miércoles, 30 de julio de 2025

El renacer de la higuera y el árbol del amor después de una poda radical



 

Hoy le envié a mi amigo Juan Pablo un mensaje por wassap y unas fotos. Un buen rato estuvimos de cháchara sobre los árboles podados en diciembre:

Jesús:

“Al venir del bar Avenida, se ven en tu calle los árboles que podaron en invierno, con muchas ramas y un verdor desatado. Y aquí, en casa, también ese verdor desatado, tras meses de tristeza por la poda a la que fueron sometidos la higuera y el árbol del amor”.

 

Juan Pablo: 

“¡Ha sido fertilizador!  ¡Qué vigor y qué alegría en esas ramas brotadas! ¡Enhiestas hacia el cielo! ¡Exuberante!”

 

Jesús:

“Bien creí, por momentos, que me los había cargado. Tú me animabas...Yo, con ironía, os decía que me abrazaba al tronco de la higuera como para darle fuerzas...”

 

Juan Pablo:

“Lo recuerdo. Pero siento decirte que tus afectos no fueron causa de su esplendor sino resultado de la insensible poda radical”.

 

Jesús:

“Esa insensible posa radical fue la causa de mis abrazos, como disculpa y descargo...” 

 

Juan Pablo:

¡Renacieron de sus esqueletos! 


     










 

Dos artículos sobre el libro Robles Amarillos

En el número 47 de la revista Forja, de Los Navalmorales, publicada en julio de 2025, aparecen un par de artículos dedicados a Robles Amarillos. Uno de ellos es de Isidoro Moreno; el otro es de Tomás Fernández (seudónimo de Javier Bermejo). Traigo aquí los dos como recuerdo de la presentación de mi libro en la Biblioteca Municipal Eugenio Trías de Madrid, en febrero de 2025 y en la Biblioteca Municipal de Los Navalmorales en marzo del mismo año. Gracias a los dos por vuestras palabras y por vuestros elogios.


  

¿POR QUÉ ME HUBIERA GUSTADO ESCRIBIR ROBLES AMARILLOS?

Después de leer y releer Robles Amarillos, mi conclusión fue muy clara: “Me hubiera gustado escribirlo”. Lo primero que me sedujo fue esa fluidez de palabras siempre oportunas con unos giros poéticos que sorprenden y enamoran: “[...]de una alicaída estancia llena de melancolía”. Y es que Jesús juega con el idioma y nos atrapa en ese juego, juego profundo que resalta aún más el contenido.

“En cuanto entrabas en aquel portal ˗mitad pasillo hacia la escalera, mitad comercio cerrado y fantasmagórico˗ y contemplabas el mostrador despejado y silencioso, echabas de menos el rumor de las conversaciones de tío Benja con sus clientas, el olor de los tejidos, el roce de las telas, y sentí as una melancolía desconcertante ante aquel vacío de estanterías tristes, como mi pueblo después de la función, como la mirada demandante de los niños huérfanos”.

“La melancolía después de la función”. ¡Qué cercanas sentimos esas palabras los que tenemos la suerte de tener un pueblo! Por cierto, Aravalle, el pueblo de Robles Amarillos, aunque tiene solo 114 habitantes, tiene tres barrios como nuestro Navalmorales, pero tan separados que podrían ser tres pueblos. Nosotros fuimos dos pueblos, pero ellos siempre fueron uno y ya veréis qué interesante resulta moverse por esos tres barrios singulares y escuchar al tío Pepe.

“Nos acercábamos a tío Pepe, un viejecito que se sentaba en la ventana del maestro a tomar el sol, y le decíamos: «Tío Pepe: nos cuente un cuento». Y tío Pepe nos llevaba con sus palabras muy lejos del pueblo, tanto que, cuando el sol ya iba embocando por la sierra y nos teníamos que ir a nuestras casas, para dar de comer a las gallinas y a los cerdos, lo dejaábamos en su rincón, pero seguíamos imaginando sus viajes a África o sus aventuras en la guerra de Cuba”.

