domingo, 3 de junio de 2018

Cumpleaños de mi madre



Hoy, tres de junio de 2018, mi madre hubiera cumplido 92 años. Pero murió a los 45, así que ya hace muchos años en los que, cuando llega este día, como no puedo imaginar cómo sería ella si viviese, lo que hago es recordar quién fue. Y fue, sobre todo, una buena persona. Una mujer de intensas amistades, una esposa abnegada y una madre feliz. Una mujer de amena conversación, curiosa por conocer, atrevida en los intentos de mejorar la vida y con don de gentes para tratar con todo tipo de personas.

Lo que no pudo la tuberculosis que sufrió, lo que no logró aquella pancreatitis que amenazó la vida de mi padre, lo consiguió su cáncer prematuro, que yo creo que se incubó en aquella granja navarra que mi hermano y yo, muchos años después, compararíamos con Macondo. Allí se sintió prisionera de un ambiente lastrado y primitivo. De allí pensó que difícilmente ya iba a salir, porque su lucha por dejar la granja, las visitas que hizo y las cartas que envió, buscando para la familia un destino menos esclavo y primario, no dio fruto y la sumió en un desesperanzado desconsuelo. Y sí, claro que salió, pero camino de nuestro pueblo, cuando en el hospital vieron que ya nada se podía hacer.

Muchos años han pasado hasta que he podido hablar de esto sin que me asomaran unas lágrimas de inmediato, de tan desgarrador como fue aquel periodo de su muerte, de tan penoso como fue quedarnos todos huérfanos de ella: mi padre, con 47 años, y mis hermanos y yo, con 11, 15 y 19.

Al irse para siempre, un abismo se abrió en nuestras vidas y el futuro se nos mostraba negro y árido, como un desierto inmóvil y salvaje. A todos se nos torció la vida. Y un pudor herido nos impidió, durante mucho tiempo, hablar de ella, hasta tal punto que eran contadas las veces que salía en nuestras conversaciones.

Pero ahora ya me es posible llegar a este día, el de su cumpleaños, y sentir alegría. Alegría al recordar momentos de su vida, al contemplar sus fotos, al intentar sentir aún su olor, al evocar su voz, tan lejana ya. Buena parte de lo que somos hoy se lo debemos a ella, pues su tesón, su entrega y su amor quedaron para siempre en nosotros, impregnando nuestra personalidad y nuestra forma de ver las cosas.

Por todo ello, hoy me atrevo a celebrar el día en que nació. Aunque ya hace mucho tiempo que no cumple años, mientras vivamos su memoria perdurará con nosotros, pues nadie muere del todo si hay alguien que lo recuerda. Y nosotros la recordaremos siempre, pues además de traernos a este mundo hizo todo lo posible para que en él viviéramos felices y seguros.

Gracias, madre, por haber sido como fuiste, tan buena, tan tierna, tan luchadora y tan valiente. Gracias por darnos todo. Gracias por tu sinceridad y tu sonrisa. Siempre te queremos. Y hoy más, pues hace 92 años que naciste.

 

2 comentarios:

  1. Bonito recuerdo, bonito presente.

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  2. Querido Jesús, muchas gracias por compartir este post tan hermoso e íntimo que creo compartimos los que hemos perdido a nuestra madre. Le he preguntado a Julio si recordaba a tu madre y me dice que, aunque era pequeño, la recuerda de cuando viviais cerca de la casa de mis suegros. Como tú bien dices, nuestros seres queridos siguen vivos en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Un fuerte abrazo para vosotros y para tu padre.

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