martes, 31 de diciembre de 2024
lunes, 23 de diciembre de 2024
¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Navidad!
domingo, 22 de diciembre de 2024
Dos artículos en El País sobre una placa dedicada a Miguel Hernández en Madrid y un par de posdatas
El 21 de diciembre de 2024, publicó El País un artículo de Antonio Muñoz
Molina titulado "Lobotomía democrática", que comienza hablando de una placa dedicada al poeta Miguel Hernández. El
31 de diciembre de 2019, Nieves Concostrina escribió en el mismo periódico otro artículo sobre dicha placa, cuyo título era "La cárcel de Torrijos". Ahí van los dos.
Lobotomía
democrática
Antonio Muñoz
Molina
"En una
fachada de Madrid, en la esquina de Juan Bravo y Conde de Peñalver, hay una de
esas placas modestas en las que no se fija casi nadie a no ser que vaya a
propósito. Son placas más apropiadas para el olvido que para el recuerdo. Están
muy altas, de modo que uno puede pasar al lado sin verlas, y como la letra es
pequeña no todo el mundo tendrá la vista suficiente para descifrarla. La
que yo miro siempre que paso por ahí nunca deja de conmoverme y de indignarme.
No la puso el Ayuntamiento, como yo creía recordar, sino la Sociedad General de Autores, he
comprobado esta misma mañana. Y dice, literalmente: “Miguel Hernández (...)
compuso en este lugar las famosas ‘Nanas de la cebolla’ en septiembre de 1939″.
Como en el edificio hubo una clínica, y ahora una residencia de ancianos,
alguien poco informado podrá imaginar que Miguel Hernández estuvo internado
allí a causa de alguna dolencia, que no debía de ser muy grave si le dio tiempo
y sosiego para escribir un poema célebre. En 1985, la SGAE, no el Ayuntamiento,
entonces socialista, tuvo el arranque de conmemorar la escritura de uno de los poemas de verdad esenciales de la
literatura española del siglo, pero por algún motivo consideró
inoportuno, o innecesario, recordar que el poeta estaba condenado a muerte y
muriéndose de tuberculosis, de frío y de hambre, y que esa clínica de muros de
ladrillo y jardines amables había sido una de las prisiones que se multiplicaban por
Madrid y por toda España para encerrar a los centenares de
miles de vencidos de la guerra que no pudieron escapar o esconderse. En medio
de esa innumerable multitud, el poeta Miguel Hernández, espíritu libre y soldado del
ejército de la República, escribía unas nanas para su hijo hambriento y
escuchaba cada noche la lista de los que iban a ser ejecutados, temiendo a cada
momento que su nombre estuviera en ella.
La democracia
española quiso poner sensatamente todo su acento en la reconciliación, pero
desde el principio fue mezquina y olvidadiza con las víctimas de la posguerra y
de toda la dictadura, con los represaliados, los exiliados, los militantes
antifascistas, los luchadores del sindicalismo clandestino, hombres y mujeres
de un coraje y una integridad más firmes todavía porque en lugar de extraviarse
en los desvaríos teóricos universitarios se concentraban en la lucha por los
derechos de los trabajadores. Ahora la derecha asegura que por delante de la memoria pone la concordia, y
que si se niega a honrar a las víctimas del franquismo es para no abrir
heridas, para no fomentar el odio. Pero quienes desde muy pronto hablaron de
reconciliación no fueron los vencedores ni sus herederos, sino los derrotados y
los perseguidos. El presidente Manuel Azaña pidió “paz, piedad,
perdón”, en su discurso estremecedor en Barcelona en julio de
1938. Y fue el Partido Comunista, en 1956, con miles de militantes en las
cárceles, el que promovió una política de reconciliación nacional entre
los vencedores y los vencidos.
