domingo, 1 de diciembre de 2019

Donosti: medio maratón de Javi



Otra carrera de Javi, mi hermano, esta vez en Donosti-San Sebastián. Y van... 
Al hilo de la carrera nos quedamos con las ganas de conocer el contenido de esas cartas que aparecen en manos del corredor la víspera del evento. Lo que sí sabemos es que cartas y carrera van unidas porque así lo ha deparado el destino. Enhorabuena a Javi, una vez más, y ánimo para seguir a diario. 


PRELUDIO
Correr una media maratón en Donosti, aunque sea bajo la amenaza de la tormenta Cecilia, no da derecho a crónica (ni a ninguna otra cosa, según dejó establecido en su día el gran Pipilutxi, y con razón). Sin embargo, hay circunstancias que podrían justificar el delito. Este podría ser uno de esos casos. Esperemos que el personal así lo considere

ANDANTE MAESTOSO
El reo ha vivido veinticuatro horas antes un encuentro peculiar. Retrocedamos un poco: unos meses antes del encuentro, se ha publicado una historia en la que se relatan hechos del entorno del reo acontecidos casi medio siglo atrás. Por algún capricho del destino, esa historia ha llegado a manos de un viejo amigo del reo, un amigo de aquel pasado remoto al que no ha vuelto a ver en cuarenta y ocho años y que por alguna coincidencia rara conserva tres cartas escritas por el reo entre octubre de 1971 y abril de 1972, tres cartas que el reo leerá esa misma noche tras la preceptiva fotos de corredores y familiares en el escaparate de Pronovias, una tradición que el propio Pipilutxi inauguró illo tempore y que luego ha traicionado en más de una ocasión sin pedir excusas. No vamos a entrar en detalles, pero digamos que aquella historia que se publicó con el título de Ganadería diplomada encuentra en esas cartas el colofón que posiblemente le falte al original. Concretemos: el chico que arrastraba una maleta por las calles de Pamplona, rumiando su particular peripecia, aparece unos meses más tarde en Madrid como un náufrago sin rumbo, vamos a decirlo de un modo más o menos elegante.

AGITATO
Sobra decir que el reo apenas duerme en esa noche previa a la carrera, porque raramente los ahogados vuelven a la superficie para contarnos sus impresiones del viaje. Por cierto, durante toda la madrugada, la lluvia y el viento asociados a Cecilia han seguido azotando la ciudad sin tregua, seguramente para dar color a la historia.

ALLEGRO MA NON TROPPO

Con esa banda sonora en los oídos, el reo se coloca en la línea de salida. Afortunadamente, la lluvia y el viento se han acostado un rato antes, un gesto que los corredores interpretan como indicio de buenos augurios. Y en efecto, los dos primeros kilómetros transcurren con la tranquilidad que cualquiera puede desear en los compases iniciales de la prueba.

LARGO
Claro que, como puede adivinarse, la procesión va por dentro; y no hay procesión sin las preceptivas paradas para elevar preces al santo que corresponda, en este caso san Pu(l)silánime. Exactamente, cuatro paradas: a razón de cuarenta y cinco segundos de media por parada, son tres minutos perdidos entre el segundo kilómetro y el tercero; tres minutos viendo pasar a cientos de corredores; tres minutos que sitúan al reo a cola del pelotón; tres minutos que se convierten en una losa; tanto, que el reo se plantea, una vez más, abandonar la aventura. 

ADAGIO
Correr, con la amenaza de abandono por circunstancias que uno no es capaz de controlar, es una vaina. Pero este juego es así, el reo lo sabe. Pasito a paso, logrará ir remontando puestos, siempre con la mosca tras la oreja y asumiendo que nada de lo que había calculado se va a cumplir. Pero bueno, por lo menos no llueve, y el cuerpo ha decidido volver a la rutina.


MODERATO
Hay gente a la que le incomoda la rutina, pero al reo le ocurre lo contrario desde hace un tiempo, de modo que ahí lo tenemos en busca de un ritmo que le permita ir sorteando corredores sin demasiado gasto, brujuleando de izquierda a derecha entre hojas de hayas, hojas de olmos de Siberia y hojas de ginkgos orientales que se apelotonan en los márgenes de la calzada. Un cachirulo urbano informa: viento en calma; humedad relativa del aire, noventa y siete por ciento. El reo se plantea si tanta humedad puede ser buena para este negocio, pero no le da más importancia al asunto, porque ahora lo que quiere es, simplemente, correr.

ALLEGRO VIVACE
Ya quedó atrás la Concha, donde anoche mismo soplaban ráfagas de ciento treinta kilómetros por hora, y donde ahora mismo nadan tres o cuatro figuras borrosas que insisten en su empeño de llegar hasta la isla de santa Clara (destino clásico de suicidas donostiarras) para cumplir alguna promesa inconfesable. El reo, por su parte, parece haber digerido su ración de apuros y se propone adelantar al numeroso grupo de corredores que siguen al globo de una hora y tres cuartos. Como el pelotón es grueso, y la calle estrecha, el reo se ve obligado a subir repetidas veces al bordillo, húmedo y resbaladizo, claro, toda una promesa de esquince con la que se empeña en coquetear durante un par de kilómetros, los que tarda en dejar atrás a la turba de corredores que avanzan al ritmo que les marca la liebre.

PRESTO 
Quedan cinco kilómetros. El reo calcula que ha remontado unos doscientos puestos, pero de nada sirve, porque su carrera está perdida de antemano. Solo le queda disfrutar un poco, intentarlo al menos. Y a eso se aplica en la medida en que se lo permiten sus fuerzas, con la seguridad de que de ahí a meta no le va a fallar la víscera, porque caprichosa es, ya lo sabemos, pero también sabe ser leal. Calle Easo arriba, el reo sigue incrementando el ritmo para llegar al kilómetro veinte con opciones de alcanzar la más modesta de sus previsiones. Lo va a intentar. No es gran cosa, pero es suficiente, y el chico de la maleta está de acuerdo.

RESULTADOS

Puesto: 962
Tiempo neto: 01:44:48
Ritmo: 4:58






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