Llegas con la fuerza y la alegría de un tiempo de verano por delante, a tu ritmo y en el pueblo, ocupando todo el tiempo y el espacio mientras nosotros aplazamos nuestras rutinas para atenderte.
Tú, Carolina, la niña de los abrazos largos
en el regazo de tu abuela al levantarte, la de los dibujos animados, los
paseos, los regalos, las comidas compartidas, los juguetes, los baños en la piscina
de la herrén, los horarios alargados, las terrazas por la noche, el merendero
de Beni, la paella en Las Becerras y el tobogán y la piscina de agua fría, las
siestas en el sofá rojo, con dibujos animados de Masha y sus cuentos.
Tú, Carolina, la niña de los recortes
de las revistas, la de las pegatinas, el coloreado, la bañera y tu resistencia
al secador, los vestidos y otras ropas elegidos cada día a tu gusto, las
mañanas animosas y las tardes lentas y larguísimas, las buenasnoches de la
abuela con cuento dentro, el columpio de los mayores en el parque, el tobogán y
la atracción nueva, las visitas a la tienda de Any y a la de Marisol, los
paseos por el mercadillo los jueves, las visitas a la tienda de los chinos, los
paseos con Pipo, la nueva muñeca de Barbie, la jaula de los pájaros cantores,
la carroza de los príncipes, las revistas, la cocinilla, las cajas y
los libros de la troje, las bolas, los cuadernos, los trajecitos, los juguetes.
Tú, Carolina, la niña cuya tristeza alguna
vez asomaba, las peleas con el abuelo, el hablar y hablar y hablar, la alegría
resuelta y mantenida, el violonchelo, el piano, las canciones repetidas, Verano
y sol, La playa estaba desierta, Para ser conductor de primera,
tus explicaciones sobre el ritmo sincopado de Antón Pirulero, el no
parar, la casa llena de revistas, de libros, de lápices, de rotuladores, de trastos, de palabras, todo lleno, todo lleno de cosas, de ti, el
silencio de la noche y la pausa hasta el día siguiente.
Y un día viene tu madre al pueblo, hace la
maleta, te montas en el coche, te despides y regresas con ella a Lisboa, os
quiero mucho, abuelos, mis amores, nos dices, mientras te asoman unas lagrimitas,
nos coges de la mano, adiós abuelo, adiós abuela, y el coche se pierde por la
calle de Olivares.
Todavía con los ojos húmedos vamos
recogiendo la piscina, los juguetes, las revistas, los libros, los cuadernos y
las muñecas, colocamos todo en la troje,
reorganizamos las habitaciones, la cocina, el porche, el pasillo, el patio,
todo vuelve a su rutina, la casa vuelve
a estar en nuestro silencio, recuperamos con ganas nuestra vida diaria y, a la
vez, te añoramos, nos sentimos bien y, a la vez, te echamos de menos,
apreciamos más nuestro silencio, pero hay un sinfín de palabras tuyas por toda
la casa.
Antón, Antón, Antón Pirulero,
cada cual, cada cual, que atienda su juego,
y el que no lo atienda, pagará una prenda.
Antón, Antón…
Jesús Bermejo
Los Navalmorales, 2 de septiembre de 2021
Quién lo ha pasado mejor, los abuelos o la nieta?
ResponderEliminarDentro de 60 años seguramente evocará ella los detalles imborrables de aquel verano del 21...
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