La triste
verdad es que, durante muchos años, de las víctimas y de los luchadores no
quería acordarse casi nadie, y no por culpa de ese cobarde “pacto de silencio” del que se ha hablado
y escrito tanto. No hubo ningún pacto de silencio por la triste
razón de que no hacía falta. Con unas cuantas excepciones, todo el mundo, y no
solo en la política, sino también en el ámbito confuso en el que se cruzan la
actualidad y la cultura, prefería no acordarse de los que más habían sufrido,
ni mostrar gratitud hacia los que más habían luchado, ni reconocimiento a los
que habían escrito en la clandestinidad o el destierro. Y fue una cuestión de
moda. Había que desprenderse cuanto antes de un pasado inmediato que de la
noche a la mañana se había quedado arcaico. Había que ser moderno sin
interrupción, como el dandi de Baudelaire, y todo lo que sonara a antiguo, a
rancio, a provinciano, a sombrío, era un estorbo en la afiebrada modernidad de
los años ochenta. Había que dejar cuanto antes atrás no solo el franquismo,
sino también el antifranquismo, y del mismo modo que se descartaron las
chaquetas de pana, las barbas espesas y el tabaco negro —todo lo cual era de
agradecer— se despreció el legado formidable de la cultura liberal,
republicana y emancipadora que se extinguió con la guerra, con
sus severas exigencias éticas y su insistencia en el laicismo y la instrucción
pública.
La
persistencia de la corrupción, el desdén hacia el conocimiento y el secuestro de una parte creciente de la educación
por intereses especulativos y clericales tienen que ver con la
pérdida de esos principios que la izquierda dejó de hacer suyos justo cuando
más oportunidad tuvo de recuperarlos, en los largos años de mayorías
socialistas. Se desdeñaron los principios, con la disculpa de la urgencia de
las tareas prácticas, pero también se desdeñó y se olvidó a quienes los habían
hecho suyos, los exiliados que volvieron para ser recibidos por la indiferencia, los
veteranos cuyas historias nadie quería ya escuchar, los dañados por la prisión
y la tortura que no recibieron compensación moral alguna, y todavía menos
recompensa material que no fuera tardía o miserable, o inexistente.
Ahora
llega el medio siglo de la muerte de Franco y
la buena voluntad, por fin oficial, de la memoria democrática choca con el
inconveniente de la brevedad de la vida humana, porque una gran parte de los
que sufrieron y merecían reparación han muerto. Y choca más todavía con la dureza de corazón de una derecha a
la que no le basta con un empeño activo de lobotomía histórica y política, con
una indiferencia inhumana hacia el sufrimiento y el heroísmo de quienes se
atrevieron a jugarse la vida para enfrentarse a un régimen que no dejó nunca de
celebrar vengativamente su victoria en la Guerra Civil, ni dejó de torturar y
matar hasta más allá de la muerte del tirano. Ahora, además, ha descubierto el
sarcasmo. Núñez Feijóo, el hombre de la blanda máscara de goma, fuerza un
conato de sonrisa para explicar que el pasado le da mucha pereza, porque
lo suyo es el mañana, y que la izquierda es tan retrógrada que se muere de
nostalgia por los años cuarenta, los cincuenta, los sesenta, los setenta. Se ve
que la izquierda añora las cárceles, los juicios sumarísimos, las condenas sin
misericordia, la persecución, el despojo de los bienes y de los puestos de
trabajo, las torturas, las cabezas rapadas, la pérdida de todos los derechos,
incluyendo el derecho a la vida.
No hay en
Europa partidos conservadores que sean hostiles al recuerdo de los horrores de
las dictaduras y que se nieguen a honrar a sus víctimas. Sería inaudito que
alguien en la derecha portuguesa dejara de condenar la dictadura de Salazar, o
que en Francia o Alemania no participara en la conmemoración de las víctimas y
los luchadores de la resistencia. Ese negacionismo está reservado estrictamente
a la extrema derecha. En Alemania, la antigua sede de la Stasi es un museo, y
también lo es en Lisboa la sede de la PIDE, la policía política de
Salazar, donde están las fotos y los testimonios de quienes sufrieron
cautiverio y tortura en sus celdas. En Madrid, en lo que fue la Dirección
General de Seguridad, hay una placa que celebra el levantamiento del 2 de Mayo
de 1808, pero ni una sola huella, ni un recuerdo, a toda la gente que pasó por
esas celdas y esos siniestros despachos en los que se torturaba y en ocasiones
se asesinaba. El portavoz del Gobierno regional, que tiene su lujosa sede en el
edificio, acaba de anunciar que no permitirán que sea designado como “lugar de la
memoria democrática”, ni que sea usado el próximo año para
ningún acto conmemorativo. Pero cuanto más niegan, borran, ignoran, desprecian,
más revelan sin darse cuenta la fealdad de lo que son".
