Jesús Bermejo Bermejo
Febrero de 2020
Primera
parada
Plaza de Callao
Bienvenida
Como
recordaréis, hace dos años dimos un paseo por el Madrid medieval
intentando conocer la ciudad tal y como pudo ser en aquella época. Un año antes
recorrimos el Madrid de las Letras, siguiendo la huella de Miguel de Cervantes.
Hoy, en nuestro tercer paseo, cuando se está celebrando el centenario de
la muerte de Benito Pérez Galdós, vamos a adentrarnos en
el Madrid de su novela Miau. Y callejearemos por este
barrio acompañados, en la ficción, de Luisito Cadalso y de su abuelo, Ramón
Villaamil, tratando de imaginar cómo pudo ser este Madrid de hace más de 130
años. Ello no impedirá que, en determinados casos, hagamos
referencia a lo que se ha ido construyendo con posterioridad en las calles
por las que va a discurrir nuestro recorrido.
Galdós
Benito
Pérez Galdós representa el renacimiento de la novela española en la
segunda mitad del siglo XIX. Es el restaurador de nuestra tradición
novelística y uno de los máximos representantes del realismo español.
Con razón la crítica no ha dudado en calificarlo como el
mayor novelista después de Cervantes. Galdós es un escritor de
una gran riqueza inventiva que no encuentra parangón entre sus coetáneos; sus
cerca de ocho mil personajes forman un complejo y rico mundo de ficción.
Nacido en una familia de clase media de La Palmas de Gran
Canaria en 1843, Galdós se traslada a Madrid en 1862 para estudiar
derecho, pero pronto abandona sus estudios y se dedica al periodismo. Tras
el éxito de su primera novela, "La fontana de oro" (1870), comienza
una serie de relatos que narran la historia de España desde la batalla de
Trafalgar (1805) hasta la restauración de los Borbones (1874). Este
proyecto descomunal, al que dio el título de Episodios Nacionales (46 novelas escritas entre 1873 y 1912),
no sólo fundó un camino para escribir novelas de ficción construidas alrededor
de hechos históricos reales. Fundó también una fórmula literaria para
contar la Historia. Y aún más, y sobre todo, una manera de mirar a España.
Entre
1880 y 1900 Galdós escribió una larga serie de novelas sobre la España
contemporánea, que incluye algunas de sus mejores obras: La
desheredada, Tormento, Doña Perfecta, Tristana, Misericordia, Miau y Fortunata
y Jacinta, su obra maestra. Galdós supo transmitir las pasiones, las
debilidades, el sufrimiento, los sentimientos y los distintos caracteres que
configuran al ser humano con una gran precisión y siempre en un contexto real,
describiendo con detenimiento el entorno que rodeaba a cada uno de sus
personajes.
Galdós
fue un hombre comprometido y progresista, abierto y liberal, y muy crítico con
la intolerancia y el oscurantismo de un amplio sector de los españoles de su
época. En el último periodo de su vida, Galdós repartió su tiempo entre los
compromisos políticos y su actividad como dramaturgo. Fue perdiendo poco a poco
la vista y pasó ciertas dificultades económicas. Falleció el 4 de enero de 1920
en su casa de la calle Hilarión Eslava de Madrid, ciudad en la que vivió casi
60 años. El día de su entierro, una multitud acompañó su ataúd hasta el
cementerio de la Almudena.
El
Madrid de Miau
La novela Miau de Galdós transcurre en lo que hoy se conoce
como barrio de Malasaña. Oficialmente estamos en el distrito Centro, en el
barrio de Universidad, que así se denominaba en la época de Galdós, por estar
en él ubicada la sede de la Universidad Central de Madrid. También durante
algún tiempo se le llamó barrio de Maravillas, por la iglesia de ese mismo
nombre ubicada en la plaza del Dos de mayo.
Este
barrio abarcaba la zona norte del Madrid de los Austrias, allá por el siglo
XVII, y su configuración refleja muy bien la ampliación de la villa por
estos contornos. Así lo indican sus iglesias y sus conventos, todos ellos
edificados a lo largo del citado siglo. Sin embargo muy pocas casas quedan de
aquel tiempo pues la mayor parte de los inmuebles hoy en pie fueron levantados
a lo largo del siglo XIX. También el siglo XX ha dejado una huella profunda en
el barrio, sobre todo en su parte sur, debido a la apertura de la Gran Vía y a
la construcción de cientos de edificios modernos a lo largo de casi un siglo.
El
barrio de Malasaña limita al sur con la Gran Vía, al oeste con la calle
San Bernardo y la barriada del Conde Duque, al norte con Carranza y la glorieta
de Bilbao y al este con la calle de Fuencarral, que señala el límite con el
vecino barrio de Chueca.
En
el perímetro de este barrio se incluyen casi todas las localizaciones de la novela Miau:
la iglesia de las Mercedarias, donde Luisito tiene una alucinación; la plazuela
del Limón, donde estuvo el Colegio en que estudiaba Luisito; la calle de
Quiñones, donde vivía la familia Villaamil; la plaza de las Comendadoras, donde
se alza la iglesia del mismo nombre; la calle de los Reyes, donde vivían los
tíos de Cadalso; la iglesia de Montserrat, donde Luisito volvió a ver al Padre
Eterno; la explanada frente al Cuartel del Conde-Duque, donde jugaba el niño;
y, cerca de allí, la Montaña del Príncipe Pío, en cuyas proximidades se suicida
el desdichado Ramón Villaamil abrumado por el infortunio.
Malasaña
es uno de los barrios históricos de Madrid; hoy congrega a los vecinos de
toda la vida y a los más modernos de la ciudad. Su nombre se debe a
Manuela Malasaña, heroína del levantamiento del 2 de mayo de 1808, quien con
solo 17 años murió en estas calles a manos de las tropas francesas cuando
colaboraba defendiendo la ciudad. En él hay mucha actividad cultural,
hasta el punto de que seguramente radique en sus calles lo más avanzado de la
vanguardia madrileña. Sus teatros son una alternativa a la oferta
clásica de Gran Vía. Los más grandes son el Maravillas y el Lara, pero también los hay más pequeños e
independientes como el Alfil o Microteatro por dinero. Abundan las librerías de nombres atrevidos como Ciento volando, Tipos infames, Arrebato o Cervantes y compañía. Y como todos los
barrios antiguos de Madrid, Malasaña cuenta con un buen número de edificios
religiosos: Mercedarias de don Juan de Alarcón, san Antonio de los Portugueses, San Plácido, San
Ildefonso, Maravillas, Salesas Nuevas, Monserrat y Comendadoras.
