En estos días de
mayo, con turnos de lluvia y sol, el patio y la herrén de la casa del pueblo
están más hermosos que nunca. Y en esta hora de la tarde, en el ocaso de luz,
todo parece como dentro de una armonía que a uno lo atrae, lo engulle y lo
incorpora a una suerte de vals sereno y duradero. Es la belleza de lo sencillo, que, por eso precisamente, por sencillo, es sublime. Es, claro está, la alegría de vivir.
Qué maravilla, más a ritmo de vals
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