La cárcel de
Torrijos
Nieves
Concostrina
"La Sociedad
General de Autores y Editores, esa institución tan, tan, tan
prestigiosa, creyó rendir un merecido homenaje al poeta Miguel Hernández
cuando, a mediados de los ochenta, instaló una placa de mármol en una vieja
fachada de ladrillos de la calle del Conde de Peñalver, casi esquina con Juan
Bravo. La leyenda de la lápida dice: “Al poeta Miguel Hernández, que compuso,
en este lugar, las famosas “Nanas de la cebolla” en septiembre de 1939 (…) Se
inauguró está placa el 15 de octubre de 1985…). El motivo era el homenaje
nacional a Machado, Lorca y Hernández.
Aquel
pretendido homenaje nacional, seguramente con tan buenas intenciones como
mal calculado, con los reyes presidiendo, el vicepresidente Alfonso Guerra
clausurando, y con una rimbombante comisión formada por apellidos tan
rimbombantes como Alberti, Buero Vallejo, Laín Entralgo… fue puro fuego
artificial. Mejor dicho, fue un completo fracaso. Eso sí, a ojo,
aquel batiburrillo de ciento y pico actos con más jefes que indios debió de
costar una pasta gansa.
Como
testimonio de aquella ruinosa convocatoria cultural (quizás solo superada por
la del cuarto centenario de Cervantes en 2016) queda esa placa en la calle del
Conde de Peñalver que, más que servir como recuerdo, ofende la memoria
histórica en general y la de Miguel Hernández en particular.
Ese “lugar” al
que se refiere la placa… esa fría palabra que el diccionario define como
“porción de espacio”, era una cárcel. Parece mentira que esa cobarde redacción
en homenaje a un poeta que, ya es sabido, fue represaliado, encerrado en varios
“lugares” y finalmente abandonado a su suerte y a su tuberculosis hasta dejarlo
morir en otro “lugar”, saliera de esa institución privada que presuntamente
vela por los intereses de los autores.
Miguel
Hernández, efectivamente, compuso “Nanas de la cebolla” durante su encierro en
la cárcel de Torrijos. Así se la conocía en Madrid durante la guerra civil
porque estaba en la calle de Torrijos, de José María Torrijos, el liberal al
que fusiló el cretino borbón Fernando VII. A principios de los cuarenta
desahuciaron al constitucionalista de su calle y se la dedicaron al conde.
Obvio.
En esa cárcel,
en ese “lugar” al que se refiere eufemísticamente la SGAE, accedían las visitas
por la entrada que hay a unos metros de esa placa para llevar a los rojos allí
encerrados el paquete semanal con una muda, cuatro cigarrillos y cien gramos de
chicharrones. Eso es lo que mi madre, con ocho años, le llevaba a mi abuelo en
septiembre del 39, que estaba allí, en ese “lugar”, compartiendo patio, piojos
y rancho con Miguel Hernández. Sin saberlo, claro. Mi abuelo era analfabeto,
pintor de brocha gorda y no se trataba con poetas.
Todos los que
pasaron por aquella prisión de la dictadura merecen que a las cosas se las
llame por su nombre. Aquello no fue un “lugar”. Aquello fue la cárcel de
Torrijos".
