Hace poco más de un mes subí a este blog una colección de fotos que hice en El Retiro de Madrid una mañana amena de paseo. Pasados unos días, fui escribiendo unos apuntes que he rematado en estas fechas. No se me ocurre mejor final de año en este blog que terminarlo así, con poesía, sobre todo si va unida a los mejores deseos para 2017.
Caminos
Entras
en El Retiro una mañana
de frío
y de lluvia complacida.
Miles
de hojas van cayendo al suelo
como
cortadas por un filo,
y
buscan su acomodo en los caminos
formando
una capa mullida,
sobre
la que tus pies andantes
notan
complacidos la experiencia
de un
pasear pausado,
como
flotando en la tierra y en las hojas.
Sientes,
una vez más, que es el otoño,
el
placer de transportarte, al caminar,
como si
fueses levitando un poco,
la
inmensidad de los colores, y las hojas
esperando su momento, la ocasión
de
convertirse en tierra de sendero.
Colores
Vas
subiendo una colina suave
coronada
por un palacio de cristal.
Miras
de frente y te hipnotiza
el
chorro, impetuoso como un géiser,
en
medio del estanque tranquilo y apacible.
Las
hojas, arrastradas por el viento,
flotan
leves y mansas en la cara del agua,
surcada
toda ella por patos juguetones.
Un
concierto pausado de colores
organiza
tu mirada y la deslumbra,
y,
entre todos, te llama el luminoso
rojo
ladrillo de los cipreses de agua
que
anidan en el fondo del estanque.
Un rojo
fuerte que porfía
con
verdes recién segados,
con
amarillos de plátanos,
con el
azul de un cielo despejado,
con el
blanco y el gris del palacio breve.
Fieras
Atraviesas
el inmenso paseo de coches
escoltado
por plátanos frondosos
y
entras firme y pausado en el jardín secreto.
Los
pinos, aguerridos en su tronco enhiesto,
te van
abriendo el paso hasta la fuente amena
que
sortea el ladrillo y los granates
de una
hiedra fecunda y ya menguante.
Un
instante de sol entre nublados
resalta
el rojo vino de la tapia,
y un
vértigo de viento colorea
de
hojas amarillas el sendero.
La
potestad de un árbol, con su tronco
como
una inmensa pata de elefante,
te
llama, sideral, y te hipnotiza.
No
lejos, dos leones de piedra, domeñados,
recuerdan
sutilmente que estás en ese sitio
que fue
en su día la casa de fieras de El Retiro.
Fuente
Caminas
por paseos que están recién planchados,
abiertos
para ti esta misma mañana.
y
llegas a una fuente tranquila y silenciosa
de
líneas paralelas y de esculturas clásicas.
La
fuente de Cajal, el sabio aventurado,
la
fuente de la vida de todos los que nacen
la
fuente de la muerte de todos los que viven.
En el
lugar ameno del profesor ilustre
la
fuente te recuerda, con ese porte griego,
el
equilibrio líquido de la vida vivida,
y la
sabia cadencia del agua allí brotada.
El
otoño apacible, que ha llegado tranquilo,
adorna
con sus hojas los plácidos contornos,
y los
colores malvas, marrones y amarillos
abren
paso y escuchan al sabio sosegado
silente
en El Retiro y casi siempre solo.
Estanque
Entras
casi de incógnito en ese ámbito
que
domina el estanque y lo ennoblece.
Pasas
entre su escolta de columnas
y,
lento, te acomodas en la amplia escalinata.
Miras
de frente, atento,
el cielo
azul y plácido,
el verde
de las aguas,
la piedra,
los leones
y,
lentas, fugitivas,
las diminutas
barcas.
Nubes
que arrastra un viento fuerte
crean las
grises sombras de los lejanos árboles,
y reflejos
de sol, cruzando el agua,
imantan
la mirada del breve paseante.
Sales
de la explanada, y las columnas
te saludan,
sombra y sol, nadie, nada.
La
piedra gris esconde tus pisadas
y los
cipreses del paseo se aletargan.
Fábula
El
quiosco de la música varado entre colores,
los troncos
gruesos de los viejos plátanos,
el verde
de la hierba y de los setos
y el
marrón de las hojas de los alados álamos
te guían
a la glorieta gongorina
en donde
Polifemo y Galatea
viven sus
aventuras en el severo mármol.
Mientras
lees los versos, centurión del sendero,
un alto
y grueso tronco te custodia.
Atrás
queda el estanque, y las columnas,
la farola,
el ciprés de los pantanos,
las fuentes
juguetonas con sus aguas,
el chopo
tieso y el mullido plátano,
la hoja breve del sendero manso
y las filas
misteriosas de los álamos.
https://roblesamarillos.blogspot.com.es/2016/11/otono-en-el-retiro-de-madrid-una_22.html
¡Una mañana bien productiva!
ResponderEliminarHasta hace unas semanas no he sabido que este árbol (no estos exactamente, los del jardín de Cecilio Rodríguez) era el ciprés de los pantanos. ¡Tú ya te lo sabías!