Un maratón más de Javi,
mi hermano . Y parece, por su crónica, que salió mejor que el anterior. Ánimo,
Javi, me gusta el tono que empleas, es optimista y perfila un buen futuro, Un
abrazo.
Crónica del maratón
Decía la noticia del viernes 16 que Gisela Bajo Quintana se
enfrentaba a un inminente desalojo de su vivienda en el barrio de La Torre (Valencia). El breve
venía acompañado de una foto en la que Gisela espera en cuclillas la llegada de
la autoridad. Dos señales de “STOP DESDONAMENTS” con fondo carmesí configuran
con la silueta de Gisela (vestida con jersey y zapatillas del mismo color
carmesí) un triángulo tan armónico como trágico. Con todo, lo que más llama la
atención es su brazo derecho, descoyuntado, y dos dedos de su mano izquierda
que asoman por la maltrecha manga del jersey. Son el brazo y los dedos de
alguien que ha perdido la esperanza (Lasciate ogne speranza, voi
ch'entrate). La imagen se me clava en la
frente. Y el diccionario acota con precisión el verbo “desahuciar”: ‘Quitar a alguien toda esperanza de
conseguir lo que desea’. En ese punto se me colapsan las dos neuronas que se
mantienen activas cuando faltan cuarenta y ocho horas para el maratón. Y el
pronóstico para la carrera da viento y agua a discreción.
¡Pues qué bien!
En la salida coincido con AFA, Elzelu y gente de Leganés.
Comentamos lo bueno que ha salido el día, sin lluvia, que era el temor general.
Ya en el k2 veo a Jesús, habitual del parque. Va para 3h20 y me invita (me
incita) a acompañarle. Pero no lo veo: el día está saliendo caluroso y muy
húmedo. Lo había advertido en el foro días antes: “Mucho cuidado, porque con o
sin lluvia hará calor. Y calor más humedad forman un binomio mortífero”. Así
que me quedo: no quiero reventar en el k30. Y acierto.
Pasado el k5 fijo el ritmo: 4.55. Hasta el k35 voy clavando
parciales con diferencias de 2-3 segundos. Voy cómodo, pero no me hago
ilusiones: veo demasiado sudor perlando el cogote de quienes me preceden. Y ese
detalle es más elocuente que los comentarios que oigo sobre lo bien que se está
portando el cielo. Por otra parte, el paso por el centro de la ciudad me sirve
de distracción: espléndida Valencia, la verdad, y más a esas alturas, cuando
todo pinta de color de rosa.
Cruzo la media en 1h43, y sueño con mi único objetivo para hoy:
doblar en la segunda media, cosa que será difícil, porque ya veo termómetros a
22º. Como por sorpresa entramos en los túneles; al placer del descenso (con
permiso de los cuádriceps) se suman la percusión a toda hostia y la sinuosa
penumbra: es inevitable el subidón. Me concentro en ese ligero rumor de
zapatillas que apenas rozan el suelo. Y me doy por satisfecho. Lo que ocurra a
partir de aquí no dejará de ser más que una anécdota.
En el 34 nos levanta el ánimo un grupo fallero graciosísimo, una
buena idea para ese punto fatídico. Poco después veo de nuevo a Jesús, que va
pinchado (de hecho, desde el 26 las aceras son un poema: la humedad y el calor
se han cobrado una cruel factura). Y en ese punto me asaltan las dudas: voy
bien de piernas, pero no de pulso. Para más inri el práctico de 3h30 se me echa
encima. Según mis cálculos, llevo dos minutos de renta, de modo que vienen
demasiado ligeros. Entre esto y aquello me dejo llevar por los nervios (¡en qué
momento!) y apenas bebo en el 35. Suerte que llevo una vinajera por si acaso,
así que me tranquilizo: decido que me devore el práctico. Calculo que en el
grupo irán 300 corredores o más, así que me orillo para dejarles pasar; pero
para mi sorpresa no son más de quince: la escabechina debe de haber sido
descomunal.
En un grupo tan pequeño no puede haber mucho agobio, así que me
cuelo de polizón, con la esperanza (Lasciate ogni speranza) de que el ritmo no sea muy duro. Y
afortunadamente no lo es. Me resulta incluso cómodo, demasiado cómodo. Tanto
que en el k39 compruebo que estamos haciendo parciales diez segundos más lentos
de lo previsto. Imagino que los prácticos están bajando el pistón para entrar
en 3h29 y justificar su ritmo, y como de piernas sigo bien, vendo mi pulso al
diablo y me marcho por delante.
A partir de ahí, voy pasando corredores con la correspondiente
euforia, porque en este tramo final me estoy quitando la espinita del último
mapoma. Del 40 a
meta me siento cada vez más ligero, ayudado por el perfil, por el público y por
la escenografía, todo hay que decirlo.
Al final, 3h27. He perdido un minuto en la segunda media (los kms
de la duda, entre el 35 y el 39), pero lo doy por bueno, porque esta vez he
sabido interpretar la carrera.
Y lo mejor: a Gisela le han concedido dos años de moratoria. Ojalá
se le vayan arreglando las cosas en ese tiempo.
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