La
Plaza de Callao
La
plaza de Callao se creó a mediados del siglo XIX a partir de un pequeño solar
surgido tras el derribo de una manzana de viviendas entre las calles Preciados
y Jacometrezo. Aquel pequeño espacio, denominado inicialmente plaza de San
Jacinto, adquirió su nombre actual en 1866, para recordar la batalla de El Callao, que enfrentó a la guarnición del puerto del mismo nombre, en Perú, país independiente desde 182, con una escuadra de la Armada Española, en expedición
científica y diplomática.
Aquella
primitiva plaza, que sin duda conoció Galdós, adquirió sus dimensiones actuales
cuando se acometió la construcción del segundo tramo de la Gran Vía, entre 1917
y 1922. Con diversos cambios de imagen, ha mantenido desde entonces su configuración. Como extensión de la Gran Vía, su carácter comercial y de ocio se
manifestó desde el principio y pronto acogió algunos de los primeros cines y
grandes almacenes de Madrid. En esta plaza se encuentra hoy un edificio de El
Corte Inglés en cuya octava planta hay una cafetería y una terraza que permite
pasar un buen rato mirando las excelentes vistas del tercer tramo de la Gran
Vía, entre Callao y la plaza de España. Antes fue un edificio de
Galerías Preciados, que en 1952 ocupó el lugar donde estuvo el hotel Florida,
famoso porque fue residencia de los corresponsales de guerra extranjeros
en el Madrid de la guerra civil, entre ellos los novelistas Hemingway y John Dos
Passos, y los fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro. En el lado oeste de la plaza
se halla el Cine Callao, abierto en 1926, uno de los pocos que
quedan en la Gran Vía y aledaños. En el número 4, cerrando la plaza por el lado
de la Gran Vía, se alza el Palacio de la Prensa, levantado por encargo de la
Asociación de la Prensa, entre 1924 y 1928.
Ya
en el tercer tramo de la Gran Vía, pero asomando a esta plaza su ‘proa’ con el
icónico anuncio de neón de Schweppes, se encuentra el edificio Carrión
(1931-33). Recibe el nombre de su promotor, Enrique Carrión, aunque también es
llamado Capitol por su histórica sala de espectáculos y cine. El edificio
Carrión es uno de los más emblemáticos de la calle: con su estilo
expresionista y su curiosa forma redondeada es uno de los edificios más
conocidos de Madrid. Para ello ha sido crucial su luminoso Schweppes:
convertido en un emblema, sobre todo tras protagonizar una escena de la
película El día de la Bestia, de Álex de la Iglesia.
A
principios de este siglo todavía circulaban autobuses por la plaza de Callao,
que durante décadas estuvo saturada de vehículos de todo tipo. Finalmente, fue
peatonalizada por completo entre 2009 y principios de 2010 y hoy quiere ser
algo así como el Times Square de Madrid.
Segunda
parada
Gran Vía con Red de san Luis
La Gran Vía
La Gran Vía es el eje comercial y de ocio más importante
del centro de Madrid. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se fue
concretando el proyecto, y caló mucho en la población, con opiniones a favor y
en contra. Cuando aún era solo eso, un proyecto, Federico Chueca compuso una
zarzuela, La Gran Vía (1886), lo que da idea de la popularidad del mismo, y sobre
el que sin duda también Galdós daría su opinión.
Pretendía unir la calle de Alcalá con la Plaza de España, y comenzó a hacerse
realidad en 1910, siendo alcalde de madrid Jsé Francos Rodríguez. Las obras de apertura de la calle duraron veinte años y se derribaron 32 manzanas y un total de 312 casas. El proceso completo, paralizado durante la guerra civil, se alargó hasta 1960, cuando se terminó de edificar la
torre de de Madrid. Los barrios galdosianos sobre los que se levantó este
proyecto tardaron mucho en ajustarse a una intervención tan impactante y
duradera. Visto desde hoy, podríamos decir que los dos siglos, el XIX de los
barrios de Galdós, y el XX, el de la Gran Vía, conviven con bastante armonía,
aunque el proceso haya sido lento, y, a veces, muy conflictivo.
La
Telefónica
El
primer rascacielos de Madrid, y uno de los primeros de Europa, fue el edificio de la Telefónica, situado en el 28 de la Gran Vía, obra
del arquitecto Ignacio de Cárdenas. Constituyó el último grito
arquitectónico de entonces, imitando los rascacielos de Nueva York y
Chicago. La estructura de acero de esta mole, levantada entre 1926 y 1930, y
que tiene 89,30 metros de altura, está forrada con piedras de Alicante y
Segovia y alcanza las 15 plantas. Pronto se levantaron otros edificios
pero hubo que esperar hasta 1953 para que el edificio España lo
sobrepasara en altura. De la fachada llama la atención, además de la
altura, la portada de estilo barroco que sirve de adorno al acceso
principal y que sube hasta la cuarta planta. La torre es especialmente
llamativa: en sus lados hay relojes iluminados que se ven a distancia. Bajo el
reloj del lado que da a Gran Vía, hay un enorme y adornado escudo real.
El
edificio Telefónica se convirtió en la sede de la Compañía Telefónica Nacional
de España. Aquí trabajaron 1.800 personas, incluyendo las famosas operadoras
que insertaban clavijas en un gran panel. Durante la guerra civil el edificio
sirvió de gabinete de prensa para corresponsales extranjeros. En dicho
servicio trabajó intensamente el escritor Arturo Barea, y su experiencia
singular la plasmó en su novela La forja de un rebelde, escrita en
Inglaterra en sus años de exilio. En aquellos años de guerra, el
edificio de la Telefónica era la diana de la ciudad y orientaba, en su asedio de Madrid, a la artillería
del ejército franquista, cuya base estaba en el cerro de Garabitas, en la Casa de Campo. Por entonces se conocía a la
Gran Vía como “la avenida de los obuses”. El edificio aguantó firme los
desastres de la guerra pero fue necesario reparar después los numerosos
destrozos causados.