Pues ahora el contador de historias es el tío Jesús Bermejo y nos produce el mismo deslumbramiento que les producía a ellos el tío Pepe. Y es que el tío Jesús realiza un atinado retrato fisiológico, sociológico y sicológico del mundo de Aravalle ˗tan cercano al nuestro˗ y de los estertores de una sociedad plagada de prejuicios y arbitrariedades.

“La educación sentimental, en la sociedad en la que yo fui creciendo, no consistí a en conocer y encauzar algunos instintos desde la infancia sino en negarlos sin más; era la impostura de la sinrazón contra la naturaleza de las cosas, que solo podía traer como consecuencia la hipocresía o la angustia. [...]

¡Qué pena que, viniendo de un acto de placer, se nos negase el gozo de conocer con naturalidad de dónde venimos!”

Robles Amarillos ayuda a vivir y a revivir ese tiempo ˗amarillo pálido˗ cuyo colofón es la ilusionante llegada de la democracia, que fue capaz de superar embestidas como el golpe de estado del 23F.

“Casi toda España respiró ilusionada. Se notaba que, por fin, se iba asentando la democracia. [...] Tenía claro que la vida es un camino ya andado que se estrena cada mañana. Un camino en el que se cumple aquel verso de Antonio Machado que quedó grabado en mi cabeza cuando apenas lo entendía y que, por fin, vi claro algún tiempo después: «Hoy es siempre todavía»”.

Las personas jóvenes van a vivir estos Robles Amarillos intensamente, y las contemporáneas del autor, como yo, los vamos a revivir apasionadamente. El minúsculo- majestuoso mundo de Aravalle ya forma parte de nuestro imaginario, como aquel lejano Macondo de nuestra juventud o ese lugar de la Mancha que seguimos buscando obstinadamente.

Para Jesús Bermejo, Robles Amarillos es el paraíso perdido de la infancia; para nosotros, el paraíso encontrado en la madurez. Cuando el niño parece que ya puede viajar hasta esos inalcanzables Robles Amarillos, donde viaja es a Madrid y allí también descubrirá otra sierra, ahora alcanzable.

“Hace muchos años que llevo conmigo las dos sierras, mis contertulios fieles y discretos: Robles Amarillos, la sierra de mi infancia, el temblor de lo escondido, y Guadarrama, la conquista de lo nuevo, el secreto de la juventud”.

Pues esos secretos de juventud los compartimos allá en lo alto de Robles Amarillos y del Guadarrama. Confieso que lo he leído con la misma pasión que si fuese una novela de altura, con la ventaja de que, al terminarlo, no se hace borrón y cuenta nueva; sino que se rumia sabiendo que gran parte de aquello pasó y sigue pasando. El amor y las contrariedades se repiten, y, gracias a poner los ojos en esas alejadas sierras, vamos descubriendo en el horizonte que merece la pena soñar. Y sí, me hubiera gustado escribir Robles Amarillos, pero he disfrutado aún más leyéndolo y releyéndolo. Y es que me fascina escribir, pero ˗todavía más˗ leer; aunque confieso que leyendo El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, me quedé desconcertado con las palabras de Cervantes: “y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio”. Pues a eso es a lo que os invito, a que perdáis, a que perdamos el juicio caminando entre estos Robles Amarillos para llegar a esos paraísos perdidos y encontrados, para vivir entre sus ramas los amores y los desamores, el arraigo y el desarraigo, las grandezas y las miserias de lo cotidiano, en definitiva: la vida.

Gracias a José Antonio Fernández de la Orden y a su editorial Mundo Libre Libros por esta edición tan bella y cuidada. Y, sobre todo, gracias a Jesús por ofrecernos estos inspiradores Robles Amarillos, símbolo de amistad, fuerza y belleza natural.

