martes, 5 de diciembre de 2023

Adiós Pipo

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Ya hace algún tiempo venías arrastrando problemas de salud, además de las cataratas y de esos oídos casi perdidos desde hace un par de años. Un perro con buen olfato todavía y con las ganas de comer aún no muy mermadas. Claro que te tirabas mucho tiempo durmiendo y, sobre todo, ese quiste que en las últimas semanas iba haciéndose tan grande,  que ha determinado tu final, pues era prácticamente imposible operarte y que quedases medianamente en condiciones. Así que, un ratito tumbado en una manta suave y te has ido sin dolor ninguno.  

Ha sido triste despedirte, así que preferimos recordar todo lo agradable de tus quince años de vida con nosotros. Y para recordarlo, nada mejor que traer aquí lo escrito sobre ti en este blog. Decía de ti Telesforo: "Pipo no es mascota, es perro". No obedecías así como así, y en bastantes casos hacías lo contrario de lo que te pedía. Pero tú, Pipo, con ese pelo de canelo juguetón y con esa mirada limpia y tierna, has alegrado nuestra vida en estos quince años que has pasado con nosotros. Esa mirada limpia y tierna que ha durado hasta el final, una despedida amable y triste a la vez. 

Adiós, chiquitín, Pipón, Piponcio, Piponcillo. 

Adiós, Pipo. 


2

Entraste en nuestra vida como sin querer, ocupando el hueco que Linda había dejado unos meses antes, cuando desapareció. Eras entonces un cachorrillo de color canela, que mordisqueabas todo lo que encontrabas a tu paso, y que alborotabas la vida allí por donde pasabas. Pero también eras un perro miedoso y precavido: aún recuerdo cómo te resistías a entrar en el ascensor cuando te trajimos del pueblo. Voy a ver si te describo bien. (Eso espero).

Pipo es un perro alegre, bruto y cariñoso. Siempre está dispuesto a saludarte y a jugar, para él es lo mismo, y también a salir de paseo. Come cuanto se le echa en su cuenco pero, además, al menor descuido, se zampa en un santiamén cualquier manjar que encuentre por la calle. Aunque para manjares, aquellos dos filetes de ternera que hábilmente secuestró de una bolsa del supermercado dejada en el suelo de la cocina, cuando sonó el teléfono una tarde de este otoño que está terminando. Eso sí, en cuanto lo advertí y se lo reproché, se fue directamente al rincón del castigo sin que yo le dijera nada más. 

Es un perro práctico y astuto. Y testarudo. En el pueblo se pierde siempre al volver del paseo por el campo, y eso le permite callejear y husmear a su antojo. Después, cuando lo considera oportuno, vuelve a casa y llama a la puerta falsa para que le abramos y, si no estamos, unas veces opta por darse una vuelta más y otras, por echarse junto a la puerta hasta que regresemos.

Pipo es muy cariñoso con todos aquellos a los que les gustan los perros, y juega con ellos hasta el agotamiento, sin más límite o freno que el que se le imponga con reiteración. Pero ignora sin rencor alguno a las personas que no conectan con los perros, no les hace caso, les deja estar en paz.

Hasta en el dormir es práctico y brutote. Se le ve a menudo panza arriba, despatarrado y con todo al aire, muy lejos de la dulzura de Linda cuando estaba dormida. Aunque también Pipo puede ser delicado, como cuando prepara su cama en invierno, haciendo un ovillo con la jarapa de la cocina y enrollándose en ella hasta encontrarse a gusto.  

Lo más bonito de Pipo es su mirada, siempre tierna y transparente. Y lo que más enfada, su comportamiento en el pueblo, cuando, libre de correas, lo llamas y, en lugar de venir, hace un quiebro como de juego y se marcha corriendo a la ventura, perdiéndose por las calles. Su tozudez va unida a la  seguridad de encontrar la casa abierta a su regreso. Pero su mirada siempre es la mejor prenda  de su fidelidad y de sus atenciones.

Enero, 2011

                 

3

Ahora que ya va notándose un poco el calor de la primavera, me gusta salir un buen rato paseando con Pipo por la calle  camino del parquecillo que hay junto al museo de Ciencias Naturales. Él va husmeando todos los rincones y luego trota un rato. Después nos sentamos y hojeo el periódico. Cuando se cansa de esperar, emite un gruñido apenas audible, pidiendo que paseemos otro rato. A la primera de cambio no le hago caso; pero ante la insistencia, pliego el periódico y seguimos nuestro camino. Cuando llegamos a casa bebe agua con ansia y me pide una golosina. A veces accedo pero otras no, pues convertiría cada paseo en motivo de premio. Y aunque el premio es el paseo en sí, en ocasiones le doy un par de galletas que se traga en un santiamén. La verdad es que es guapo y positivo este simpático chucho. Me gusta, por primario y por cariñoso. Lo justo, para no cansar.

Abril, 2011

               

3 comentarios:

  1. Tenía razón tu suegro: no era una mascota, era un perro. Como debe ser, añadiría yo. Lo echaremos de menos, sí.

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  2. Totalmente de acuerdo, claro que sí. Un abrazo

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  3. No he conocido a Pipo, pero en las fotografías me parece un perro guapo y, por lo que cuentas, tenía fuerte personalidad. Bravo por él.
    Pipo, el inolvidable, ya forma parte de la historia de vuestro familia.

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