lunes, 23 de diciembre de 2024

¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Navidad!

Portal de Belén, cerámica de Talavera 

 

El portal de Belén de  La Amistad


El portal de Belén del Libro de Horas

domingo, 22 de diciembre de 2024

Dos artículos en El País sobre una placa dedicada a Miguel Hernández en Madrid y un par de posdatas

El 21 de diciembre de 2024, publicó El País un artículo de Antonio Muñoz Molina titulado "Lobotomía democrática", que comienza hablando de una placa dedicada al poeta Miguel Hernández. El 31 de diciembre de 2019, Nieves Concostrina escribió en el mismo periódico otro artículo sobre dicha placa, cuyo título era "La cárcel de Torrijos". Ahí van los dos.

 

Lobotomía democrática

Antonio Muñoz Molina

"En una fachada de Madrid, en la esquina de Juan Bravo y Conde de Peñalver, hay una de esas placas modestas en las que no se fija casi nadie a no ser que vaya a propósito. Son placas más apropiadas para el olvido que para el recuerdo. Están muy altas, de modo que uno puede pasar al lado sin verlas, y como la letra es pequeña no todo el mundo tendrá la vista suficiente para descifrarlaLa que yo miro siempre que paso por ahí nunca deja de conmoverme y de indignarme. No la puso el Ayuntamiento, como yo creía recordar, sino la Sociedad General de Autores, he comprobado esta misma mañana. Y dice, literalmente: “Miguel Hernández (...) compuso en este lugar las famosas ‘Nanas de la cebolla’ en septiembre de 1939″. Como en el edificio hubo una clínica, y ahora una residencia de ancianos, alguien poco informado podrá imaginar que Miguel Hernández estuvo internado allí a causa de alguna dolencia, que no debía de ser muy grave si le dio tiempo y sosiego para escribir un poema célebre. En 1985, la SGAE, no el Ayuntamiento, entonces socialista, tuvo el arranque de conmemorar la escritura de uno de los poemas de verdad esenciales de la literatura española del siglo, pero por algún motivo consideró inoportuno, o innecesario, recordar que el poeta estaba condenado a muerte y muriéndose de tuberculosis, de frío y de hambre, y que esa clínica de muros de ladrillo y jardines amables había sido una de las prisiones que se multiplicaban por Madrid y por toda España para encerrar a los centenares de miles de vencidos de la guerra que no pudieron escapar o esconderse. En medio de esa innumerable multitud, el poeta Miguel Hernández, espíritu libre y soldado del ejército de la República, escribía unas nanas para su hijo hambriento y escuchaba cada noche la lista de los que iban a ser ejecutados, temiendo a cada momento que su nombre estuviera en ella.

La democracia española quiso poner sensatamente todo su acento en la reconciliación, pero desde el principio fue mezquina y olvidadiza con las víctimas de la posguerra y de toda la dictadura, con los represaliados, los exiliados, los militantes antifascistas, los luchadores del sindicalismo clandestino, hombres y mujeres de un coraje y una integridad más firmes todavía porque en lugar de extraviarse en los desvaríos teóricos universitarios se concentraban en la lucha por los derechos de los trabajadores. Ahora la derecha asegura que por delante de la memoria pone la concordia, y que si se niega a honrar a las víctimas del franquismo es para no abrir heridas, para no fomentar el odio. Pero quienes desde muy pronto hablaron de reconciliación no fueron los vencedores ni sus herederos, sino los derrotados y los perseguidos. El presidente Manuel Azaña pidió “paz, piedad, perdón”, en su discurso estremecedor en Barcelona en julio de 1938. Y fue el Partido Comunista, en 1956, con miles de militantes en las cárceles, el que promovió una política de reconciliación nacional entre los vencedores y los vencidos.

