Biblioteca Municipal de Los Navalmorales
Taller de Lectura
27 de octubre de 2017
Taller de Lectura
27 de octubre de 2017
Un libro de Ángel Muñoz y de José Félix del Puerto
Madrid, Polibea
Presentación y Moderación
María Victoria Navas
Buenas
tardes a todos. Muchas gracias por vuestra asistencia.
Me
ha pedido Lourdes, la coordinadora de este Taller de Lectura que modere hoy
esta mesa en la que se va a hablar del libro de Ángel Muñoz Jiménez, poemas, y
José Félix del Puerto Almazán, pinturas, Camino
hacia el reposo.
Antes
de nada, quisiera dar la enhorabuena a la bibliotecaria, Lourdes, por el Premio María Moliner concedido un año
más a esta Biblioteca por la animación a la lectura, con el Proyecto, “La
biblioteca está a tu lado. Si tú no puedes venir, nosotros te visitamos”, con
un premio en metálico para la adquisición de libros, concedido por el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (entre otros). Así que de nuevo, mi enhorabuena,
Lourdes.
La
Federación Española de Municipios y Provincias y la Fundación Coca-Cola, entre
300 seleccionados de los 604 presentados, por ser una de las mejores
iniciativas de lectura ejecutadas por las bibliotecas municipales de menos de
50.000 habitantes.
El
orden de esta sesión, según hemos acordado, va a ser el siguiente:
Primero
va a intervenir Jesús para dar a conocer sus impresiones como lector de los
poemas que se incluyen en este volumen.
A
continuación Félix va a explicar el contenido pictórico del volumen y algunas
tendencias de su pintura.
Seguidamente,
nos hablará Ángel de la gestación de su poemario y de algunos de los textos en él contenidos,
que recitará intercaladamente Paco Torres.
Por
último, como siempre, habrá un tiempo para preguntas.
Paso,
a continuación a presentar a los dos protagonistas de la tarde, porque a Jesús Bermejo
y a Paco Torres ya los conocemos de otras ocasiones.
Félix
del Puerto Almazán, José Félix de nombre artístico, es, como dice la solapa del
libro, Ingeniero de Telecomunicaciones. Pero lo que no dice ese texto es que es
el responsable por la puesta en marcha del desarrollo de la plataforma de
televisión Imagenio, hoy Movistar.
Ni
tampoco nos indica la nota que Félix acaba de clausurar una exposición en el
Centro Cultural Casa del Reloj de Madrid.
Ni
que es el primer artista que aplica el concepto físico de la entropía a la
pintura, concepto del que supongo que Félix nos hablará después.
Ángel
Muñoz Jiménez, como habréis visto en la solapa del libro es médico traumatólogo
y cirujano, y ha obtenido el Premio Nacional de Investigación. Pero lo que no
refiere esa información es que introdujo
en España el método de operar la hernia discal con endoscopia y que por
ello el periódico El País le dedicó una página con foto incluida.
Ni
tampoco refiere la solapa del libro que tiene casi la licenciatura de
Magisterio.
Y
de lo que tampoco informa esa nota es que fue director de la revista Espartal, que como bastantes de vosotros
aquí presentes no habríais nacido, no sabréis que se publicó en Los
Navalmorales, entre 1977 y 1979, y de la que salieron a la luz, si no me
equivoco 9 números.
Tanto
Ángel como Félix, que son amigos míos desde hace muchos años, forman parte de una
de esas generaciones que en este pueblo vivió y aquí se formó de la mano de Raquel
Nevado, -más que profesora Maestra con
mayúsculas-, la Srta. Raquel, como decíamos todos, que en Los Navalmorales
abrió muchos caminos y desembruteció muchas cabezas, también la mía, a lo largo
de medio siglo (pues empezó a enseñar a los 16 años y se jubiló a los 65).
Quede
hoy aquí constancia de nuestro humilde reconocimiento por su ingente labor.
