Artículo de
Julio Llamazares en El País del 25 de noviembre de 2017
Tanto hablar de Cataluña, del procés, de la DUI, de la rocambolesca huida de
Puigdemont a Bruselas, del encarcelamiento de los exconsellersque se quedaron aquí, de la fuga de
empresas, del 155, de las elecciones del 21 de diciembre, de Gabriel Rufián, ¿sabían
ustedes que existe un lugar en España que se llama Extremadura?
Extremadura es una región española
situada al oeste de la Península, en la frontera con Portugal, compuesta por
dos provincias, Cáceres y Badajoz, y habitada por un millón de personas (otras
tantas al menos viven fuera de ella por necesidad). Su capital es la antigua
Emerita Augusta, una de las capitales del imperio romano en la península
Ibérica, y de sus tierras salieron los principales conquistadores de América,
desde Pizarro a Orellana y desde Hernán Cortés a Valdivia. Su paisaje es muy
variado, como corresponde a las dos provincias más extensas de este país:
Cáceres tienes sierras indómitas y valles llenos de frutales como los de la
Vera o el Jerte y Badajoz inmensas dehesas donde se crían cerdos ibéricos y
millones de cabezas de ganado entre los alcornoques y las encinas más
venerables de toda Europa. Los ríos Tajo y Guadiana riegan sus tierras y entre
sus ciudades y pueblos hay tres al menos que han sido declarados por la Unesco
Patrimonio de la Humanidad, pero su pobreza y atraso seculares no han remitido,
al contrario, van en aumento, dada su falta de industrialización.
Esta semana, los extremeños se han
manifestado en Madrid para pedir trenes dignos para su tierra y no los que
continúan teniendo, que tardan hasta seis horas para distancias que hacia otros
puntos de España los modernos AVE hacen en menos de la mitad. Viéndolos en la
televisión, bastantes españoles repararon en su existencia, así como en la de
la región de la que proceden y que para muchos es un agujero negro en el mapa.
Habrá incluso quien se haya dado cuenta al ver las imágenes de que Extremadura
no es una entelequia o el pozo sin fondo que los independentistas catalanes
ponen como ejemplo de sus desdichas a la hora de repartir los dineros que
aportan a la Hacienda Pública. Extremadura nos roba diría de buen grado más de
uno si hacerlo no fuera una afirmación vergonzosa.
Pero se equivocan los extremeños
manifestándose pacíficamente en Madrid para pedirle al Gobierno que les
construya trenes del siglo XXI como a las demás regiones. Si los extremeños
quieren que el Gobierno y España les hagan caso tienen que dejarse de
manifestaciones y cartas a los periódicos y declarar la independencia de su
comunidad autónoma, para la que tienen el mismo derecho, ni más ni menos, que
cualquier otra. ¿O no?
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