La triste verdad es que, durante muchos años, de las víctimas y de los luchadores no quería acordarse casi nadie, y no por culpa de ese cobarde “pacto de silencio” del que se ha hablado y escrito tanto. No hubo ningún pacto de silencio por la triste razón de que no hacía falta. Con unas cuantas excepciones, todo el mundo, y no solo en la política, sino también en el ámbito confuso en el que se cruzan la actualidad y la cultura, prefería no acordarse de los que más habían sufrido, ni mostrar gratitud hacia los que más habían luchado, ni reconocimiento a los que habían escrito en la clandestinidad o el destierro. Y fue una cuestión de moda. Había que desprenderse cuanto antes de un pasado inmediato que de la noche a la mañana se había quedado arcaico. Había que ser moderno sin interrupción, como el dandi de Baudelaire, y todo lo que sonara a antiguo, a rancio, a provinciano, a sombrío, era un estorbo en la afiebrada modernidad de los años ochenta. Había que dejar cuanto antes atrás no solo el franquismo, sino también el antifranquismo, y del mismo modo que se descartaron las chaquetas de pana, las barbas espesas y el tabaco negro —todo lo cual era de agradecer— se despreció el legado formidable de la cultura liberal, republicana y emancipadora que se extinguió con la guerra, con sus severas exigencias éticas y su insistencia en el laicismo y la instrucción pública.

La persistencia de la corrupción, el desdén hacia el conocimiento y el secuestro de una parte creciente de la educación por intereses especulativos y clericales tienen que ver con la pérdida de esos principios que la izquierda dejó de hacer suyos justo cuando más oportunidad tuvo de recuperarlos, en los largos años de mayorías socialistas. Se desdeñaron los principios, con la disculpa de la urgencia de las tareas prácticas, pero también se desdeñó y se olvidó a quienes los habían hecho suyos, los exiliados que volvieron para ser recibidos por la indiferencia, los veteranos cuyas historias nadie quería ya escuchar, los dañados por la prisión y la tortura que no recibieron compensación moral alguna, y todavía menos recompensa material que no fuera tardía o miserable, o inexistente.

Ahora llega el medio siglo de la muerte de Franco y la buena voluntad, por fin oficial, de la memoria democrática choca con el inconveniente de la brevedad de la vida humana, porque una gran parte de los que sufrieron y merecían reparación han muerto. Y choca más todavía con la dureza de corazón de una derecha a la que no le basta con un empeño activo de lobotomía histórica y política, con una indiferencia inhumana hacia el sufrimiento y el heroísmo de quienes se atrevieron a jugarse la vida para enfrentarse a un régimen que no dejó nunca de celebrar vengativamente su victoria en la Guerra Civil, ni dejó de torturar y matar hasta más allá de la muerte del tirano. Ahora, además, ha descubierto el sarcasmo. Núñez Feijóo, el hombre de la blanda máscara de goma, fuerza un conato de sonrisa para explicar que el pasado le da mucha pereza, porque lo suyo es el mañana, y que la izquierda es tan retrógrada que se muere de nostalgia por los años cuarenta, los cincuenta, los sesenta, los setenta. Se ve que la izquierda añora las cárceles, los juicios sumarísimos, las condenas sin misericordia, la persecución, el despojo de los bienes y de los puestos de trabajo, las torturas, las cabezas rapadas, la pérdida de todos los derechos, incluyendo el derecho a la vida.

No hay en Europa partidos conservadores que sean hostiles al recuerdo de los horrores de las dictaduras y que se nieguen a honrar a sus víctimas. Sería inaudito que alguien en la derecha portuguesa dejara de condenar la dictadura de Salazar, o que en Francia o Alemania no participara en la conmemoración de las víctimas y los luchadores de la resistencia. Ese negacionismo está reservado estrictamente a la extrema derecha. En Alemania, la antigua sede de la Stasi es un museo, y también lo es en Lisboa la sede de la PIDE, la policía política de Salazar, donde están las fotos y los testimonios de quienes sufrieron cautiverio y tortura en sus celdas. En Madrid, en lo que fue la Dirección General de Seguridad, hay una placa que celebra el levantamiento del 2 de Mayo de 1808, pero ni una sola huella, ni un recuerdo, a toda la gente que pasó por esas celdas y esos siniestros despachos en los que se torturaba y en ocasiones se asesinaba. El portavoz del Gobierno regional, que tiene su lujosa sede en el edificio, acaba de anunciar que no permitirán que sea designado como “lugar de la memoria democrática”, ni que sea usado el próximo año para ningún acto conmemorativo. Pero cuanto más niegan, borran, ignoran, desprecian, más revelan sin darse cuenta la fealdad de lo que son".

