Estaba echado yo en la tierra,
enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente,
abría el haza oscura y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
Juan Ramón Jiménez: Sonetos
espirituales, 1915
Amanecer de otoño
Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros.
Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos,
caminando un cazador.
Antonio Machado: Campos de Castilla, 1912
El otoño se acerca
El otoño se acerca con muy poco
ruido:
apagadas cigarras, unos grillos
apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en
perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia
el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el
prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o
vida.
Y lo perdimos para siempre.
Ángel González: Otoños y otras luces, 2001
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