Como sabéis, a veces traigo aquí algunas entradas de la página del escritor Antonio Muñoz Molina. Hoy he leído una que me parece muy especial, así que ahí va.
“Hay una
intensidad particular en estos días, entre de los sentidos y el espíritu, que
lo ancla a uno en el presente y al mismo tiempo le despierta resonancias de no
sabe qué, como de pasos en una plaza con niebla, una amplitud del pasado en la
que no interviene la memoria. El color burdeos de la ampelopsis en la tapia del
jardín, el amarillo de las hojas anchas de la higuera, la llamarada roja de esa
fila de arces jóvenes que hay en la mediana de una avenida próxima, el olor a
tierra y hojas empapadas, las bolitas amarillas y rojas del madroño. Durante
toda la noche se ha oido la lluvia. La lluvia se filtraba en los sueños, y al
despertar se adentraba uno en ella, abrigado en su sonido como en la ropa de la
cama, la lluvia próxima en el techo inclinado y en el cristal de la claraboya
del dormitorio, mansa, asidua, una hora tras otra. Agua buena para el campo. Mi
padre se asomaba cada noche al corral y miraba al cielo a ver si había
esperanza de que lloviera. La gente de entonces no usaba la palabra lluvia. Mi
padre se asomaba cada noche al corral, miraba el cielo despejado y movía la
cabeza con desesperanza: “Está más raso que el culo de un choto”, decía.
Hay una
intemporalidad de las sensaciones: el ahora mismo se parece a otros días
idénticos del pasado; en el porvenir habrá toda una sucesión de noviembres.
Habrá un noviembre en el que por primera vez uno no esté. No pasa nada. Otros
permanecerán igual de alerta a esos sonidos, olores, colores. Por algún motivo
noviembre empieza con la rememoración piadosa de los muertos.”
Antonio Muñoz Molina
Si queréis leer comentarios de sus lectores o sus notas de otros días, este es el enlace:
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