 

La cárcel de Torrijos

Nieves Concostrina

"La Sociedad General de Autores y Editores, esa institución tan, tan, tan prestigiosa, creyó rendir un merecido homenaje al poeta Miguel Hernández cuando, a mediados de los ochenta, instaló una placa de mármol en una vieja fachada de ladrillos de la calle del Conde de Peñalver, casi esquina con Juan Bravo. La leyenda de la lápida dice: “Al poeta Miguel Hernández, que compuso, en este lugar, las famosas “Nanas de la cebolla” en septiembre de 1939 (…) Se inauguró está placa el 15 de octubre de 1985…). El motivo era el homenaje nacional a Machado, Lorca y Hernández.

Aquel pretendido homenaje nacional, seguramente con tan buenas intenciones como mal calculado, con los reyes presidiendo, el vicepresidente Alfonso Guerra clausurando, y con una rimbombante comisión formada por apellidos tan rimbombantes como Alberti, Buero Vallejo, Laín Entralgo… fue puro fuego artificial. Mejor dicho, fue un completo fracaso. Eso sí, a ojo, aquel batiburrillo de ciento y pico actos con más jefes que indios debió de costar una pasta gansa.

Como testimonio de aquella ruinosa convocatoria cultural (quizás solo superada por la del cuarto centenario de Cervantes en 2016) queda esa placa en la calle del Conde de Peñalver que, más que servir como recuerdo, ofende la memoria histórica en general y la de Miguel Hernández en particular.

Ese “lugar” al que se refiere la placa… esa fría palabra que el diccionario define como “porción de espacio”, era una cárcel. Parece mentira que esa cobarde redacción en homenaje a un poeta que, ya es sabido, fue represaliado, encerrado en varios “lugares” y finalmente abandonado a su suerte y a su tuberculosis hasta dejarlo morir en otro “lugar”, saliera de esa institución privada que presuntamente vela por los intereses de los autores.

Miguel Hernández, efectivamente, compuso “Nanas de la cebolla” durante su encierro en la cárcel de Torrijos. Así se la conocía en Madrid durante la guerra civil porque estaba en la calle de Torrijos, de José María Torrijos, el liberal al que fusiló el cretino borbón Fernando VII. A principios de los cuarenta desahuciaron al constitucionalista de su calle y se la dedicaron al conde. Obvio.

En esa cárcel, en ese “lugar” al que se refiere eufemísticamente la SGAE, accedían las visitas por la entrada que hay a unos metros de esa placa para llevar a los rojos allí encerrados el paquete semanal con una muda, cuatro cigarrillos y cien gramos de chicharrones. Eso es lo que mi madre, con ocho años, le llevaba a mi abuelo en septiembre del 39, que estaba allí, en ese “lugar”, compartiendo patio, piojos y rancho con Miguel Hernández. Sin saberlo, claro. Mi abuelo era analfabeto, pintor de brocha gorda y no se trataba con poetas.

Todos los que pasaron por aquella prisión de la dictadura merecen que a las cosas se las llame por su nombre. Aquello no fue un “lugar”. Aquello fue la cárcel de Torrijos".

  

Parque del Oeste. Monumento a Miguel Hernández

Este monumento se levantó en 1985 como homenaje al popular poeta de Orihuela, que tan sólo vivió entre 1910 y 1942, y en tan corto tiempo escribió algunas de las mejores páginas de la literatura española. A iniciativa de la asociación de Ex-presos Represariados Políticos se erigió e inauguró el 30 de Marzo de 1985 este homenaje, en un momento de reivindicación de los poetas víctimas de la Guerra Civil y de la represión del bando vencedor.

