He leído en octubre la novela Patria, de Fernando Aramburu, y al acabar he sentido que este va a ser el relato de referencia para entender cómo ha sido la vida en el País Vasco en los últimos cuarenta años. Y, por tanto, cómo fue posible un fenómeno como el del terrorismo de ETA, tan duradero y tan singular.
Conocía ya a Aramburu por otros libros suyos, Años lentos y Los peces de la amargura. Así que al empezar a leer Patria pensé, dejándome llevar por el título y por el grosor del volumen, que quizá estábamos ante la novela que, de forma extensa, iba a tratar el fenómeno de ETA en todas sus dimensiones. Al acabar la lectura no solo lo confirmo sino
que me atrevo a decir que Patria va a ser el relato canónico de la
vida en Euzkadi en aquellos años de plomo.
Además, desde el punto de vista formal es una novela construida de
una manera muy moderna. Como dice José
Carlos Mainer, en El
País,
“El orden del relato se ha sedimentado en un centenar de capítulos
breves que adoptan la unidad de un cuento. No los unifica la cronología
estricta, sino una sucesión de naturaleza emocional. También se ha diluido
adrede (y con gran efectividad) la responsabilidad narrativa: no sabemos quién
cuenta porque las frases —casi ráfagas— escritas en primera persona se mezclan con
las formas del estilo indirecto libre y con la presencia mayoritaria de un
narrador que todo lo gobierna y organiza…El resultado estético es un estilo
urgente y minucioso que parece nacer de la misma historia contada y que busca
abarcarlo todo”.
Una novela recomendable, de las que dejan una profunda huella.
Así habla de la misma Óscar
Esquivias en 20 minutos
“Es un monumento literario, una verdadera obra de arte y la mejor
novela que he leído en mucho tiempo. Patria va a ser un libro que explique
nuestra época a las generaciones futuras: cuando pasen unos lustros y a usted o
a mí se nos acerque alguien joven, poco conocedor de lo que sucedió en España
durante las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, y nos pregunte
cómo fue posible que durante tantos años hubiera terrorismo, que un muchacho
vasco corriente se convirtiera en pistolero de ETA y que sus paisanos, lejos de
avergonzarse de él, lo consideraran un héroe y lo homenajearan a la vez que
escarnecían a las víctimas de sus crímenes, le responderemos con dos palabras:
“Lee Patria”. Esta novela pertenece a esa clase de obras realistas que retratan
una época a través de la vida de unos personajes maravillosamente
caracterizados, cuya peripecia ilumina toda una sociedad y un momento
histórico…También hay mucho humor, (que) se manifiesta sobre todo en los
diálogos familiares, en el sarcasmo que gastan Bittori y Miren, unas matriarcas
que gobiernan en un mundo doméstico de hombres pusilánimes y acobardados… El
humor de Aramburu es de raíz cervantina, como también lo son muchos de los
rasgos de su novela, empezando por la anécdota que pone en marcha toda la
historia: Bittori se empeña quijotescamente en que Joxé Mari, el etarra preso,
se disculpe por todo el sufrimiento que le ha causado… Si tuviera que describir
plásticamente el mecanismo narrativo de la novela, diría que funciona como una
galaxia: la novela se mueve y avanza en espiral, trenzando sus hilos
elegantemente en un mundo de sombras. Y todo gravita siempre sobre ese
minúsculo empeño íntimo de escuchar una palabra: “Perdón”.
Ya para terminar, traigo aquí unas palabras de Rafael Narbona, publicadas
en Revista de libros:
“Patria, la última
novela de Fernando Aramburu, no se conforma con relatar el sufrimiento de dos
familias afectadas de diferente forma por el fenómeno del terrorismo, sino que
escarba en el subsuelo colectivo, buscando las raíces de una tragedia cuya
última página aún no se ha escrito. Las armas han callado y ha comenzado el
turno de las palabras. La derrota literaria de ETA es tan importante como la
desarticulación de la banda. Hay que clarificar lo sucedido, identificar
claramente a las víctimas y a los verdugos, combatir las distorsiones y
manipulaciones de quienes pretenden imponer su versión de los hechos,
sacrificando nuevamente a las víctimas en el altar de sus intereses políticos.
La historia de ETA sólo puede construirse desde las víctimas, nunca desde la perspectiva
de los asesinos. No puede situarse en el mismo plano al que murió calcinado por
una bomba lapa o agonizó en una acera con un tiro en la nuca, y al que detonó
el explosivo o disparó por la espalda. Los militantes de ETA y sus familias
sufren y han sufrido, pero no son víctimas del terrorismo. La guerra sucia
contra la banda no puede utilizarse para elaborar un retrato simétrico, según
el cual el conflicto ha causado estragos en los dos lados. Es necesario dejar
muy claro que la responsabilidad moral corresponde a ETA y no a sus víctimas.
Las víctimas deben escribir la historia. Si lo hacen sus verdugos, su muerte se
volverá irrelevante e inútil. En ese sentido, Patria constituye
un verdadero acontecimiento, pues compone un extraordinario fresco de la
sociedad vasca, desgarrada y dividida por la violencia de ETA. Patria es una
lección de vida, un prodigio literario y un ejercicio de responsabilidad
cívica. En mi opinión, marca un hito en nuestras letras y desarma
definitivamente a quienes intentan justificar la barbarie. ”
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