Ángel
y Félix, Félix y Ángel mantienen aquí sus raíces, ambos tienen casa en el
pueblo, y hoy acuden a esta biblioteca para dar a conocer a sus paisanos, a la
tierra donde afectivamente se formaron, la obra que juntos han realizado.
Y
por ello, en nombre de todos, les damos las gracias.
Exposición de Impresiones después de la lectura del libro
Camino hacia el Reposo
Jesús Bermejo Bermejo
Buenas tardes, Lourdes,
Mariví, Félix, Ángel y Paco.
Buenas tardes a todos.
Buenas tardes a todos.
Lourdes, antes de empezar,
quiero darte las gracias por invitarme a participar en la presentación del
libro Camino hacia el reposo. Ya sabes que nunca te digo que no, y
menos si el libro que se presenta lo han hecho dos amigos de Los Navalmorales, Ángel
Muñoz y José Félix del Puerto.
Y también ya, desde
el principio, quiero daros la enhorabuena a los dos autores por los muy buenos
resultados de vuestro trabajo, que sin duda habrá sido muy duro. Y quiero además
daros las gracias, pues habéis hecho posible que hoy nos reunamos aquí, en la
Biblioteca de Los Navalmorales, para hablar de poesía y de pintura. Y es un
privilegio que nos acompañéis los dos, porque así podremos oír vuestras
observaciones en este acto tan singular, un acto que da idea de lo mucho y bien
que se trabaja en el Taller de Lectura de Los Navalmorales, tan acertadamente
dirigido por Lourdes.
Quiero comenzar mi
intervención señalando que mis conocimientos de pintura son los de un simple
aficionado, y que, por lo tanto, voy a limitarme a exponer mis impresiones
acerca de los poemas del libro, asunto del que sé algo más debido a mi
profesión.
Como bien se dice
en los textos que prologan el libro, en el origen del mismo están las pinturas
de Félix, de cuya amplia producción Ángel seleccionó una colección de cuadros que
le sirvieron de inspiración para ir haciendo sus poemas. Y supongo que, después
de muchas vueltas, el poeta hizo caso de aquel brevísimo poema de Juan Ramón
Jiménez:
¡No le toques ya
más,
que así es la rosa!
que así es la rosa!
No toques más tu
poema, que ya está maduro. Y así, uno a uno, el poemario cobró forma de libro
acompañado de los cuadros de referencia. Y ahora nos ha llegado a los lectores,
sus destinatarios últimos.
Con frecuencia una obra de arte se inspira en otra y, en determinados casos, se establece un diálogo entre ellas que a ambas enriquece. Así sucede con una película titulada El sol del membrillo, de Víctor Erice, en la que el director nos muestra al pintor Antonio López haciendo un cuadro que se titula también El sol del membrillo. Lo que hace el director en su película es mostrar la lucha del pintor con la luz del otoño para hacer su cuadro. Una lucha acompañada de ciertos momentos de humor, algún amago de canción y un trago para aliviar ese empeño de artistas.
Por traer otro
ejemplo, recordaremos aquí que el poeta Rafael Alberti, que también fue pintor,
tiene un libro titulado A la pintura, en cuyos poemas dialoga
con los cuadros de Velázquez, de Goya, de Picasso, obteniendo un resultado vibrante
y colorido.
Y como no hay dos
sin tres, quiero traer aquí un caso más de intercambios artísticos. Me refiero
al Evangelio según san Mateo.
Inspirado en el texto del evangelista, el director de cine Pasolini hizo una desnuda
y portentosa película, tan expresiva que nadie que la haya visto podrá nunca
olvidar aquellos rostros tan singulares.
Y también inspirado en el texto evángélico, el músico Juan Sebastián
Bach compuso la Pasión según san Mateo,
una obra cuya audición produce un profundo dolor, provoca un emotivo y
silencioso llanto, y nos adentra, en su final, en un estado de tranquilidad y
de sosiego, algo similar al Camino hacia el reposo, el libro del
que hoy estamos hablando.