Autores

DOMÍNGUEZ UCETA, Enrique (Arquitecto)

LÓPEZ CALLEJA, Miguel Ángel (Escultor)

 


 Una carta mía publicada el 3 de octubre de 2921 en El País 


Honrar la memoria

3/10/2021      https://elpais.com/opinion/2021-10-03/insensibilidad-y-humillacion.html

El País editorializaba el pasado viernes sobre la posibilidad abierta por el Constitucional de investigar los crímenes ocurridos durante la dictadura franquista, sin que, por hacerlo, se deriven consecuencias penales para los responsables de aquellos delitos porque aquellas atrocidades ya han prescrito. Estaría bien que entre las decisiones que pudieran tomar las autoridades estuviera la de colocar en el edificio de la Puerta del Sol de Madrid una placa que dijera: “En los sótanos de esta casa, la antigua Dirección General de Seguridad, estuvieron detenidas miles de personas, que sufrieron torturas y humillaciones por luchar por la libertad. Incluso, algunos fueron asesinados impunemente. Ocurrió entre los años 1939 y 1977, durante la dictadura franquista”.

¡Ya está bien!

 

 

 

viernes, 20 de diciembre de 2024

Ha llegado el invierno a mi troje




In fraganti pillé a este gato disfrutando del último sol del otoño en el alféizar de la ventana suroeste de la troje, justo cuando yo subía por la escalera. Ya mañana es invierno, me dije. 

















jueves, 19 de diciembre de 2024

¡Qué pereza dan! dice el líder de la oposición española

 


En este 2025 se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco, quien gobernó España durante cuarenta años mediante un gobierno dictatorial.

https://elpais.com/espana/2024-12-10/el-gobierno-dedicara-2025-a-celebrar-mas-de-un-centenar-de-actos-por-la-muerte-de-franco-y-la-llegada-de-la-democracia.html

Tras conocer que el Gobierno de la nación organizará una serie de eventos culturales bajo el lema España en libertad en calles, escuelas, universidades y museos, el líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, ha arremetido contra esos actos en su discurso ante el Comité Ejecutivo nacional:

“Pueden desenterrar a Franco cien veces y pueden actuar como nostálgicos del enfrentamiento entre españoles, pero eso no va a evitar que el resto queramos construir un porvenir juntos”. “Ellos, con su amargura a volver a los años cuarenta, cincuenta, sesenta y los setenta... ¡Qué pereza dan!”

https://www.abc.es/espana/feijoo-carga-sanchez-emplear-comodin-franco-pasado-20241216145106-vi.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fespana%2Ffeijoo-carga-sanchez-emplear-comodin-franco-pasado-20241216145106-vi.html 

              

Digo yo (al leer estas palabras del líder del partido más votado en las últimas elecciones generales, líder que no pudo, o no supo, obtener la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y, por tanto, se convirtió en jefe de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez, un Gobierno legal y legítimamente constituido según establece la Constitución de 1978), digo yo al líder de la oposición:

Señor Feijoo, en una mezcla de desparpajo, caradura y menosprecio, afirma usted: ¡qué pereza dan! al referirse al Programa de actos del Gobierno de España que va a recordar que, hace 50 años, murió Franco, hecho que desencadenó el final del franquismo y el comienzo del establecimiento de la democracia en España. 

Yo le replico: señor jefe de la oposición, don Alberto Núñez Feijoo: ¡qué pereza dan ustedes! Su partido, usted mismo, después de 50 años, son aún incapaces de condenar la dictadura franquista y celebrar la apertura hacia la democracia. ¡Qué pereza dan ustedes! Hablan de concordia, ignorando que no habrá jamás concordia de verdad si previamente no se respeta y se reivindica la memoria democrática.

Y no me refiero solo al Partido Popular, me refiero también a una extensa masa de ciudadanos españoles que dicen querer mirar adelante, ignorando, una vez más, el pasado de España, de nuestra historia.  