Parque del Oeste. Monumento a Miguel Hernández
Este monumento se levantó en 1985 como homenaje
al popular poeta de Orihuela, que tan sólo vivió entre 1910 y 1942, y en tan
corto tiempo escribió algunas de las mejores páginas de la literatura española.
A iniciativa de la asociación de Ex-presos Represariados Políticos se erigió e
inauguró el 30 de Marzo de 1985 este homenaje, en un momento de reivindicación
de los poetas víctimas de la Guerra Civil y de la represión del bando vencedor.
Autores
DOMÍNGUEZ UCETA, Enrique (Arquitecto)
LÓPEZ CALLEJA, Miguel Ángel (Escultor)
Una carta mía publicada el 3 de octubre de 2921 en El País
Honrar la memoria
3/10/2021 https://elpais.com/opinion/2021-10-03/insensibilidad-y-humillacion.html
El País editorializaba el pasado viernes sobre la posibilidad abierta por el Constitucional de investigar los crímenes ocurridos durante la dictadura franquista, sin que, por hacerlo, se deriven consecuencias penales para los responsables de aquellos delitos porque aquellas atrocidades ya han prescrito. Estaría bien que entre las decisiones que pudieran tomar las autoridades estuviera la de colocar en el edificio de la Puerta del Sol de Madrid una placa que dijera: “En los sótanos de esta casa, la antigua Dirección General de Seguridad, estuvieron detenidas miles de personas, que sufrieron torturas y humillaciones por luchar por la libertad. Incluso, algunos fueron asesinados impunemente. Ocurrió entre los años 1939 y 1977, durante la dictadura franquista”.
¡Ya está bien!
viernes, 20 de diciembre de 2024
Ha llegado el invierno a mi troje
jueves, 19 de diciembre de 2024
¡Qué pereza dan! dice el líder de la oposición española
En
este 2025 se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco, quien gobernó
España durante cuarenta años mediante un gobierno dictatorial.
Tras conocer que el Gobierno de la nación organizará una serie de eventos culturales bajo el lema España en libertad en calles, escuelas, universidades y museos, el líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, ha arremetido contra esos actos en su discurso ante el Comité Ejecutivo nacional:
“Pueden desenterrar a Franco
cien veces y pueden actuar como nostálgicos del enfrentamiento entre españoles,
pero eso no va a evitar que el resto queramos construir un porvenir juntos”.
“Ellos, con su amargura a volver a los años cuarenta, cincuenta, sesenta y los
setenta... ¡Qué pereza dan!”
Digo yo (al leer estas palabras del líder del partido más votado en las últimas elecciones generales, líder que no pudo, o no supo, obtener la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y, por tanto, se convirtió en jefe de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez, un Gobierno legal y legítimamente constituido según establece la Constitución de 1978), digo yo al líder de la oposición:
Señor
Feijoo, en una mezcla de desparpajo, caradura y menosprecio, afirma usted: ¡qué
pereza dan! al referirse al Programa de actos del Gobierno de España que va a
recordar que, hace 50 años, murió Franco, hecho que desencadenó el final del
franquismo y el comienzo del establecimiento de la democracia en España.
Yo
le replico: señor jefe de la oposición, don Alberto Núñez Feijoo: ¡qué pereza
dan ustedes! Su partido, usted mismo, después de 50 años, son aún incapaces de
condenar la dictadura franquista y celebrar la apertura hacia la democracia.
¡Qué pereza dan ustedes! Hablan de concordia, ignorando que no habrá jamás
concordia de verdad si previamente no se respeta y se reivindica la memoria
democrática.
Y no me refiero solo al Partido Popular, me refiero también a una extensa masa de ciudadanos españoles que dicen querer mirar adelante, ignorando, una vez más, el pasado de España, de nuestra historia.
Sé
también que hay bastantes españoles que añoran el "Cara al sol", o
que lo han aprendido, en su casa o en su ambiente, en estos cincuenta años.