Francisco del Puerto,
en su presentación del libro, nos dice que el punto de partida del mismo es la
entropía, es decir, la idea de que, en su evolución, el universo camina hacia
la destrucción. Pero aunque así sea, lo importante, afirma, es el camino, el
camino como vida, belleza y arte. Paco observa que en la confluencia de las
personalidades creadoras de los dos autores, el pintor y el poeta, se produce
una chispa, y que en eso consiste la magia del arte. El resultado, concluye, es
de una dignidad y de una altura sorprendente, y el libro suena a desgarrada
confesión, a vida.
Ángel, desde la
visión del poeta, afirma que la contemplación de la pintura de Félix provocó en él una emoción
que ya bullía en su interior, una emoción que suscitó el deseo de explicarla
con palabras. Y concibió el libro como un relato, un camino que lleva hacia el
final, hacia el reposo. En ese camino encontró tres fases: el Universo, la
Humanidad y luego el Individuo, el Yo. Un universo que poco a poco se hace
frío, una civilización más frágil cuanto más compleja, y un hombre que expresa
su dolor, su serenidad, su duda y sus sospechas.
Félix, desde su
visión de pintor y de lector, dice en el prólogo que los versos de Ángel,
destilan con gozo un fulgor intenso, una inesperada nostalgia, una alegría de
lo que importa, una búsqueda interior. Y obtiene respuestas para caminar hacia
el reposo. Con el arte, afirma, se llega a la verdad, el arte es un buen
compañero de viaje. Como decía Picasso, “el arte es una mentira que nos ayuda a
llegar a la verdad”; y como afirma Vargas Llosa, “en la literatura siempre
encontré la verdad de las mentiras”.
Camino hacia el reposo contiene un poemario en el que cada texto, como habréis observado los que hayáis leído el libro, va acompañado del cuadro que lo inspira. Los poemas suelen ser breves, si bien es verdad que algunos, pocos, son más extensos. En muchos de ellos hemos encontrado versos con rimas, asonantes y consonantes, y hemos leído algunos versos endecasílabos muy, muy logrados. Pensamos que existe en el poeta un verdadero interés por las normas clásicas, aunque pudiera creerse que la rima y la medida aparecen en los textos sin que medie un interés especial del poeta por buscarlos. Nada más lejos de la verdad, pues se percibe un trabajo intenso detrás de cada hallazgo formal, pero sin que el poeta se proponga hacer un soneto u otras estrofas clásicas. Y también se percibe un vigoroso esfuerzo en la búsqueda del lenguaje poético y en la disposición visual de los versos.
El poeta nos
presenta dos tipos de textos. En unos, se muestra en primera persona y expresa
sentimientos intensos y muy íntimos. Los
otros poemas, la mayoría, nos sitúan ante el universo, la humanidad y el yo. Y con
buen criterio, decide ordenar unos poemas
y otros arropados y envueltos, siguiendo un relato cuya cadencia nos muestra lo
que sería ese perseguido camino hacia el
reposo.
Veamos el primer
texto, Tras la mirada
¿Quién hay detrás
de esa mirada?
Morada.
¿Cuánto vacío
prieto?
Quieto.
¿Es el deseo de un encuentro?
Dentro.
¿Acaso compartir ese dolor?
¿El tuyo? ¿El mío?
¿El nuestro?
En este texto, en
el que hemos observado algunos ecos del Cancionero y romancero de ausencias
de Miguel Hernández, el poeta se
pregunta qué hay detrás de la mirada, y se contesta: hay un hombre en su morada,
quieto, mirando hacia un vacío, quizá queriendo compartir el dolor. Las tres
preguntas iniciales tienen respuesta, pero la tercera, no, es una triple
pregunta. Pareciera que el poeta nos está proponiendo compartir el dolor, “el
tuyo, el mío, el nuestro”. Quizá en eso va a consistir el libro, en compartir.