Sé también que hay bastantes españoles que añoran el "Cara al sol", o que lo han aprendido, en su casa o en su ambiente, en estos cincuenta años. Para ellos son también aquellas palabras del Presidente de la República, don Manuel Azaña: paz, piedad, perdón. Mientras no hagan suyas estas palabras, estarán condenados a errar por las tierras de España, lo sepan o no, con la marca de Caín. 

 

 

martes, 17 de diciembre de 2024

Presentación de Perdido entre versos de Isidro Moreno Sánchez (2024)

En la Biblioteca Municipal de Los Navamorales, el 16 de diciembre de 2024 tuvo lugar la presentación de Perdido entre versos, de Isidoro Moreno Sánchez, con una notable asistencia de vecinos, familiares y amigos del autor. Coordinó el acto María Victoria Navas, que informó del itinerario profesional del autor. Después, Isidoro fue dando a conocer de forma amena su nuevo libro: proyectó imágenes, contó algunos pormenores de su elaboración y leyó algunos poemas. Jesús Bermejo hizo una breve exposición de sus impresiones acerca del poemario. Por último, hubo un animado debate entre el público y el autor.

 Intervención de María Victoria Navas

Muy buenas tardes a todos.

Una vez más, mi tarea va a ser la de moderadora del acto. 

Hoy traemos aquí, a nuestra biblioteca de Los Navalmorales, el segundo libro de poemas de Isidoro Moreno, Perdido entre versos. Obra anunciada en abril pasado cuando nuestro autor presentó en este mismo espacio sus Versos menguantes.

Como veis nuestro paisano es “un máquina” en lo que a creación literaria se refiere pues lleva, que sepamos, dos publicaciones en menos de un año.

Después de unas frases que diré sobre la biografía de Isidoro, Jesús Bermejo, profesor de lengua y literatura españolas, hará un recorrido sobre el contenido del volumen que hoy nos ocupa.

A continuación, Isidoro nos hablará de este poemario, Perdido entre versos, que tiene el gusto de dar a conocer en su pueblo. Y de lo que quiera.

Por último, los asistentes podréis hacer las preguntas y comentarios que consideréis pertinentes.

Isidoro es uno de mis amigos más recientes. Ambos éramos profesores en la Universidad Complutense, cada uno en su propia especialidad. Lo que en una universidad con dos campus, repartidos en más de 26 edificios y con cerca de 80.000 alumnos, hace prácticamente imposible conocerse si no existen vínculos intermedios.

Fue otro paisano y amigo de los dos, Juan Pablo Martín, quien hace unos pocos años, tal vez en 2019, insistió una y otra vez en que nos conociéramos.

Y así fue.

En una cita a ciegas con Isidoro y Ana, su mujer, quedamos en una terraza de la Puerta de Alcalá. Y fue empatía y simpatía a primera vista entre todos.

A partir de ahí, el intercambio de correos, textos, proyectos, consultas han sido constantes.

Y la amistad también.

Y se ha ido creando con Isidoro, con Ana y con sus hijas y yernos una especie de tribu cuyo centro son Los Navalmorales. Pero es que ya ha atraído a nuestro útero local a su yerno Javi Mansilla y a su hija Irina y, pronto, también estará su otra hija, Lena.

La vez anterior, en abril pasado, destaqué el gusto de Isidoro por recoger las tradiciones y la cultura de Los Navalmorales, como el cancionero (inédito) de Doroteo Martín del Río, el tío Caserilla.

Mencioné, asimismo, su empeño personal, como especialista que es en la materia, en la creación del Proyecto Museológico y Museográfico de los Navalmorales, que publicó la Asociación Museo Etnográfico de Los Navalmorales (MENA), en 2021, con el título De ti para ti, tus raíces en tu Silo.

Y cité sus colaboraciones habituales en la revista Forja, a las que nos hemos acostumbrado, como los textos sobre las inscripciones de las lápidas de nuestro cementerio, y los caminos, sendas y rutas de nuestro término municipal.

Isidoro, con una sólida formación en fotografía, cine y radio, ha sido guionista, realizador de cortometrajes y anuncios publicitarios, o creador de series interactivas.