Para ellos son también aquellas palabras del Presidente de la República, don
Manuel Azaña: paz, piedad, perdón. Mientras no hagan suyas estas palabras,
estarán condenados a errar por las tierras de España, lo sepan o no, con la
marca de Caín.
martes, 17 de diciembre de 2024
Presentación de Perdido entre versos de Isidro Moreno Sánchez (2024)
En la Biblioteca Municipal de Los Navamorales, el 16 de diciembre de 2024 tuvo lugar la presentación de Perdido entre versos, de Isidoro Moreno Sánchez, con una notable asistencia de vecinos, familiares y amigos del autor. Coordinó el acto María Victoria Navas, que informó del itinerario profesional del autor. Después, Isidoro fue dando a conocer de forma amena su nuevo libro: proyectó imágenes, contó algunos pormenores de su elaboración y leyó algunos poemas. Jesús Bermejo hizo una breve exposición de sus impresiones acerca del poemario. Por último, hubo un animado debate entre el público y el autor.
Intervención de María
Victoria Navas
Muy buenas tardes a todos.
Una
vez más, mi tarea va a ser la de moderadora del acto.
Hoy
traemos aquí, a nuestra biblioteca de Los Navalmorales, el segundo libro de
poemas de Isidoro Moreno, Perdido entre versos. Obra anunciada en abril
pasado cuando nuestro autor presentó en este mismo espacio sus Versos
menguantes.
Como
veis nuestro paisano es “un máquina” en lo que a creación literaria se refiere pues
lleva, que sepamos, dos publicaciones en menos de un año.
Después
de unas frases que diré sobre la biografía de Isidoro, Jesús Bermejo, profesor
de lengua y literatura españolas, hará un recorrido sobre el contenido del volumen
que hoy nos ocupa.
A
continuación, Isidoro nos hablará de este poemario, Perdido entre versos,
que tiene el gusto de dar a conocer en su pueblo. Y de lo que quiera.
Por
último, los asistentes podréis hacer las preguntas y comentarios que
consideréis pertinentes.
Isidoro
es uno de mis amigos más recientes. Ambos éramos profesores en la Universidad
Complutense, cada uno en su propia especialidad. Lo que en una universidad con
dos campus, repartidos en más de 26 edificios y con cerca de 80.000 alumnos, hace
prácticamente imposible conocerse si no existen vínculos intermedios.
Fue
otro paisano y amigo de los dos, Juan Pablo Martín, quien hace unos pocos años,
tal vez en 2019, insistió una y otra vez en que nos conociéramos.
Y
así fue.
En
una cita a ciegas con Isidoro y Ana, su mujer, quedamos en una terraza de la
Puerta de Alcalá. Y fue empatía y simpatía a primera vista entre todos.
A
partir de ahí, el intercambio de correos, textos, proyectos, consultas han sido
constantes.
Y
la amistad también.
Y
se ha ido creando con Isidoro, con Ana y con sus hijas y yernos una especie de
tribu cuyo centro son Los Navalmorales. Pero es que ya ha atraído a nuestro
útero local a su yerno Javi Mansilla y a su hija Irina y, pronto, también
estará su otra hija, Lena.
La
vez anterior, en abril pasado, destaqué el gusto de Isidoro por recoger las
tradiciones y la cultura de Los Navalmorales, como el cancionero (inédito) de
Doroteo Martín del Río, el tío Caserilla.
Mencioné,
asimismo, su empeño personal, como especialista que es en la materia, en la
creación del Proyecto Museológico y Museográfico de los Navalmorales, que
publicó la Asociación Museo Etnográfico de Los Navalmorales (MENA), en 2021, con
el título De ti para ti, tus raíces en tu Silo.
Y
cité sus colaboraciones habituales en la revista Forja, a las que nos
hemos acostumbrado, como los textos sobre las inscripciones de las lápidas de
nuestro cementerio, y los caminos, sendas y rutas de nuestro término municipal.
Isidoro,
con una sólida formación en fotografía, cine y radio, ha sido guionista,
realizador de cortometrajes y anuncios publicitarios, o creador de series
interactivas.
