Aquella poesía del Cancionero
popular nos dejaba, por un momento, como detenidos en un aire de melancolía doliente. Era la punzada del amor recién perdido.
Malferida
iba la garza
enamorada:
sola va y gritos daba.
enamorada:
sola va y gritos daba.
Donde
la garza hace su nido,
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.
A finales de abril, caminando junto a un arroyo del río Pusa, en los Montes
de Toledo, vimos dos garzas jugando mientras volaban. Por un momento, aquella
poesía tradicional quedaba felizmente oculta tras unos versos que se me
ocurrieron y que anoté en un papelillo.
Junto
al arroyo
iban
volando dos garzas:
enamoradas.
Iban
volando dos garzas,
y
entre los juncos,
posándose
se besaban.
Hoy, en los últimos días del otoño, he encontrado
en mi cuaderno aquel apunte y he querido darle al poema un nuevo aire. Aquí
está.
Junto al arroyo y los juncos
iban volando dos garzas
enamoradas.
Iban volando dos garzas
y entre los juncos
posándose se besaban.
Posándose entre los juncos
las dos garzas se besaban
enamoradas.
Las dos garzas se besaban
y alzando el vuelo en los juncos
por el cielo se marchaban.
Antonio Aravalle
13 dic 2016
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