A nivel docente, ha sido profesor del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, hasta su jubilación.

Es autor de varios libros profesionales, publicados individualmente y en colaboración; y de decenas de artículos.

Como ya se dijo en este lugar, tiene un currículum espectacular en lo que se refiere a la creación de museos y proyectos culturales hipermedia y transmedia. Es en ese campo, una referencia singular a nivel internacional.

Entonces, dijimos que ha sido creador de siete museos por todo el mundo: el Museo del Libro de la Biblioteca Nacional de España, el Museo Ecuestre de Jerez (2005), el Museo de la Festa del Misteri de Elche (2020),  otros tres más y el proyecto del Museo Interactivo de Miami. Además, ha comisionado 20 exposiciones.

Hoy aquí, me gustaría completar la biografía de Isidoro contemplando otros aspectos de su labor investigadora que sin dudarlo nos ayudarían a comprender a la persona que es.

Así, entre sus trabajos encontramos los relativos a la problemática de la docencia (“La universidad del siglo XXI: De la multidisciplinariedad individualizante a la transdisciplinariedad colaborativa”) (2017).

Otros referidos al patrimonio artístico durante la guerra civil y la posguerra (2017, 2018).

Un tercer grupo dedicado a Toledo y a sus tres culturas (2015, 2018). Tema del que tiene una publicación ya en el horno en la que nos mostrará (según tengo entendido) la ciudad imperial con fotos nocturnas y poemas.

Además, Isidoro lleva un tiempo investigando la presencia de España en la poesía del exilio, fruto de cuyo trabajo tendremos los primeros testimonios en el próximo número de Forja, que se presenta este viernes, con un estudio sobre Aurora Correa y Angelina Muñiz-Huberman. Autoras, por cierto, a las que también hace referencia en el poema La vuelta al mundo en este libro (pp. 40-41).

En fin, para terminar, me gustaría destacar que Isidoro es una persona modesta, carente de ese ego que a tantos acompaña  ̶ “no me gusta ser el centro, / prefiero la periferia”, dice en su poema Huida del yo, p. 89 ̶ ; que tiene y reivindica sus raíces en Los Navalmorales, como lo demostró al recoger el Olivo de Plata, que este año le concedió el Excelentísimo Ayuntamiento, cuando dijo: “Las coplas son el cordón umbilical que me mantiene siempre unido a mi pueblo”.

Intervención de Jesús Bermejo

Mi primer contacto con el libro Perdido entre versos, de Isidoro Moreno, fue cuando lo presentó en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid hace un par de meses. Como en la presentación de su libro verSOS menguantes, Isidoro atendía a todo el mundo, verificaba que los aparatos funcionaran, conversaba con los amigos y familiares más cercanos y sonreía. En cuanto empezó el acto, la inquietud previa dejó paso a una persona tranquila, que iba transmitiendo al auditorio el contenido de su libro de una forma sencilla y atractiva.

Perdido entre versos también es una colección de poemas acompañados de sendas fotografías en la que los textos y las imágenes dialogan y se complementan. Y para que este diálogo se establezca sin intermediarios, sutilmente Isidoro enumera en el índice, al comienzo del libro, todos los pies de foto, que recomiendo vivamente leer, por la exhaustiva información que dan y porque ayudan a entender mejor el diálogo entre cada foto y su poema. Vaya como ejemplo de lo que digo el pie de foto del poema Perfume, que encontramos en la página 15.

Perdido entre versos. Perdido entre los versos de muchos poetas: Antonio Machado, Gonzalo de Berceo, Juan del Enzina, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, la Santa de Ávila, María Zayas, Pedro Garfias, León Felipe, Cervantes, los anónimos del Cancionero Tradicional Español, José Moreno Villa, José Hierro, Emilio Prados, Enrique Díez Canedo, Juan Rejano, Ernestina de Champourcín, Federico García Lorca, Pablo Neruda…

Perdido entre los títulos de muchas obras poéticas: Hijos de la ira, Campos de Castilla, Pido la paz y la palabra, Cien poemas de amor…

Poemas de amor y poemas de dolor aparecen en el libro: Perdido de amor y Perdido de dolor son sus dos partes.