En el poema Alma se nos dice que esta consiste en
redes que forman un cerebro. El alma son ideas, luz que enloquece, algo más que
circuitos. Y en el poema siguiente, se pregunta acerca de lo que ocurre con las
ideas que no llegan a expresarse, dónde quedan esas ideas que no se concretan.
Y llegamos al
poema El gozo, el primer texto escrito
en primera persona, en el que el poeta se nos muestra más íntimo y nos
participa de su alegría
Ese
ardiente escalofrío,
sensación de
plenitud y de vacío
que mansa se
desborda por el borde de los vasos.
No me cabe el
mundo entre los brazos
ni me cabe la miel en los mil ríos.
Me mezclo con la flor y con el árbol,
me baño con las
gotas de rocío.
Me muero y me
renazco
y me oculto de los bosques del olvido.
Gozo compartido,
tuyo y mío,
ese milagro.
El poeta nos
presenta su alma y nos la abre en gozo. Y nosotros, lectores agradecidos, nos
dejamos acompañar por él, con el eco de otros grandes, san Juan y el propio
Miguel Hernández.
En el siguiente
texto, Tu nombre, escrito también en
primera persona, el poeta nos alerta, desde el primer verso, de una posible
pérdida del gozo, de un inquietante mundo que se derrumba. Y encontramos en sus
versos un homenaje a la mujer, el sortilegio que da la vida al poeta.
Nadie dice tu
nombre.
(Alimento de un
alma que agoniza).
Tosco
golem de barro
arrumbado en las
esquinas.
Dulce nombre de
mujer.
Nadie dice tu
nombre.
y, en cada instante, yo lo recito.
El poeta nos ha
participado ya de su gozo, y también, ¡ay!, de su dolor. Y dándonos un descanso
en la mostración de sus sentimientos, nos habla a continuación del espacio, del
paisaje y del tiempo, buscando en esos conceptos el acomodo de la expresión de
su intimidad.
Y así llegamos al
texto El tiempo devora todas las cosas, inspirado en el cuadro titulado Tempus edax rerum, elegido por los autores
para la cubierta del libro. En este poema se nos muestra la metamorfosis que
sufren todos los seres con el paso del tiempo. La flor ya no es flor sino vacío, el color solo un
recuerdo, el perfume, aire herido. El tiempo devora todas las cosas pero
persiste aún el
recuerdo de su ruta
hacia el tiempo que
nos juzga, hacia su gruta.
Persiste el
recuerdo nos dice el poeta; no llega al extremo de Luis Cernuda cuando escribe:
Donde habite el
olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas.
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas.
En Verónica el poeta nos muestra la
angustia del ser que nunca olvida el dolor, bien que con cierta serenidad. Y en
el texto El ojo, ese ojo grande y
redondo que mira y juzga sin clemencia, en el que encontramos reminiscencias
del ojo triangular del Dios que todo lo ve, el poeta afirma que la esfera del
sol da sombra, no ilumina
solo alumbra la
soledad de quien sabe que no hay cura.
Viendo el cuadro,
y leyendo el poema, nos hemos acordado de aquel texto de Antonio Machado:
El ojo que ves no
es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
La poesía titulada
Doloroso tiene como referencia el
cuadro Piedad. El poeta recupera la
primera persona para manifestarnos su angustia ante el dolor y la pérdida de la
amada.
Tú eres la que
tiene el mal, la que lo sufre.
Yo, doliendo tu
dolor, soy descompuesto.
De tu herida estoy
herido
porque muero por
no ser el que me muero.
La intensidad del
dolor ante la pérdida del ser querido, un asunto omnipresente en la poesía
universal, muestra en este texto una fuerza en la que el poeta parece tener
cerca a san Juan de la Cruz y a santa Teresa
De tu herida estoy
herido
porque muero por
no ser el que me muero.
En Viacrucis, el poeta nos presenta su inmenso
dolor ante la desaparición de la amada, expresado desde la rebelión ante lo que
es inexorable.
Bajo el peso de la
cruz de tu ausencia
se inclina mi
cabeza de espinas coronada.