     Isid(o)ro Moreno Sánchez

  


UN TIEMPO RECIENTE QUE CONVIENE NO OLVIDAR

 

Presenta Jesús Bermejo las memorias de sus primeros treinta años de vida con un título en verdad sugerente, Robles Amarillos. Alude con ese nombre a la sierra que se contempla desde el balcón de su casa infantil, en tierras de Gredos, una sierra primordial que con el paso del tiempo acabó emparejándose con otra no muy lejana, la de Guadarrama, bien visible desde Madrid, su residencia desde los diez años hasta hoy. Con la vista clavada en esos dos paisajes de fondo, que señalan un límite o una frontera imaginaria, el autor va desgranando los pormenores de una biografía que, por sí misma, es también retrato de una época tan cercana en el tiempo como lejana en sus formas, una época que, por desgracia, las nuevas generaciones desconocen en gran medida. De ahí la necesidad de obras como esta, tan pegadas a los detalles concretos, tan necesarias para saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué debemos valorar en su justa medida lo que tenemos.       

Organizado en dos partes, el libro abarca los treinta primeros años del autor con una estructura interna ajustada a esas tres décadas: la infancia de Jesús en su pueblo de Aravalle, una segunda década de formación, en Madrid, y los diez años posteriores a la muerte de su madre, un golpe del destino que marcó un antes y un después en la vida de Jesús Bermejo y su familia.

Como en tantos otros casos, la infancia es en estas memorias una evocación del paraíso perdido, un paisaje espléndido en el que la vida transcurre sin más sobresaltos que los pequeños contratiempos de la vida diaria. De este modo, el autor va describiendo las costumbres de la vida rural, las incidencias familiares, los grandes descubrimientos de una mente despierta (y la del autor lo es en grado sumo), los contratiempos que ponen en entredicho el orden del que hablábamos (el episodio de la ‘rodancha’, las fechorías de ‘Golío’) o las anécdotas amables que dibujan un mundo cerrado y perfecto (los abuelos zurdos, la feria de ganado, las primeras letras…).

Cumplidos los diez años, el paisaje cambia por completo. Como en tantos otros casos, la deficiente red educativa de aquella época obliga al autor a viajar lejos de casa para continuar su formación escolar. Tras obtener una beca, condición necesaria para costear los estudios, Jesús abandona su aldea y se traslada a Madrid, la capital legendaria, tan distinta de Ávila o Plasencia, más cercanas a su natal Aravalle. Paradójicamente, la inmensa capital queda reducida a las cuatro paredes del internado donde el autor vive recluido durante nueve meses al año. Pero todas las paradojas tienen su réplica en esta vida, porque entre esas cuatro paredes Jesús va descubriendo un mundo nuevo asociado al conocimiento y a su curiosidad insaciable. Con un detalle añadido, las salidas dominicales al cine organizadas por el colegio, todo un caudal de vivencias que expanden hasta el infinito las reducidas dimensiones del internado.

En este nuevo panorama, que viene a sustituir al de los primeros años, irrumpe como un ángel exterminador la grave enfermedad del padre del autor, una circunstancia que provoca, primero, la ruina familiar (no hay seguros, ni pensiones, ni ayudas de ningún tipo, como bien ignoran muchos de nuestros jóvenes de hoy) y, más adelante, la emigración en condiciones extremas (jornadas de quince horas de trabajo, sin días de descanso, sin vacaciones). Entretanto, la evolución académica de Jesús Bermejo alcanza la excelencia, hasta el punto de conseguir el Premio Nacional de Magisterio, un éxito que, a pesar de las dificultades de la familia, termina asociado de forma natural a los nuevos horizontes de juventud (el amor, los amigos, los Beatles…).

Pero la rueda de la Fortuna vuelve a golpear, y la muerte de la madre rompe definitivamente el equilibrio: colapso de la familia y nueva emigración obligada. Con diecinueve años, el joven profesor toma el toro por los cuernos y se convierte en el sostén económico y emocional de la familia, con el padre intentando ajustarse a las dificultades de una ciudad inhóspita y los hermanos menores tratando de adquirir nuevas rutinas en sus nuevos colegios.

