En aquellos días de Navidad íbamos en
casa de El Sordo, que era de los pocos que tenía televisor. De pronto apareció
en medio de una película: era un anuncio pegadizo y sencillo, rural y antiguo;
venía del fondo del tiempo y te trasladaba lejos, a la casa del pueblo, entre los familiares y amigos de toda la vida.
Aquel anuncio siempre acompañaría a mi
hermana, siempre, en la granja y en Madrid, en Canarias y en Sevilla, en Tres
Cantos y en Aldeanovita. Era el mensaje feliz.
Aquel anuncio, a pesar de lo que vino
después, siempre la ayudaría a encontrar la alegría de la Navidad, envuelta
en ritos familiares.
Sí, aquel anuncio sería para mi hermana
la Navidad, una mezcla de frío y misterio, de risas y villancicos.
Un beso, hermanita.
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