En
la actualidad, las oficinas principales de la empresa se encuentran en el
llamado Distrito Telefónica, un gigantesco complejo situado en Sanchinarro, al
norte de Madrid. Y este edificio, que sigue estando entre los veinte más altos
de la ciudad, permanece en manos de la Compañía, pero ahora tiene otro uso. Por
la parte delantera se accede a una tienda Movistar con las últimas novedades
tecnológicas. En la parte trasera, entrando por la calle Fuencarral, se
encuentra la Fundación Telefónica, que ocupa una gran parte del edificio y
programa numerosas actividades culturales.
El Templete del Metro
En 1920 se levantó el Templete del metro de Gran Vía, obra del arquitecto Antonio Palacios, autor
de otros edificios icónicos cercanos como el Círculo de Bellas Artes o el
Ayuntamiento de Madrid, antiguo Palacio de Comunicaciones. Servía de acceso a
un ascensor rodeado de una escalera de caracol que conectaba el nivel de la
calle con la estación subterránea de metro. El templete se desmanteló en 1970 y
sus piezas se transportaron hasta O Porriño (Pontevedra), localidad natal de su autor, en cuyo
parque Campo da Feira sigue hoy instalado. En 2021 se ha construido una réplica
exacta, debido, parece ser a las dificultades de transportar y levantar en gran
Vía el templete originario.
Calle de san Onofre
Calle
de San Onofre
Cuentan
los cronistas que en esta calle, allá en la edad media existió una
ermita dedicada a este santo, cuando la zona, al norte de la villa, aún
estaba formada por tierras boscosas surcadas por arroyos y alejadas de la
población. Dicha ermita quedó casi destruida en una batalla entre Enrique IV de Trastamara y Pedro I, y en la época de Carlos V estaba totalmente en ruina. En el plano de Teixeira, de 1656, esta callejuela aparece
representada entre el Camino de Fuencarral, hoy calle del mismo nombre, y la
calle de Valverde, llamada así en homenaje a la ermita levantada en el pueblo
de Fuencarral.
Aquí
se encuentra el Horno de San Onofre, una de las pastelerías históricas de
la capital, que fue inaugurada con tal nombre en 1972 por Daniel Guerrero y su mujer.
Paseando un día por Madrid, Daniel, que ya conocía bien el oficio, vio que la
vieja pastelería de san Onofre, llamada El buen gusto, se traspasaba. Se quedó con el negocio
y fue saliendo a flote gracias a la conocida tarta de Santiago (más que bizcocho, casi mazapán). Su éxito fue
tal que el propio Daniel Guerrero registró el producto y hoy es poseedor
de los derechos de la citada tarta. Tiene abiertas varias sucursales, una de ellas
en el mercado de san Miguel y otra en Nagasaki (Japón).
En
el nº 4, vivió el compositor Isaac Albéniz de 1873 a
1882, época de sus estudios en el Real Conservatorio de Música, como
indica la placa del Ayuntamiento en la fachada.
Cuarta
parada
Calle Valverde,
frente a la iglesia
Iglesia y Convento de las Mercedarias
Se encuentra en la calle de Valverde, 15, esquina con la Puebla. El Convento de don
Juan de Alarcón es el nombre popular dado al convento de Nuestra
Señora de la Concepción, de la orden de las Mercedarias descalzas. Fue fundado en 1609 por
el sacerdote Juan Pacheco de Alarcón,
albacea de María de Miranda.
En 1656 se terminó de edificar y constituye un buen ejemplo de arquitectura
barroca madrileña del siglo XVII. La fachada principal, en la calle de la
Puebla, sigue el modelo del monasterio de la Encarnación,
aunque simplificando la composición y sustituyendo la piedra por el más
económico ladrillo. Hacia la calle de Valverde se abre una sencilla fachada
decorada con una imagen de la titular del convento y motivos heráldicos.
En el interior de la iglesia, destaca el retablo mayor, con un gran cuadro representando
a María Inmaculada acompañada de la Trinidad, obra de Juan de
Toledo. Además de otros cuadros, se conserva también un San Antonio
Abad, obra de Antonio Arias, completando así una
apreciable colección de pintura barroca, a la que se pueden
agregar las numerosas pinturas conservadas en distintas dependencias del
convento.
Durante la guerra civil funcionó como hospital y como prisión, y
sufrió saqueos y robos. Años después, dos valiosas tallas de Pedro de
Mena fueron vendidas por las religiosas a un coleccionista privado. En 2000-2002
hubo una primera restauración y, en fechas posteriores, se llevaron a cabo
obras de rehabilitación a cargo de los Ministerios de Fomento y de Cultura.
Está declarado por la Comunidad de Madrid Bien de interés cultural desde 2014.
Galdós, en Miau (1888) sitúa aquí al inocente Luisito,
acometido de un profundo sueño, sentado en el escalón de una de las tres
puertas con rejas; al despertar, contempla los escaparates de las casas
vecinas, una tienda de cestas y las botellas de una tienda de vinos.
El escritor Max Aub, que se exilió en Méjico después de la guerra civil,
publicó en ese país, en 1961, una novela titulada La calle de Valverde,
en la que describe con minuciosidad el ambiente de esta barriada hacia 1924.
En el nº 24 de esta calle tiene su sede la Real Academia de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales desde 1894. Hasta ese año y desde 1713 lo fue de
la RAE. En el nº 44 vivieron los abuelos maternos de Javier Bardem. Y en el 11
de la calle Puebla vivió Gómez de la Serna.
Junto a las tiendas tradicionales de estas calles, sobre todo de lámparas,
se van estableciendo, desde 2008, diversos comercios que son realmente
originales. Son espacios con propuestas creativas, cerámica, productos de
peluquería a la vieja usanza, moda y complementos. Es el primer paso
para convertir una de las zonas más castigadas por la prostitución y la droga
en una barriada moderna. Ya se sabe, los barrios más fashion del mundo siempre
fueron antes barrios marginales.