Paso a paso, sin desfallecer ante las dificultades, la familia va encontrando un nuevo equilibrio. Jesús Bermejo desgrana en esta fase final de la obra los pormenores de un tiempo nuevo en el que, casualidades del azar, el final de la dictadura coincide con la recuperación de la familia. Son los años en los que Jesús ejerce ya como profesor titular, disfrutando de la vocación soñada y de la libertad recién conseguida, una promesa de futuro en el que los zarpazos del destino no tendrían por qué condenar a nadie a la miseria y la desolación. En este sentido, como se dijo al principio, estas memorias resultan ser un documento único para conocer los entresijos de un tiempo reciente que conviene no olvidar.

Pero antes y después de su valor como documento, estos Robles Amarillos son una delicia para el lector, un regalo de primavera del que, sin duda alguna, podrán disfrutar quienes se acerquen a sus páginas.

    Tomás Fernández, Plasencia


 

 

 




Forja 47: la revista de Los Navalmorales

Acaba de salir el número 47 de la revista Forja, de Los Navalmorales. Os invito a entrar en la edición digital y a leer los numerosos artículos que contienen sus más de cien páginas. Entre otros están los dedicados a Francisco del Puerto, poeta y profesor recientemente fallecido. También se publican un par de artículos dedicados a Robles Amarillos, leídos el día de la presentación de mi libro en la Biblioteca de Los Navalmorales.

https://www.losnavalmorales.com/mesa/pdf/Forja47_web.pdf

sábado, 26 de julio de 2025

Almada Negreiros: Murales en las estaciones marítimas de Lisboa

En abril fueron reinaugurados en Lisboa dos espacios con Murales de Almada Negreiros, la estación marítima de Alcántara y la de Rocha do Conde d'Óbidos. Acabamos de salir de ellas y hemos quedado muy agradecidos.

 Aquí traigo una crónica de la inauguración y algunas fotos que he hecho. 

https://www.dn.pt/cultura/murais-de-almada-negreiros-nas-gares-mar%C3%ADtimas-de-alc%C3%A2ntara-e-rocha-do-conde-d%C3%B3bidos-j%C3%A1-podem-ser-visitados

 

















viernes, 11 de julio de 2025

TO(le)DO CON VERSOS

La editorial Cuarto Centenario acaba de publicar el libro TO(le)DO CON VERSOS, de Isidoro Moreno Sánchez, nuestro amigo, del que ya hemos hablado en este blog cuando fueron presentados dos de sus libros de poesía.

https://roblesamarillos.blogspot.com/2024/12/presentacion-de-perdido-entre-versos-de.html

https://roblesamarillos.blogspot.com/2024/05/versos-menguantes-un-libro-de-isidoro_6.html


Isidoro Moreno

Así hablaba Mariví Navas de Isidoro en la Biblioteca Municipal de Los Navamorales el 26 de abril de 2024, cuando tuvo lugar la presentación del libro verSOS menguantes:
Isidoro Moreno Sánchez (1954) nació en Tierra Toledo. Y su tierra, como veremos, le tira y mucho.

Profesor en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, formado, además, en Fotografía, Cine y Radio, ha sido asesor y creador de siete museos hipermedia, como el Museo del Libro de la Biblioteca Nacional, y de más de veinte exposiciones interactivas, como 125 años soñando caminos para Unicaja de Málaga.

Nuestro paisano es guionista y realizador de cortometrajes y anuncios publicitarios para varias empresas. Su primer corto profesional, Retratos en el retrete, fue protagonizado por Luis García Berlanga y José Sacristán; el montaje corrió a cargo de Pablo del Amo, técnico habitual de Carlos Saura o Víctor Erice.