Hacia
el suelo dirige mi mirada
el dolor
convertido en pura esencia.
¡Qué largas las
calles empinadas!
¡Cuánto guijarro
retrasa mi impaciencia!
¡Qué
prisa por llegar a mi final! Hacia la nada.
Porque esta vía
dolorosa no conduce a tu presencia.
Una serie de
textos en tercera persona suponen ahora una transición en el relato del
poemario, quizá un bálsamo, un remanso. De entre ellos destaco el titulado Pausa, que está basado en el cuadro La comida en la hierba revisitada, en el que se nos muestra el
tiempo detenido, el recuerdo del espacio que no quiere huir hacia otra parte, el
tiempo tranquilo, el tiempo de gozo mientras el río fluye.
Habréis observado
los lectores de este libro que varios cuadros de Félix llevan títulos en latín.
A ello hace referencia el poeta en su prólogo, en sus palabras dirigidas “al
improbable lector”. La mayor parte de dichos títulos proceden de un texto de
Cicerón. Están sacados del libro De
finibus bonorum et mayorum (Acerca de los límites del supremo bien y del
supremo mal), en el que, entre otros temas, el filósofo nos habla del dolor. Desde
muy antiguo, en la imprentas se han usado fragmentos de este libro para los
trabajos de edición, pero manipulados y amputados, con el fin de que al
componer los textos, los tipógrafos no se distrajeran con el contenido. Y en el
mundo actual son utilizados en el diseño de todo tipo de impresos, folletos y
documentos. Donde Cicerón escribió
“dolorem ipsum” (el dolor mismo) los tipógrafos escribieron “lorem ipsum”. El
pintor ha querido dar a algunos de sus cuadros títulos sacados de este texto de
Cicerón, sin duda porque encuentra que su significado es acorde con el tema de
los mismos. Pero, en un juego estimulante, ha utilizado los textos de los
tipógrafos, y así considera que cada cuadro es una prueba que hay que corregir.
Yel poeta le sigue la corriente.
Todo esto viene a
propósito del texto Ligula eget dolor,
en el que el poeta nos adentra en el
significado del título y nos confirma lo que él ya intuía
Solo sirve el
dolor si es el aviso
de un peligro
oculto e inminente.
Siguiendo adelante
en el poemario, nos encontramos con el texto titulado Nana, basado en un cuadro de título Ecce Homo (Aquí está el hombre).
Siembra tu boca
sobre la nieve
sueños de espumas
jazmín y leche.
¡Cállate
niño! …tu madre ha muerto.
Ya no llega ni el
llanto, ya nadie llora.
Se ha callado la
boca vacía y sola.
Bocas sin madre:
muertes sin boca.
Ante esta poesía,
es inevitable traer a la memoria las Nanas
de la cebolla, de Miguel Hernández.
Hemos de confesar que nuestro poeta consigue un hermoso y logrado texto, en el
que se nos muestra la esencia de lo que es la madre para el niño y la tragedia
de su ausencia.
Y llegamos al poema Casa sin muros, inspirado en el cuadro Lorem ipsum. Escrito en primera persona, nos muestra al poeta en su casa, encerrado entre la soledad y el desconsuelo:
En la casa del
dolor vivo encerrado
buscando algún
alivio hacia mi pena.
Ya no hay gozo al
subir las escaleras
que conducen a un
lecho no olvidado.
Casa sin muros.
Espacio helado.
Así va mi
desvarío.
Frígido sol.
Ardiente frío.
Y percibimos ecos
del poeta de Orihuela, de aquellos versos
Pintada, no vacía.
Pintada está mi
casa
del color de las
grandes
pasiones y
desgracias.
Una vez más, con
precisión de orfebre, el poeta nos conduce a una tregua, varios textos en los
que se nos muestra una serenidad aún incierta. Y después nos adentramos de
nuevo en la intimidad. Es el poema Segundo
aniversario, inspirado, este sí, en dos cuadros.