Quinta
parada
Frente a la
iglesia de san Antonio
Iglesia
de San Antonio de los portugueses (o de los alemanes)
En
la manzana triangular que conforman la Calle de la Ballesta, la Calle de la
Puebla y la Corredera Baja de San Pablo se encuentra una joya del
patrimonio artístico y cultural de Madrid. La iglesia de San Antonio de los
Portugueses o de los alemanes. EL 26 de julio de 1973 fue declarada Monumento
histórico artístico.
Poco
vistosa por fuera, lo que más llama la atención de esta pequeña iglesia
del centro de la ciudad es que todo su interior está cubierto de pinturas de
valor incalculable. La iglesia es de reducidas dimensiones, con una
peculiar forma de elipse que permite contemplarla entera con solo girar sobre
uno mismo. Es una inmersión total en el arte y la historia de Madrid.
Fue
en 1606 cuando en época de Felipe III se empezó a construir un hospital para
portugueses en esta manzana. La advocación de la iglesia fue la de San Antonio
de Padua, patrón de Lisboa y del vecino país, Portugal, de ahí su primera
denominación, San Antonio de los portugueses. Su construcción fue financiada
por la comunidad portuguesa residente en Madrid. La iglesia que hoy vemos
se levantó entre 1624 y 1633 con un diseño del jesuita Pedro Sánchez.
Sin embargo, entonces carecía de la decoración interior, que se añadiría unos
cuarenta años más tarde.
Con
la independencia de Portugal en 1640, dejó de servir a este fin y cayó en
desuso. Fue Mariana de Austria, esposa de Felipe IV, quien promovió la cesión
del templo y hospital para atender a alemanes pobres de paso por Madrid, de ahí
el cambio de nombre. El exterior de San Antonio de los Alemanes no llama la
atención. De hecho parece como que se queda pequeña entre las estrechas calles
del barrio de Malsaña. Apenas se encuentran adornos en sus fachadas, si
exceptuamos la imagen en piedra de San Antonio de Padua en una hornacina sobre
la puerta de entrada.
La
cúpula, de grandes dimensiones y forma elíptica, fue pintada por Francisco
Rizzi en 1662, con intervenciones de Francisco Carreño y Luca Giordano. En la
parte central está la Gloria de San Antonio, una escena en la que el
santo recibe al Niño Jesús de manos de la Virgen. Las pinturas de las paredes
se deben a Luca Giordano. El tema de esta gran obra mural son escenas de la
vida de San Antonio de Lisboa, más conocido como de Padua. También alterna con
retratos de emperadores, reyes y príncipes.
La
iglesia ofrece culto por las tardes y se dedica a visitas de interés
turístico por las mañanas. Se solicita un donativo de 2€ por persona para
atender a los fines sociales de la Hermandad.
Cofradía
del Refugio
Junto
a la iglesia de san Antonio se levanta la sede de la Cofradía del Refugio y
Piedad de Madrid, ubicada en el antiguo edificio del Hospital de los
Portugueses. Fue fundada en 1615 por caballeros que residían en esta zona.
Daban de comer a los necesitados, les proporcionaban un sitio donde dormir y
ayudaban a los numerosos enfermos. Aquí aún hoy se proporciona alimento a quienes
lo necesiten.
Teatro
Lara
Muy
cerca de esta iglesia se encuentra el Teatro Lara, inaugurado el 3 de
septiembre de 1880. Desde el punto de vista arquitectónico es uno de los
teatros más bonitos de Madrid. De pequeñas dimensiones, con una cabida actual
de 460 espectadores, unida a una belleza singular, le hace ser conocido desde
su estreno como La bombonera. En él se estrenaron importantes títulos de la
historia del teatro español, como Los intereses creados o El
amor brujo, y hoy sigue gozando del respaldo del público con una interesante
programación.
Sexta
parada
Plaza de Carlos
Cambronero
Calle
del Pez
Es
una de las calles con más sabor del viejo barrio de Maravillas. Su breve recorrido
ha quedado grabado en las páginas del Madrid galdosiano y barojiano. También en la memoria de los radioyentes de finales de los años cincuenta del
siglo pasado ha quedado grabado un anuncio: “Quien compra en la calle del Pez
bien sabe lo que se pesca”. Hoy sigue siendo una calle comercial muy
concurrida, con tiendas de diseño y restaurantes modernos que conviven con
comercios tradicionales y bares de toda la vida.
Según Pedro de Répide, el nombre vendría de la
legendaria existencia de una finca con cinco pozas y un estanque de aguas
finas. Las aguas fueron mermando y los peces que allí nadaban,
también. El último de ellos murió en las manos de la hija del dueño, así que,
para consolar a la niña, su padre ordenó labrar un pez de piedra en el chaflán del edificio. Aún hoy puede
verse dicho pez, si bien en el edifico nuevo levantado donde estuvo la casa
primera, en la esquina con la calle Marqués de santa Ana.
Convento
de San Plácido
Fundado en 1624, el convento de san Plácido es uno de
los más famosos del Madrid de los Austrias.
Contiene varios tesoros, entre ellos el retablo mayor, con una Anunciación de Claudio Coello, un Niño Jesús de Montañés y un Cristo Yacente de Gregorio Hernández. En su día, San
Plácido albergó el famoso Cristo de Velázquez, que
hoy cuelga de las paredes de El Prado; fue un regalo de Felipe IV, pintado para figurar en el coro del
convento. Demolido en 1903, en 1912 se inició la construcción de un nuevo
convento y se restauró la antigua iglesia. En 1943 fue declarado
Monumento Nacional. Para acceder a la iglesia hay que acercarse en horario de culto, muy prontito, a las 8.30 de
la mañana los días de diario, o a las 10 h. los días festivos. La entrada
es por la calle de San Roque.