A
nivel docente, ha sido profesor del Departamento de Comunicación Audiovisual y
Publicidad, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad
Complutense, hasta su jubilación.
Es
autor de varios libros profesionales, publicados individualmente y en
colaboración; y de decenas de artículos.
Como
ya se dijo en este lugar, tiene un currículum espectacular en lo que se refiere
a la creación de museos y proyectos culturales hipermedia y transmedia. Es en
ese campo, una referencia singular a nivel internacional.
Entonces,
dijimos que ha sido creador de siete museos por todo el mundo: el Museo del
Libro de la Biblioteca Nacional de España, el Museo Ecuestre de Jerez (2005), el
Museo de la Festa del Misteri de Elche (2020), otros tres más y el proyecto del Museo Interactivo de Miami. Además, ha comisionado 20 exposiciones.
Hoy
aquí, me gustaría completar la biografía de Isidoro contemplando otros aspectos
de su labor investigadora que sin dudarlo nos ayudarían a comprender a la
persona que es.
Así, entre sus trabajos encontramos los relativos a
la problemática de la docencia (“La
universidad del siglo XXI: De la multidisciplinariedad individualizante a la
transdisciplinariedad colaborativa”) (2017).
Otros referidos al patrimonio artístico durante la guerra civil y la
posguerra (2017, 2018).
Un tercer grupo dedicado a Toledo y a sus tres culturas (2015, 2018). Tema del que tiene una publicación ya en el horno en la que nos mostrará (según tengo entendido) la ciudad imperial con fotos nocturnas y poemas.
Además, Isidoro lleva un tiempo investigando la presencia de España en la poesía del exilio, fruto de cuyo trabajo tendremos los primeros testimonios en el próximo número de Forja, que se presenta este viernes, con un estudio sobre Aurora Correa y Angelina Muñiz-Huberman. Autoras, por cierto, a las que también hace referencia en el poema La vuelta al mundo en este libro (pp. 40-41).
En fin, para terminar, me gustaría destacar que Isidoro es una persona modesta, carente de ese ego que a tantos acompaña ̶ “no me gusta ser el centro, / prefiero la periferia”, dice en su poema Huida del yo, p. 89 ̶ ; que tiene y reivindica sus raíces en Los Navalmorales, como lo demostró al recoger el Olivo de Plata, que este año le concedió el Excelentísimo Ayuntamiento, cuando dijo: “Las coplas son el cordón umbilical que me mantiene siempre unido a mi pueblo”.
Intervención de Jesús Bermejo
Mi primer
contacto con el libro Perdido entre versos, de Isidoro Moreno, fue
cuando lo presentó en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid hace un par de
meses. Como en la presentación de su libro verSOS menguantes, Isidoro
atendía a todo el mundo, verificaba que los aparatos funcionaran, conversaba
con los amigos y familiares más cercanos y sonreía. En cuanto empezó el acto,
la inquietud previa dejó paso a una persona tranquila, que iba transmitiendo al
auditorio el contenido de su libro de una forma sencilla y atractiva.
Perdido entre versos también es una colección de
poemas acompañados de sendas fotografías en la que los textos y las imágenes
dialogan y se complementan. Y para que este diálogo se establezca sin
intermediarios, sutilmente Isidoro enumera en el índice, al comienzo del libro,
todos los pies de foto, que recomiendo vivamente leer, por la exhaustiva
información que dan y porque ayudan a entender mejor el diálogo entre cada foto
y su poema. Vaya como ejemplo de lo que digo el pie de foto del poema Perfume,
que encontramos en la página 15.
Perdido entre
versos. Perdido entre los versos de muchos poetas: Antonio Machado, Gonzalo de
Berceo, Juan del Enzina, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de
la Cruz, la Santa de Ávila, María Zayas, Pedro Garfias, León Felipe, Cervantes,
los anónimos del Cancionero Tradicional Español, José Moreno Villa, José Hierro,
Emilio Prados, Enrique Díez Canedo, Juan Rejano, Ernestina de Champourcín, Federico
García Lorca, Pablo Neruda…
Perdido entre los
títulos de muchas obras poéticas: Hijos de la ira, Campos de Castilla, Pido la
paz y la palabra, Cien poemas de amor…
Poemas de amor
y poemas de dolor aparecen en el libro: Perdido de amor y Perdido de
dolor son sus dos partes.
