Tardará mucho tiempo en nacer,
si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que
gimen
y recuerdo una brisa triste por los
olivos.
Así
acaba el poema que Federico García Lorca dedicó al torero Ignacio Sánchez
Mejías, gran amigo suyo, cuando murió de una cogida en 1934. Juan Antonio
Bardem, en su serie Lorca, muerte de un poeta, decidió que
la película terminase con estos versos, pero dedicados esta vez a Federico.
Creo, hoy más que nunca, que fue una decisión cabal. Leed de nuevo esos versos
y veréis que son la quintaesencia de Lorca.
La
Elegía de Antonio Machado a Federico
El
18 de agosto de 1936 Federico fue fusilado por los franquistas en Granada. La
enorme conmoción en todo el país hizo brotar de lo más hondo de Antonio
Machado una impresionante Elegía dedicada al poeta
asesinado, El crimen fue en Granada, y fue dada a
conocer en el semanario republicano Ayuda. Dicha Elegía nunca
pudo ser publicada en la España de Franco.
El
crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!— en su Granada.
El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»…
…
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Mi pequeño homenaje
Hoy
se cumplen ochenta años de aquella infamia, que yo creo que simboliza
cabalmente la catástrofe que fue la guerra civil. Ochenta años en los que se ha
pasado del silencio y el miedo de los cuarenta al recuerdo universal que hoy se
le tributa a Federico. Ochenta años, en los que Lorca se ha ido convirtiendo en
el escritor español más universal junto con Cervantes.
Reúno aquí, como pequeño homenaje, poesías
de Federico y recuerdos diversos, cosas que han ido caminando conmigo de
escuela en escuela, de clase en clase. Otras, descubrimiento personal y lectura
intimista.
En
la Escuela
Una
poesía de Federico, El niño mudo, me ayudó durante muchos
años en mi propósito de que los chicos y chicas de primero de ESO del
Instituto “Emperatriz María de Austria”, de Madrid, leyeran en
alto, descubrieran el placer del texto y disfrutaran de la alegría de las voces
sonando al unísono.
Y
otra, Romance sonámbulo, me permitió, en octavo de EGB, que
mis alumnos del Colegio Público “Antonio Machado”, de Madrid, y los
del C. P. “Santo Cristo”, de Numancia de la Sagra (Toledo),
descubrieran con interés la poesía de Lorca.
Nunca
olvidaré el estupendo trabajo de los chicos y chicas del Colegio Público “Juan
de Herrera”, de la UVA de Vallecas, de Madrid, cuando montamos El
retablillo de don Cristóbal, donde ellos eran los
muñecos y se movían como tales.
El
niño mudo
El niño busca su voz.
(La tenía el rey de los grillos.)
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
No la quiero para hablar;
me haré con ella un anillo
que llevará mi silencio
en su dedo pequeñito.
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
(La voz cautiva, a lo lejos,
se ponía un traje de grillo.)
Romance sonámbulo
Verde
que te quiero verde.
Verde
viento. Verdes ramas.
El
barco sobre la mar
y
el caballo en la montaña.
Con
la sombra en la cintura
ella
sueña en su baranda,
verde
carne, pelo verde,
con
ojos de fría plata.
Verde
que te quiero verde.
Bajo
la luna gitana,
las
cosas le están mirando
y
ella no puede mirarlas.
*
Verde
que te quiero verde.
Grandes
estrellas de escarcha,
vienen
con el pez de sombra
que
abre el camino del alba.
La
higuera frota su viento
con
la lija de sus ramas,
y
el monte, gato garduño,
eriza
sus pitas agrias.
¿Pero
quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella
sigue en su baranda,
verde
carne, pelo verde,
soñando
en la mar amarga.
*
Compadre,
quiero cambiar
mi
caballo por su casa,
mi
montura por su espejo,
mi
cuchillo por su manta.
Compadre,
vengo sangrando,
desde
los montes de Cabra.
Si
yo pudiera, mocito,
ese
trato se cerraba.
Pero
yo ya no soy yo,
ni
mi casa es ya mi casa.
Compadre,
quiero morir
decentemente
en mi cama.
De
acero, si puede ser,
con
las sábanas de holanda.
¿No
ves la herida que tengo
desde
el pecho a la garganta?
Trescientas
rosas morenas
lleva
tu pechera blanca.
Tu
sangre rezuma y huele
alrededor
de tu faja.
Pero
yo ya no soy yo,
ni
mi casa es ya mi casa.
Dejadme
subir al menos
hasta
las altas barandas,
dejadme
subir, dejadme,
hasta
las verdes barandas.
Barandales
de la luna
por
donde retumba el agua.
*
Ya
suben los dos compadres
hacia
las altas barandas.
Dejando
un rastro de sangre.
Dejando
un rastro de lágrimas.
Temblaban
en los tejados
farolillos
de hojalata.