Hay varios episodios históricos que hicieron muy
famoso este convento. El primero de ellos relata la posesión diabólica de
veinticinco monjas del convento en 1628, entre las que se encontraba, la
fundadora Teresa Valle de la Cerda. Tras varios exorcismos escandalosos,
la Inquisición dictó la reclusión
perpetua en un convento del confesor de la congregación, el benedictino Juan
Francisco García Calderón, por supuesta relación con algunas monjas. El otro
episodio está relacionado con el reloj del convento, cuyas campanadas imitan al
toque de difuntos. Según se dice, el reloj fue un regalo de Felipe IV, que lo ofreció como penitencia
y desagravio por haber asediado a una joven y bella monja que al parecer
fue salvada «in extremis» gracias a la astucia de la priora haciéndola fingir
cadáver, montaje que logró espantar al rey y a sus rijosos acompañantes.
Palacios
Varios
palacios encontramos en esta calle: en el número 12 se conserva la fachada del
palacio de Bornos, de mediados del siglo XIX. Haciendo esquina con la calle de
San Bernardo, se conserva el palacio de los Bauer, del siglo XVIII. Y en el nº 10 de la cercana calle de Jesús
del Valle hay un palacete dieciochesco propiedad del conde de Murillo y de su esposa, Esperanza Aguirre.
Bar
El Palentino
En
la esquina de la plaza Carlos Cambronero se encuentra el bar El Palentino,
que hasta hace unos años era una tasca atemporal ajena a las modas y que muchos
consideran como uno de los lugares más representativos de la ciudad y sus
gentes. Se dice que sus pepitos de ternera alimentaron las noches de la
movida madrileña. El músico Manu Chao protagonizó
un videoclip filmado por Fernando León de Aranoa, que inspiró
a Álex de la Iglesia para su película El bar,
en 2017. Recientemente cerró sus puertas por fallecimiento de uno de sus
dueños. Sin embargo, en 2019 volvió a abrir, pero ha cambiado de nombre y de estilo, aunque dicen que con el pepito de ternera todavía en su carta de tapas.
Cine
En
el número 10 de esta calle se abrió en 1948 el cine Pez, un cine castizo y
popular que en los 80 se transformó en el teatro Alfil.
El director de cine Alejandro Amenábar rodó aquí en 1997 alguna secuencia de Abre los ojos.
Mujer
y universidad
Una
estatua llamada Tras Julia, de Antonio Santín, está desde 2003,
junto a la fachada del palacio Bauer.
Su autor quiso con ella hacer un homenaje a una mujer que se atrevió a ir a la
universidad, que estaba al lado, en San Bernardo, en 1842, cuando
todavía no podían estudiar las mujeres en ella. Para conseguir asistir a las
clases, se vistió de hombre. Esta Julia es en
realidad Concepción Arenal, una escritora pionera del feminismo español
que, efectivamente, en 1842, fue como oyente a la Facultad de Derecho con el
pelo cortado y vestida de hombre. Descubierta su identidad, fue autorizada por
el rector a seguir las clases pero con determinadas limitaciones. Preocupada por la situación desastrosa de las prisiones de nuestro país y empeñada en mejorarlas, dejó escrita una frase sentenciosa: "Odia el delito pero compadece al delincuente".
Imprentas
En
la imprenta La Guirnalda, calle de Pozas, 18 vio la luz la primera novela de
Galdós, La fontana de oro, además de Miau, Tormento y La
desheredada. Y en el número seis de Jesús del Valle a mediados del siglo
XIX instaló su imprenta Manuel Rivadeneyra, editor
de la Biblioteca de Autores Españoles,
colección que imprimió con gran calidad las obras clásicas de la literatura
española.
Librerías
Muy
cerca de esta calle está la de los Libreros, que albergó en sus buenos momentos
once librerías, de las que hoy quedan seis, todas muy conocidas por estudiantes
de secundaria y universitarios, que allí acudían y acuden a comprar a buen
precio libros de texto, muchos ellos de segunda mano. La Felipa, La Casa de la
Troya, Doña Pepita eran algunas de ellas, regentadas por mujeres sabias y con
mucha psicología.
Séptima
parada
Centro de la
plaza de san Ildefonso
Plaza
de San Ildefonso
Es
un espacio público
en el que confluyen la Corredera de San Pablo con las calles de Don Felipe, San
Joaquín, Santa Bárbara, Colón y Barco. Preside la plazuela la iglesia del mismo nombre. En
este castizo entorno, que retrató Galdós en
su novela Fortunata y Jacinta, se instaló el
primer mercado cubierto de Madrid.
Iglesia
de san Ildefonso
El
edificio original fue fundado en 1619 y destruido durante el reinado de José, hermano de
Napoleón. En 1827 fue levantado de nuevo y cinco años después
sufrió un gran incendio. En su interior destaca un retablo
barroco, dos imágenes de san Antonio de Padua y san José, y una talla anónima de Cristo crucificado del siglo XVII. Durante la guerra civil se utilizó para
almacenar provisiones y sufrió grandes destrozos. Quedó restaurada íntegramente
en 1952. En el interior de la parroquia
se puede ver una placa que conmemora el matrimonio en 1858 de la escritora
Rosalía de Castro, que por entonces era vecina del barrio, con Manuel Martínez Murguía, hijo de un boticario coruñés.
El mercado
Aquí estuvo, desde 1834 y hasta 1970, el mercado
cubierto de san Ildefonso. Parece ser que ya desde antiguo en la zona abundaban
los puestos callejeros, que fueron precisamente los que dieron origen al
mercado. Era un edificio modernista al que llegaba la fruta y la verdura de los
pueblos de alrededor y en donde hacían su apaño rateros y estraperlistas. Se
dice que era, ya entonces, un lugar lleno de vida.
Comercios
antiguos
La Farmacia
Malasaña es un comercio de los de toda la vida, cuya gran mesa a modo
de mostrador lleva allí desde el XIX. Cartulinas la Riva sigue
despachando material de dibujo desde los años veinte. En el nº 12 de la
Corredera de san Pablo estaba hasta hace unos años la Mercería Liria,
abierta desde 1930. En ella mostraban el mayor surtido de botones de la ciudad,
desde los más antiguos, de 1800, hasta los más modernos. Hoy los venden por
internet en la dirección Los botones de Liria. Al lado, otra mercería, Megino,
atiende a su clientela desde 1941. Como
curiosidad diremos que en una de las casas de esta plaza se creó en 1763 la
lotería beneficiata, precursora de la lotería nacional, llamada así por
dedicarse a la beneficencia; el
primer sorteo se celebró el 10 de diciembre de ese año. Recordaremos
que los niños que cantan la lotería de navidad desde 1771 son precisamente los
del colegio de san Ildefonso, cercano a la plaza de la Paja.
