgullo de que uno de sus vecinos, Joaquim Pinheiro de Azevedo, combatió con éxito a la filoxera y salvó, para la humanidad, el corazón vinícola más antiguo del mundo. Aquí, en Provesende, comenzó la reconquista del corazón del Douro.
 Sitios en Internet


Pinhão



      Vale do Côa




     Quinta das Carvalhas, en Pinhão



     Museu do Douro


      
       Parque Natural do Douro Internacional




       Miranda do Douro

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