Isidoro es además autor y coautor de diversos libros y de infinidad de artículos de la especialidad, así como conferenciante por Hispanoamérica y Estados Unidos, en cuyos países ha realizado estancias de investigación en sus universidades. Por cierto, ya tiene en prensa otro poemario, Perdido entre versos.

En su vertiente de navalmoraleño empeñado en su tierra y en sus   gentes ‒recordemos su breve carrera como cantante en el grupo local Nuevo Tráfico en los años 70‒, ha recopilado Escrito en la memoria. Coplas y romances populares de Los Navalmorales, cancionero inédito de nuestro vecino, el poeta popular, Doroteo Martín del Pino, el tío Caserilla, fuente de inspiración para Isidoro, juntamente con el legado recibido de su madre, “maestra de coplas”.

Hace algún tiempo, Isidoro elaboró el Plan Museológico y Museográfico Transmedia para nuestro pueblo, y se lo ofreció a la Asociación de Amigos-Voluntarios del Museo Etnográfico de Los Navalmorales (MENA), entidad que lo publicó en 2021 en su libro De ti y para ti. Tus raíces en tu Silo.

Es colaborador habitual de la revista Forja donde ha recopilado, entre otras, las inscripciones populares de las lápidas de nuestro cementerio y ha dado a conocer fotográficamente, sendas, rutas, caminos y veredas. En fin, que Isidoro Moreno está siempre disponible para echar una mano en todo aquello que sirva para valorar la cultura de Los Navalmorales.


TO(le)DO CON VERSOS

Sugiero que entréis en este enlace al PDF de TO(le)DO CON VERSOS, es muy interesante:

https://www.cuartocentenario.es/downloads/libros/89/toledo-con-versos.pdf

 

UNAS PALABRAS MÍAS PARA ISIDORO

Acabo de terminar de leer tu libro TO(le)DO CON VERSOS. Cuando nos lo regalaste le di una vuelta, pero ha sido en estos últimos días cuando lo he leído sin prisas y lo he disfrutado detenidamente. Y, por eso, quería felicitarte. Y darte las gracias. 

Es un libro que lleva mucho trabajo por detrás. Mucha investigación. Y mucho amor por la ciudad y por la poesía. Y tiene la virtud de incluir a todos los poetas, a todas las poetas que han puesto por escrito su mejor versión de Toledo. 

Confieso que, leyéndolo, también he aprendido muchas cosas sobre Toledo, y sobre bastantes autores desconocidos para mí, o que no sabía que habían escrito algo sobre la ciudad. 

Desde el punto de vista formal, es una gozada contemplar  esas inmensas fotos, ese formato horizontal y esa asociación de Versos y Textos. 

Me han gustado especialmente Zocodover, de Pedro Garfias, Romancillo sefardí, de Isabel Escudero y Las novias de Cristo, de Lance Larsen. 

Muy acertado lo de organizar las Rutas. Y un trabajazo acoplar los textos en cada una de ellas. 

Y todo un desafío lo del Alto Tajo. Me ha traído recuerdos de una excursión que hice por esos parajes con Mariví en el otoño del 94. 

En fin, lo dicho, enhorabuena por tu libro y muchas gracias, Isidoro.


RESPUESTA DE ISIDORO A VUELTA DE CORREO

Cuánto agradezco tus palabras. Coincido contigo en las preferencias. Isabel Escudero era una poeta muy sugerente y muy singular su pareja, que, como sabes, era Agustín García Calvo. De Pedro Garfias soy un incondicional. Investigando la poesía del exilio, me he enamorado de su poesía. Y de Lance Larsen conozco muy poco. He tenido la suerte de toparme con muchas y muchos poetas excepcionales que no conocía o conocía poco. Por ejemplo, Juan Marco (Juan Martinez Copeiro del Villar) que escribió «Toledo no es azul» con un diseño precioso.

Ya sabes que, si queréis recorrer las rutas, tenéis un guía disponible y estáis invitados a comer y a cenar. Un abrazo y miles de gracias.