viernes, 18 de noviembre de 2016

Patria, una novela contra el olvido y la equidistancia


He leído en octubre la novela Patria, de Fernando Aramburu, y al acabar he sentido que este va a ser el relato de referencia para entender cómo ha sido la vida en el País Vasco en los últimos cuarenta años. Y, por tanto, cómo fue posible un fenómeno como el del terrorismo de ETA, tan duradero y tan singular.

Conocía ya a Aramburu por otros libros suyos, Años lentos y Los peces de la amargura. Así que al empezar a leer Patria pensé, dejándome llevar por el título y por el grosor del volumen, que quizá estábamos ante la novela que, de forma extensa, iba a tratar el fenómeno de ETA en todas sus dimensiones. Al acabar la lectura no solo lo confirmo sino que me atrevo a decir que Patria va a ser el relato canónico de la vida en Euzkadi en aquellos años de plomo. 

Además, desde el punto de vista formal es una novela construida de una manera muy moderna. Como dice José Carlos Mainer, en El País, 

“El orden del relato se ha sedimentado en un centenar de capítulos breves que adoptan la unidad de un cuento. No los unifica la cronología estricta, sino una sucesión de naturaleza emocional. También se ha diluido adrede (y con gran efectividad) la responsabilidad narrativa: no sabemos quién cuenta porque las frases —casi ráfagas— escritas en primera persona se mezclan con las formas del estilo indirecto libre y con la presencia mayoritaria de un narrador que todo lo gobierna y organiza…El resultado estético es un estilo urgente y minucioso que parece nacer de la misma historia contada y que busca abarcarlo todo”.

Una novela recomendable, de las que dejan una profunda huella. 
Así habla de la misma Óscar Esquivias en 20 minutos

“Es un monumento literario, una verdadera obra de arte y la mejor novela que he leído en mucho tiempo. Patria va a ser un libro que explique nuestra época a las generaciones futuras: cuando pasen unos lustros y a usted o a mí se nos acerque alguien joven, poco conocedor de lo que sucedió en España durante las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, y nos pregunte cómo fue posible que durante tantos años hubiera terrorismo, que un muchacho vasco corriente se convirtiera en pistolero de ETA y que sus paisanos, lejos de avergonzarse de él, lo consideraran un héroe y lo homenajearan a la vez que escarnecían a las víctimas de sus crímenes, le responderemos con dos palabras: “Lee Patria”. Esta novela pertenece a esa clase de obras realistas que retratan una época a través de la vida de unos personajes maravillosamente caracterizados, cuya peripecia ilumina toda una sociedad y un momento histórico…También hay mucho humor, (que) se manifiesta sobre todo en los diálogos familiares, en el sarcasmo que gastan Bittori y Miren, unas matriarcas que gobiernan en un mundo doméstico de hombres pusilánimes y acobardados… El humor de Aramburu es de raíz cervantina, como también lo son muchos de los rasgos de su novela, empezando por la anécdota que pone en marcha toda la historia: Bittori se empeña quijotescamente en que Joxé Mari, el etarra preso, se disculpe por todo el sufrimiento que le ha causado… Si tuviera que describir plásticamente el mecanismo narrativo de la novela, diría que funciona como una galaxia: la novela se mueve y avanza en espiral, trenzando sus hilos elegantemente en un mundo de sombras. Y todo gravita siempre sobre ese minúsculo empeño íntimo de escuchar una palabra: “Perdón”. 

Ya para terminar, traigo aquí unas palabras de Rafael Narbona, publicadas en Revista de libros:

Patria, la última novela de Fernando Aramburu, no se conforma con relatar el sufrimiento de dos familias afectadas de diferente forma por el fenómeno del terrorismo, sino que escarba en el subsuelo colectivo, buscando las raíces de una tragedia cuya última página aún no se ha escrito. Las armas han callado y ha comenzado el turno de las palabras. La derrota literaria de ETA es tan importante como la desarticulación de la banda. Hay que clarificar lo sucedido, identificar claramente a las víctimas y a los verdugos, combatir las distorsiones y manipulaciones de quienes pretenden imponer su versión de los hechos, sacrificando nuevamente a las víctimas en el altar de sus intereses políticos. La historia de ETA sólo puede construirse desde las víctimas, nunca desde la perspectiva de los asesinos. No puede situarse en el mismo plano al que murió calcinado por una bomba lapa o agonizó en una acera con un tiro en la nuca, y al que detonó el explosivo o disparó por la espalda. Los militantes de ETA y sus familias sufren y han sufrido, pero no son víctimas del terrorismo. La guerra sucia contra la banda no puede utilizarse para elaborar un retrato simétrico, según el cual el conflicto ha causado estragos en los dos lados. Es necesario dejar muy claro que la responsabilidad moral corresponde a ETA y no a sus víctimas. Las víctimas deben escribir la historia. Si lo hacen sus verdugos, su muerte se volverá irrelevante e inútil. En ese sentido, Patria constituye un verdadero acontecimiento, pues compone un extraordinario fresco de la sociedad vasca, desgarrada y dividida por la violencia de ETA. Patria es una lección de vida, un prodigio literario y un ejercicio de responsabilidad cívica. En mi opinión, marca un hito en nuestras letras y desarma definitivamente a quienes intentan justificar la barbarie.


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