Los caminos se hicieron
con agua, viento y frío.
Caminaba un anciano,
muy triste y afligido.
¡A la gloria!
¡A su bendita madre,
Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!
Llegaron a un mesón,
para pedir posada.
El mesonero ingrato
iba y se la negaba.
¡A la gloria!
¡A su bendita madre,
Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!
Yo no le doy posada,
yo no le doy posada.
A las dos de la noche
a una embarazada.
¡A la gloria!
¡A su bendita madre,
Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!
Si es que traes dinero,
"toíta" la casa es tuya.
Pero si no lo traes
no hay posada ninguna.
¡A la gloria!
¡A su bendita madre,
Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!
Y desde allí se fueron,
a un portal recogido.
Y entre el buey y la mula
nació el verbo divino.
¡A la gloria!
¡A su bendita madre,
Victoria!
¡Gloria al recién nacido!
¡Gloria!
Muy bien cantado ese villancico, a compás, como se debe...
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