Si supiera pintar,
hoy pintaría
casas caídas,
solares yermos.
Pero antes de
caer, antes del seísmo
la casa era el
solar jardín de las delicias.
el esplendor del
antiguo gozo inmerecido.
Pero ahora, con
tristeza, el poeta nos recuerda que la casa es
violeta y negro,
mi actual desdicha.
Vamos llegando al
final de Camino hacia el reposo. El poeta decide cerrar su libro con dos
poemas complementarios, uno en primera y el otro en tercera persona. Casa en la playa comienza con un verso
de incierto significado
Nada hay tan
pecaminoso como una casa entre las dunas.
En el principio de
la descripción van apareciendo palabras que casi ahogan
Hay algo que ciega
y que no espanta
que sume la casa,
sin tragarla
en el pozo
profundo y sin garganta
del horror
tentacular que nace al alba.
Pero, calladamente
va apareciendo la esperanza en la evocación del recuerdo que perdura
Al
rayar el sol nos desnudamos.
Y, a lo lejos, sin
mirar, vimos arder la casa.
Desnudos y
alegres, recostados.
¡Qué importan la
casa y el fuego que la abrasa!
Un aire de yodo
nos unge las mejillas.
Y tu voz -¿o es el
mar?- nos arrulla con su danza.
Pareciera que, después
del dolor compartido, el poeta quisiera como ir dejándolo atrás y, en este
espacio cálido del recuerdo vivido, se nos muestra fundido en un abrazo con la
amada. Y desearía quedarse así, suspendido en el amor, un amor más poderoso que
el dolor, más poderoso que la muerte.
El último poema, Reposo, nos adentra en ese final que ya se ha ido perfilando en el texto anterior. El reposo no necesariamente tiene que ser negro, ni oscuro ni vacío. Puede ser tibio y meloso.
Pudiera ser del
mar en calma el rizo.
Pudiera ser
Que en un solo mar
quepan mil ríos.
Y al modo de León
Felipe y sus poemas como salmodias o letanías, el poeta va destilando sus
versos con una cadencia serena:
Pudiera ser
Que angustia y
alegría no sumen ya dolor.
Que el reposo no
sea la nada, sino un mundo en equilibrio.
Donde bajo la
amorosa tibieza de un infinito vientre femenino,
nos parece sin
precisar ser redimidos,
serenos, sin
futuro y sin pasado,
En esa búsqueda
incesante del sosiego, el poeta encuentra en estos versos la paz, un
apaciguamiento íntimo que le permite vislumbrar un porvenir reposado. Un final
de camino que, para nosotros, sus lectores, significaría esperanza y luz.
Nos gustaría creer
que la poesía, esa buena compañera de viaje, le hubiera permitido ver la luz al
final del viacrucis que desgarradamente nos ha ido mostrando. Quizá entonces
sería verdad aquello que decía Manuel Machado
Cantando la pena, la pena se olvida.
Vayamos
terminando. Aplaudamos el buen criterio que ha tenido el poeta en la elección
de los textos que sirven para abrir y cerrar el poemario. Son dos fragmentos
que constituyen un broche cabal. El poemario se abre con unas palabras de Jorge
Wagensberg que parecen sacadas del Génesis:
“El primer sonido
sonó mucho antes de que el primer oído pudiese escucharlo.”
Y que se cierra
con unos versos definitivos de Ignacio Cartagena:
“Llegado a este
remanso del día en que te observo desvestirte, me viene a la memoria aquella
frase que vi en un manual de astronomía: “…y nunca pasó nada en el primer
millón de años”.
Muchas gracias a
los dos, a Ángel y a Félix por vuestra poesía y por vuestra pintura. Y muchas
gracias a todos por vuestra atención.
Fotografías de cuadros tomadas del sitio:
http://felixdelpuerto.com/camino-hacia-el-reposo-entropismos/
Fotografías de cuadros tomadas del sitio:
http://felixdelpuerto.com/camino-hacia-el-reposo-entropismos/
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