Mil
panderos de cristal,
herían
la madrugada.
*
Verde
que te quiero verde,
verde
viento, verdes ramas.
Los
dos compadres subieron.
El
largo viento, dejaba
en
la boca un raro gusto
de
hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre!
¿Dónde está, dime?
¿Dónde
está mi niña amarga?
¡Cuántas
veces te esperó!
¡Cuántas
veces te esperara,
cara
fresca, negro pelo,
en
esta verde baranda!
*
Sobre
el rostro del aljibe
se
mecía la gitana.
Verde
carne, pelo verde,
con
ojos de fría plata.
Un
carámbano de luna
la
sostiene sobre el agua.
La
noche su puso íntima
como
una pequeña plaza.
Guardias
civiles borrachos,
en
la puerta golpeaban.
Verde
que te quiero verde.
Verde
viento. Verdes ramas.
El
barco sobre la mar.
Y
el caballo en la montaña.
Viaje
a Granada. Enero de 2016
Una
sorpresa: no hay ni una calle dedicada a Federico; sí un parque, dentro del
cual está la Huerta de san Vicente. Hermosa casa museo. Emoción
intensa al ver la mesa del poeta.
Libros comprados en la Huerta
· Federico y su mundo,
de Francisco García Lorca
· Mis recuerdos,
de Isabel García Lorca
· Miedo, olvido y fantasía: Crónica de la investigación
de Agustín Penón sobre Federico García Lorca,
de Marta Osorio
· Diván del Tamarit,
de Federico
· Historia La Huerta de san Vicente
Visita
al Centro García Lorca, la sede de la Fundación, que está esperando
los fondos del poeta, depositados en la Residencia de Estudiantes. Desconcierto
al no ver placas que recuerden a Lorca: en las casas donde vivió, los lugares
que frecuentaba, los sitios de la ignominiosa pasión y muerte…(Alguna
excepción: la mesa de la tertulia El Rinconcillo, del antiguo café Alameda, hoy
dentro del restaurante Chikito).
Pero
todo en Granada me recordaba al poeta: la luz, las casas, la gente, la
Alhambra, la casa de Falla, los paseos, el Albaicín, la Alcaicería…Y, siempre,
esa poesía musicada por Leonard Cohen, esa serie de Juan Antonio Bardem, ese
teatro de Federico, esos dibujos, el cine, los amigos, la Residencia, Nueva
York, Cuba, Argentina, La Barraca, su extraordinaria personalidad, su valentía
al vivir su sexualidad lo más libremente que pudo, su familia, el exilio de sus
padres y hermanos, la tumba que nunca se encuentra, el maestro Dióscoro Galindo
y los dos banderilleros con los que compartió su terrible final…
Mi pequeña antología
Romance de la luna
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
La aurora de Nueva York
La aurora de Nueva
York tiene
cuatro columnas de
cieno
y un huracán de negras
palomas
que chapotean las
aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas
escaleras
buscando entre las
aristas
nardos de angustia
dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay
mañana ni esperanza posible:
a veces las monedas en
enjambres furiosos
taladran y devoran
abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos
ni amores deshojados;
saben que van al cieno
de números y leyes,
a los juegos sin arte,
a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de
ciencia sin raíces.
por los barrios hay
gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de
un naufragio de sangre.
Baladilla de los tres ríos
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques,
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Pequeño vals vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
Casida del llanto
He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.
Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento,
no se oye otra cosa que el llanto.
Gacela del mercado matutino
Por el arco de Elvira
quiero verte pasar,
para saber tu nombre
y ponerme a llorar.
¿Qué luna gris de las nueve
te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla
de llamaradas en la nieve?
¿Qué alfiler de cactus breve
asesina tu cristal?
Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para beber tus ojos
y ponerme a llorar.
¡Qué voz para mi castigo
levantas por el mercado!
¡Qué clavel enajenado
en los montones de trigo!
¡Qué lejos estoy contigo,
qué cerca cuando te vas!
Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para sentir tus muslos
y ponerme a llorar.
Gacela del amor que no se deja ver
Solamente por oír
la campana de la Vela
te puse una corona de verbena.
Granada era una luna
ahogada entre las yedras.
Solamente por oír
la campana de la Vela
desgarré mi jardín de Cartagena.
Granada era una corza
rosa por las veletas.
Solamente por oír
la campana de la Vela
me abrasaba en tu cuerpo
sin saber de quién era.
Gacela de la muerte oscura
Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero que me repitan que los muertos no pierden la
sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
Releo algunos textos que conocía. Descubro alguno por primera vez. Como siempre me admira tu facilidad para la buena escritura y tu disponibilidad para montar los textos, las músicas y las fotos. Gracias por estos regalos.
ResponderEliminarGracias.
EliminarCon posterioridad a la escritura de este artículo, supe de la dedicación de una avenida a Lorca en un barrio nuevo de Granada.
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