Traído del blog de Antonio Muñoz Molina
Un vídeo sobre septiembre
Un artículo de AMM
"Septiembre sin septiembre"
El taxista aguanta con paciencia la lentitud del
tráfico en la mañana de septiembre. Ha cerrado la ventanilla y ha puesto el
aire acondicionado. Aunque es pronto el calor agobia como si estuviéramos a
principios de julio, la misma mezcla de tráfico insufrible y altísima
temperatura. En septiembre uno añora septiembre. El taxista comparte conmigo la
afición a quedarse en Madrid en agosto. Dice que va caminando a todas partes,
que va al cine, que pasea de noche con su mujer y siempre hay sitio en una
buena terraza. Madrid en agosto es una ciudad secreta. El taxista me dice que
se irá ahora de vacaciones, cuando todo el mundo ha vuelto, y aunque todavía no
le pregunto a dónde se apresura a decírmelo: “Nos vamos mi mujer y yo a Osaka.
A Japón”. Entonces la conversación cambia de tono y el taxista resulta ser una
persona mucho más afable, con capacidad de entusiasmo. “En Osaka vive la hija
mayor y nos vamos a verla. Trabaja de secretaria del director de Canon. Habla
japonés, y chino, y cinco idiomas más. Siempre tuvo facilidad, y nosotros la
animábamos a que estudiara. Con todos sus méritos trabajaba en Madrid de
telefonista de una multinacional, por menos del salario mínimo. Llamó un día un
cliente al que le notó el acento japonés y ella le contestó en su idioma. Y
ahora mire qué puestazo tiene. La que va tras ella es bióloga marina. Trabaja
en San Francisco. Tenía un expediente buenísimo, pero aquí estaba de vendedora
suplente en el Corte Inglés. A mí no me parece mal que estén lejos. Las echamos
de menos, claro que sí, y ellas a nosotros, pero ver tanto mundo les abre los
ojos. Las gemelas sí que nos gustaría que no se fueran. Están haciendo
Veterinaria las dos, y mi mujer y yo les vamos a buscar un local para que
instalen una clínica cuando terminen. Han salido más rebeldes que las dos
mayores, pero son estupendas, muy estudiosas también. Su madre y yo quisimos
que estudiaran todo lo que pudieran, porque en nuestros tiempos no había esas
oportunidades. Yo estaba en un taller con catorce años. Me pasé más de veinte
años conduciendo camiones por toda Europa. Salía de mi casa y a lo mejor
tardaba tres semanas en volver. A mis hijas mayores las vi muy poco cuando eran
chicas. Luego compré la licencia del taxi, porque ya me cansaba estar siempre
tan lejos. Echo doce o catorce horas todos los días. Hasta que las gemelas no
tengan la clínica no podré bajar el ritmo. Pero a mi mujer y a mí nos gusta
nuestra vida. Ya ve, a Osaka que nos vamos…”
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