Tiendas modernas
Desde hace unos años, varias de estas calles
cercanas a san Ildefonso están de moda. Hay alojamientos, restaurantes, clubes,
bares y muchas tiendas con un toque diferente, especializadas en arte
y decoración, ropa de diseño, gorras, artesanía y productos ecológicos, con
nombres como El Moderno, Lady Cacahuete, La Antigua, La Intrusa…De
vez en cuando la reina Leticia se deja caer por estas calles, unas veces con
sus amigas y otras con el rey. Carmen Bordiú, contando su primera
excursión por este barrio, escribió en su blog de la revista Hola:
“Si la reina Leticia va, ¿por qué yo no?” Genio y figura…
Octava
parada
San Andrés con
san Vicente Ferrer
Farmacia
Juanse
En
la esquina de la calle San Andrés con San Vicente Ferrer nos encontramos ante
la Farmacia Juanse, una joya del arte urbano. Fundada en 1892,
destaca por su fachada, que mantiene los azulejos originales de los años
veinte, en los que se anuncian remedios milagrosos propios de su
laboratorio. Juanse, Juan José Cruz García Rodríguez, fue el artífice de
los saludables preparados de los anuncios: el diarretil contra toda clase
males de la tripa, los “odontálgicos” para dolores de muelas, los fumables
inofensivos a base plantas que sustituían el tabaco, los tés purgantes
aromáticos, los emplastos porosos, las embrocaciones o cataplasmas para
lumbagos, reumatismos y neuralgias, así como los jarabes contra la coqueluche o
tosferina.
Todos
los anuncios venían firmados al pie por Mardomingo, es decir, Marcelino
Domingo, realizados en un encantador estilo art-déco en 1924, en boga entonces en todo
el mundo. Estos paneles estuvieron ocultos durante algunos años porque la
publicidad situada en paredes estaba sometida a un impuesto. El titular de la
farmacia decidió taparlos hasta que volvieron a ver la luz en los años setenta.
Cerrada ya la farmacia, hace algunos años abrió sus puertas un restaurante pero
ha cerrado recientemente. Quizá esa clausura esté propiciando que algunos
vándalos, ignorantes de su valor, estén maltratando estos azulejos con sus
firmas y grafitis. Si alguien no pone pronto remedio el daño será ya
irreversible.
Novena
parada
Junto al Colegio
Pi y Margall
Plaza
del Dos de Mayo
Es
uno de los espacios con más personalidad de Madrid, siempre muy concurrido y
animado: niños que juegan en la zona infantil, jóvenes que llenan las terrazas
y bares, paseantes y vecinos que encuentran aquí su espacio abierto
preferido… También es frecuente encontrar mercadillos los días festivos.
Su
nombre hace referencia al levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas
de Napoleón el dos de mayo de 1808. Cuando los franceses iban ocupando la
capital, grupos de madrileños empezaron a congregarse frente
al Palacio real y
en otros puntos estratégicos de la ciudad. La situación fue agravándose y los
franceses hicieron fuego de artillería contra la multitud. La rebelión
estalló y se extendió por toda la villa. Los militares recibieron orden de
no intervenir, pero los artilleros del Parque de Monteléon, que estaba aquí
mismo, la desobedecieron y se unieron al pueblo. Los capitanes Daoíz y
Velarde se encerraron en el cuartel junto a sus hombres y, en una jornada
angustiosa y sangrienta, acabarían muriendo, igual que muchos madrileños y madrileñas,
como Clara del Rey y Manuela Malasaña. También intervino el teniente Ruiz en aquella jornada bélica, que quedó malherido y fallecería un año más tarde.
La
plaza, tal y como la conocemos en la actualidad se creó en 1869 y hubo que
retirar los restos del Cuartel de Monteleón. En el centro de la misma destaca
el Arco que daba entrada en su día al primitivo Palacio, más tarde convertido
en cuartel de artillería. El monumento a Daoíz y Velarde es obra de Antonio
Solá, levantado en 1822.
Iglesia de las Maravillas
Cuentan
los que saben que en 1616 había en este lugar, junto a una ermita dedicada a
San Antonio Abad, un beaterio de mujeres, luego convertido en convento de
monjas conocidas con el apodo de “maravillas”, por la veneración que sentían
hacia una imagen del Niño Jesús hallada entre unas flores de su
huerto.
La
iglesia se construyó en 1650 y era de una sola nave, con
crucero, cúpula y pórtico de seis arcos. El 2 de mayo de
1808 fue habilitada como hospital de sangre y sufrió grandes
destrozos. Se reconstruyó y fue convertida en sede de la parroquia de Nuestra
señora de las Maravillas. En 2016 fue rehabilitada. Dentro del templo se
conservan algunas obras de mucha estima. Son dignas de admirar las pinturas de
Carreño Miranda y de Francisco de Zurbarán.
El
nombre del barrio
Se
suele decir que al barrio se le conoce con el nombre de Malasaña, en memoria de
la heroína Manuela Malasaña. Quizá habría que afinar un poco más y recordar que
en 1960 el Ayuntamiento elaboró un plan para construir una Gran Vía Diagonal
que uniera la Plaza de España con Alonso Martínez, pasando por el medio de este
barrio. En los años setenta hubo tanta oposición al citado plan que después de
las primeras elecciones municipales democráticas, en 1977, el nuevo
Ayuntamiento dio carpetazo al proyecto. ¿Cómo se llamaba el dichoso plan? Plan
Malasaña. Quizá la contestación a aquel proyecto familiarizó a los
madrileños con el nombre de Malasaña. Y, ya puestos, dio nombre al barrio.
Museos
y teatros
Muy
cerca de esta plaza están dos de los museos más interesantes de Madrid: el
Museo Histórico Municipal, en la calle Fuencarral y el del Romanticismo, en la
calle de san Mateo. Muy cerca de aquí, y desde 1886, se encuentra el
teatro Maravillas.