En mi opinión, Perdido entre versos se asienta, como verSOS menguantes, en tres pilares: la sinceridad, la emoción y la sabiduría. 

Sinceridad

El poeta elige la sinceridad desde el primer poema, su Autorretrato:

Ni soy Isidro,

ni soy Moreno,

ni soy Sánchez.

También se le observa disfrutando:

                                    Irina, Ana y Lena

llenan mi vida de poesía.

Se le observa sufriendo:

Maldigo las manos

de los dictadores

que se adueñan de la calle y de las almas. 

Se le ve solidario en la memoria:

¡Desconocido tú, Pedro Garfias?

 Y recito sus versos de memoria:

España que perdimos, no nos pierdas;

 guárdanos en tu frente derrumbada,

conserva a tu costado el hueco vivo

 de nuestra ausencia amarga

 que un día volveremos, más veloces,

 sobre la densa y poderosa espalda

 de este mar, con los brazos ondeantes

 y el latido del mar en la garganta.

 

Sí, Pedro, has vuelto, estás aquí

en torno a la mesa de Francisca,

te gustarán sus versos

y su arrós con verduras;

las cultiva Federico

en la Huerta de San Vicente.

Pero en este arrós faltan comensales,

faltas tú, Angelina

Muñiz-Huberman:

 

“¿Cuál es tu nacionalidad?

Ahora lo sé.

Exiliada.”

 

Falta Juan Rejano…

Mirad, llega Ernestina de Champourcín

sin patria y Sinsombrero. 

Emoción

Los poemas y las fotografías nos transmiten alegría, dolor, tristeza, rebeldía, amor; emociones expresadas de una forma contenida, como sin querer llamar la atención, con un pudor que a veces se tiñe de humor fino. Leed Kerida Amelia y veréis condensadas todas estas emociones. O ese poema titulado Contraseñas:

Abuelas,

abuelos,

sois la contraseña

de mi corazón. 

O aquel otro, titulado Cualquier lugar era un paraíso

 

El riscal,

una montaña rusa;

el monte,

un laberinto;

la labranza,

un palacio encantado.

Estando con mis padres

cualquier lugar

era un paraíso;

un paraíso en el que está mi hermana

con ellos,

un paraíso que visito todos los días. 

 

Sabiduría

Por debajo de una aparente sencillez está la experiencia de toda una vida, que empieza en un jergón de paja, pasa por muchos mundos y se condensa en este poemario. Leed por ejemplo Veredas sabias, Bienaventuranzas del siglo XXI o Confesión de Chet Baker y convendréis conmigo en que estamos ante un hombre sabio. 

Yo no necesito una aventura,

necesito un amor

y compartir con ella la dulce rutina

del día a día

alejado de las carreteras

y de los moteles.

Necesito un paseo rutinario cada mañana

y aprenderme en nombre de los hijos

y de los perros de mis vecinos,

escuchar a la gente decirme buenos días.

Yo no necesito una aventura,

necesito un amor

y una casa para adentrarme

en el viaje interior que nunca tuve,

y así transformar mi soledad

en caricias.

Sabiduría, e ironía de la fina es la que destila el poema Ladrillos:

Muchos versos alaban las piedras de Toledo

y de vosotros, modestos ladrillos,

se olvidan los poetas.

¿Será porque nos recordáis

que somos polvo

y en polvo nos convertiremos?

 

Al ir acabando de leer la segunda parte del libro, Perdido de dolor, el poeta se abre a la esperanza, y así lo muestra en el poema final:

Vivo con la esperanza

de escribir un solo verso verdadero

que me salve.

Quiero felicitarte, Isidoro por ofrecernos este libro tan bello, tan lleno de sinceridad, de emoción y de sabiduría. Debemos darte las gracias, Isidoro, por ofrecernos este libro tan bien escrito y con unas fotografías tan excelentes. Y también por venir a Los Navalmorales a presentárselo a los amigos y paisanos de tu pueblo.