En mi opinión, Perdido
entre versos se asienta, como verSOS menguantes, en tres
pilares: la sinceridad, la emoción y la sabiduría.
Sinceridad
El poeta elige la sinceridad desde
el primer poema, su Autorretrato:
Ni soy Isidro,
ni soy Moreno,
ni soy Sánchez.
También se le observa disfrutando:
Irina, Ana y Lena
llenan mi vida de poesía.
Se le observa sufriendo:
Maldigo las manos
de los dictadores
que se adueñan de la calle y de las almas.
Se le ve solidario en la memoria:
¡Desconocido tú, Pedro Garfias?
Y recito sus versos de memoria:
España que perdimos, no nos
pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos
ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Sí, Pedro, has vuelto, estás aquí
en torno a la mesa de Francisca,
te gustarán sus versos
y su arrós con verduras;
las cultiva Federico
en la Huerta de San Vicente.
Pero en este arrós faltan comensales,
faltas tú, Angelina
Muñiz-Huberman:
“¿Cuál es tu nacionalidad?
Ahora lo sé.
Exiliada.”
Falta Juan Rejano…
Mirad, llega Ernestina de Champourcín
sin patria y Sinsombrero.
Emoción
Los poemas y las fotografías nos
transmiten alegría, dolor, tristeza, rebeldía, amor; emociones expresadas de
una forma contenida, como sin querer llamar la atención, con un pudor que a
veces se tiñe de humor fino. Leed Kerida Amelia y veréis condensadas
todas estas emociones. O ese poema titulado Contraseñas:
Abuelas,
abuelos,
sois la contraseña
de mi corazón.
O aquel otro, titulado Cualquier
lugar era un paraíso
El riscal,
una montaña rusa;
el monte,
un laberinto;
la labranza,
un palacio encantado.
Estando con mis padres
cualquier lugar
era un paraíso;
un paraíso en el que está mi hermana
con ellos,
un paraíso que visito todos los días.
Sabiduría
Por debajo de una aparente sencillez está la experiencia de toda una vida, que empieza en un jergón de paja, pasa por muchos mundos y se condensa en este poemario. Leed por ejemplo Veredas sabias, Bienaventuranzas del siglo XXI o Confesión de Chet Baker y convendréis conmigo en que estamos ante un hombre sabio.
Yo no necesito una aventura,
necesito un amor
y compartir con ella la dulce rutina
del día a día
alejado de las carreteras
y de los moteles.
Necesito un paseo rutinario cada mañana
y aprenderme en nombre de los hijos
y de los perros de mis vecinos,
escuchar a la gente decirme buenos días.
Yo no necesito una aventura,
necesito un amor
y una casa para adentrarme
en el viaje interior que nunca tuve,
y así transformar mi soledad
en caricias.
Sabiduría, e
ironía de la fina es la que destila el poema Ladrillos:
Muchos versos alaban las piedras de Toledo
y de vosotros, modestos ladrillos,
se olvidan los poetas.
¿Será porque nos recordáis
que somos polvo
y en polvo nos convertiremos?
Al ir acabando
de leer la segunda parte del libro, Perdido de dolor, el poeta se abre a
la esperanza, y así lo muestra en el poema final:
Vivo con la esperanza
de escribir un solo verso verdadero
que me salve.
Quiero
felicitarte, Isidoro por ofrecernos este libro tan bello, tan lleno de
sinceridad, de emoción y de sabiduría. Debemos darte las gracias, Isidoro, por
ofrecernos este libro tan bien escrito y con unas fotografías tan excelentes. Y
también por venir a Los Navalmorales a presentárselo a los amigos y paisanos de
tu pueblo.