Escritores
El
ambiente comercial de esta barriada fue evocado por diversos escritores, entre
ellos Rosa Chacel, que vivió en el 22 de la calle de san Vicente
Ferrer. En su novela Barrio de Maravillas narra la
historia de dos niñas en el Madrid de principios del siglo XX. Pío Baroja vivió
algún tiempo en la calle del Espíritu Santo y cerca de aquí sitúa la vivienda
de un personaje de El árbol de la ciencia. Camilo José Cela
mueve también por estas calles a sus personajes de La colmena y Juan
Madrid a los suyos en Días contados.
Bares
y Cafés
El
Pentagrama,
situado en el nº 4 de la calle Palma, es el bar por excelencia de la zona.
Abrió sus puertas en 1976 y se convirtió en uno de los puntos de reunión de la
Movida. En su barra tomaron copas Almodóvar, Ouka Lele, Alaska, los Secretos y
Nacha Pop entre otros. A él se refiere el cantante Antonio Vega, de Nacha Pop,
en la canción La chica de ayer, que se considera una de las mejores generadas
en aquellos años de La movida. Desgraciadamente Antonio Vega
falleció en 2009, víctima de la heroína. Aquella plaga de los ochenta y noventa
también se llevó en 1999 a Enrique Urquijo, el solista de Los
Secretos, que vivía en el 23 de la calle de Espíritu Santo. Sus canciones
también se han consolidado como las más simbólicas de aquella época, junto con
las de Radio Futura y las primeras películas de Pedro Almodóvar. Cerca de
aquí están algunos bares y cafés famosos como La Vía láctea, el Manuela, el
Pepe Botella, el Ajenjo y el Ruiz, con sus clientelas, sus
canciones y sus mil historias.
Décima
parada
Junto a las Salesas
nuevas
Calle
de san Bernardo
La
calle de San Bernardo es una de las más importantes en la historia de Madrid.
En tiempos de Felipe II era el camino que llevaba hasta el pueblo de
Alcobendas, y en él se encontraba el hospital de Convalecientes. Cuando aquel
hospital perdió su función, en su edificio se fundó un convento para monjes
bernardos, en 1596, de ahí el nombre. El convento de San Bernardo fue
derribado durante la desamortización de Mendizábal, en 1836, y en su solar se levantó un palacio que hoy
alberga oficinas del Ministerio de Justicia. En el nº 45, otro palacio, de
finales del siglo XVIII, fue convertido en 1851 en Ministerio de Justicia.
Universidad
En
el 49, esquina con la calle Noviciado, estuvo el palacio del marqués de
Camarasa, en cuyo solar se levantó el Noviciado de jesuitas, hasta su expulsión
en 1767. El edificio pasó a ser propiedad del Estado con la desamortización de
Mendizábal. En 1843 se convirtió en Universidad Central de Madrid, hasta que se
creó la Ciudad Universitaria, proyectada en 1928 e inaugurados sus primeros
edificios en 1933. Hoy día el edificio acoge el Paraninfo histórico de la
Universidad Complutense.
El
Lope de Vega
El
palacio Castromontes, en el número 70, se levantó en el siglo XVIII y fue
residencia de varias familias aristocráticas, hasta que fue reformado y
convertido en el Instituto Lope de Vega.
Las
Salesas nuevas
Al
lado se halla el convento e iglesia de las Salesas Nuevas, en el 72, llamado
así por ser el segundo fundado en Madrid por las religiosas de San Francisco de
Sales. Este edificio neoclásico se construyó entre 1798 y 1801. Todavía
despachan dulces las monjas, eso sí, en un horario muy ajustado.
Iglesia
y convento de Monserrat
En
el nº 79, se encuentran el monasterio y la iglesia de Montserrat, de estilo
barroco, en la que destacan los ornamentos de su torre, obra de Pedro de
Ribera. En este edifico se instalaron, en 1704, los monjes benedictinos
castellanos que huyeron del monasterio catalán del mismo nombre en 1640,
durante la guerra dels segadors. Con la desamortización la iglesia siguió
abierta pero el monasterio se convirtió en cárcel de mujeres durante más de un
siglo. Era un lugar penoso llamado La Galera, cerrado por el gobierno
republicano en 1932, cuando se abrió la cárcel de Ventas.
Junto
a esta iglesia tuvo lugar la inauguración del Canal de Isabel II, en 1858, con la instalación de un gran pilón en mitad de
la calle de donde elevó un enorme chorro de agua que, según decían, parecía ‘un
río de pie’. Como curiosidad diremos que aún en la actualidad, todos los
domingos, en la misa de las 12, se puede oír canto gregoriano.
Emilia
Pardo Bazán
En
el número 37 de esta calle vivió la escritora Emilia Pardo Bazán desde 1890
hasta 1921, año de su muerte. La escritora, además de magnífica novelista y
periodista, fue una tenaz defensora de los derechos de la mujer. Galdós y Pardo
Bazán fueron amantes durante algún tiempo.
Los
personajes de Miau
En
esta barriada se incluyen muchas de las localizaciones de Miau: la
iglesia de Montserrat, cuyo Cristo le daba miedo a Luisito por las melenas; la calle de
Quiñones, así llamada por María de Quiñones, que tenía una imprenta en esta
calle, y en una de cuyas casa vivía la familia Villaamil; la plaza de las
Comendadoras, donde se alza la iglesia del mismo nombre; la calle de los Reyes,
donde vivían los tíos de Luisito; la plazuela del Limón, donde estuvo la
escuela en que estudiaba Cadalso y la explanada frente al Cuartel del
Conde-Duque, donde jugaba el niño.
Parada
número 11
Plaza de las
Comendadoras
Iglesia
y convento de las Comendadoras de Santiago
Cuentan
las crónicas que en 1584, el comendador mayor de la Orden de Santiago dispuso
en testamento que parte de sus bienes terrenales se destinasen a la fundación
de un convento de monjas de la citada Orden. A tan fin se adquirió una enorme
superficie, en la que, en 1668, se comenzó a levantar el citado convento y una
iglesia. En 1745 se construyó la sacristía de los Caballeros y el resto
del convento, bajo las órdenes de Sabatini, el arquitecto preferido de
Carlos III.
La
iglesia tiene planta de cruz griega y, en su interior, podemos admirar una
hermosa cúpula con decoración en yeso, típicamente barroca, el cuadro del altar
mayor, de Lucas Jordán, que representa a Santiago en la batalla de Clavijo, y
los viejos estandartes de la orden representando las victorias contra los
árabes en la reconquista, estandartes que tanto gustaban a Luisito. También
hemos de destacar su amplia y atractiva sacristía.
Tras
muchos años de abandono, durante la guerra civil el convento fue checa y aunque
la ocupación causó destrozos, no hubo saqueo ni incendios. En la posguerra fue
cárcel, y por ella pasaron más de dos mil hombres, entre ellos el poeta José
Hierro y el sindicalista Marcelino Camacho entre otros. Años después volvió a
recuperar sus funciones religiosas. En 1998, la Comunidad de Madrid inició las
primeras obras de restauración, que aún siguen. El conjunto fue declarado Bien
de Interés Cultural en 1970.
A
esta iglesia la familia Villaamil solía asistir casi todos los domingos para
oír misa. Galdós le dedica varias páginas al convento, describiéndolo con
minuciosidad; lo consideraba uno de los más bonitos de Madrid.
Plaza
de las Comendadoras
Esta
plaza se planificó en el siglo XVII a la vez que se iba levantando el edificio
del convento. Es una de las plazas más tranquilas y familiares del centro de
Madrid. La fachada rojiza del convento y la cúpula de ladrillo de la
iglesia destacan de entre los demás edificios que, con armonía, cierran
la plaza. En la cercana calle de Amaniel aún se puede contemplar la chimenea de
la fábrica de cervezas Mahou, edificada en 1894 y que en 1962 fue trasladada al
paseo Imperial. En su solar se levantó en 2010 el Museo ABC de Dibujo e
Ilustración, en el que puede contemplarse, de Dalí a Juan Gris y Mingote, la obra
quienes durante más de un siglo ilustrado las páginas de ABC y sobre todo del
antiguo Blanco y Negro.
Parada número 12 (y última)
Antigua
plazuela del Limón
Plaza de los Guardias de Corps
Junto al Cuartel del Conde Duque se abre la plaza de los Guardias de Corps, situada entre las calles de
Conde Duque, Limón y del Cristo.
El lugar emergió del derribo de una manzana de edificios en el
siglo XIX. En el nº 2 podemos observar unas curiosas fachadas de influencia modernista y, enfrente de la fachada del Conde Duque, está la galería Blanca Berlín, en la que han expuesto sus obras algunos de los mejores fotógrafos del país. En
un rincón de la plaza destaca el busto en piedra de Clara Campoamor, erigido en 2006 en memoria de una de las vecinas más ilustres del barrio y gran
impulsora del voto femenino en España, objetivo que consiguió como diputada en
1933.
Conocida en su día como plazuela del Limón, por
estar situada junto a la calle del mismo nombre, entre sus vecinos estuvo Perico
Chicote, el barman más conocido del país, que se quedó huérfano
a los siete años y que muy pronto tuvo que ponerse a trabajar en la taberna del
vecino mercado de los Mostenses, donde sirvió los primeros tragos mucho antes
de convertirse en el barman más famoso de la Gran Vía. Otro joven de
origen humilde que transitó por aquí fue Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, que trabajó algún tiempo en una imprenta
de la calle del Limón.
Centro Cultural Municipal Conde Duque
En
1717, Felipe V encarga Pedro de Ribera la construcción del Cuartel
de los Guardias de Corps, el cuerpo militar de élite que custodiaba a los
reyes, conocido tanto por su valor como por la riqueza y vistosidad de sus
uniformes. Pedro de Ribera proyecta un gran edificio con planta
rectangular, con el objetivo de armonizar funcionalidad y belleza; en 1730
ya estaba prácticamente concluido.
Su
portada barroca, labrada en piedra y de estilo churrigueresco, contrasta con el
resto del edificio. Contiene una gran plaza central, dos patios laterales y
amplísimos espacios destinados a caballerías y, durante mucho tiempo, fue el
edificio más grande de la capital, con más de 25.000 m² de superficie. En
1869 un devastador incendio destruyó los pisos superiores y marcó la
decadencia del edificio. En 1969 dejó de tener uso militar y en 2005
comenzó a ser rehabilitado con fines culturales por el Ayuntamiento de
Madrid, se restauraron las fachadas exteriores e interiores, se recuperó la
fábrica de ladrillo visto y el rasgado original de los vanos y las alturas
primitivas. El edificio alberga diversas instituciones: Archivo de la Villa, Biblioteca Histórica, Biblioteca Musical, Biblioteca
Pérez Galdós, Hemeroteca Municipal y Museo de Arte contemporáneo.
Respecto
a su nombre hay diversas opiniones. Según algunas investigaciones no se refiere
al conde duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, sino al conde de Aranda y duque de
Peñaranda, dueño del primitivo solar.
Final y principio
Benito Pérez Galdós, que había trabajado en sus años juveniles en la imprenta de la calle del Limón, seguramente tenía buenos recuerdos de esta plazuela, y quizá por ello ubicó en ella el
colegio de Luisito Cadalso. Y decidió comenzar su
novela Miau con la escena de los niños saliendo de la escuela, describiendo su
algarabía con toda la viveza del mundo, una algarabía que sigue siendo la mejor
señal de que la vida sigue.
“A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la
escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con
algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad es tan hermoso como el que
entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la
disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando.
Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para
emprender solo y calladito el camino de su casa. Y apenas notado por sus
compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida, fueron tras él y le acosaron
con burlas y cuchufletas…Uno le cogía del brazo, otro le refregaba la cara con
sus manos inocentes…; pero él logró desasirse y... pies, para qué os quiero.
Entonces dos o tres de los más desvergonzados le tiraron piedras,
gritando Miau; y toda la partida repitió con infernal
zipizape: Miau, Miau.”
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