Hace poco más
de un año subí a este blog una colección de fotos que hice en El Retiro de
Madrid una mañana amena de paseo. Pasados unos días, fui escribiendo unos
apuntes que rematé en fechas posteriores y lo publiqué aquí. Un año después, llegado el frío y con él la
segunda parte del otoño, no se me ocurre nada mejor que recordar aquel paseo
en estos días de cambio de hora.
Caminos
Entras en El Retiro una mañana
de frío y de lluvia
complacida.
Miles de hojas van
cayendo al suelo
como cortadas por un filo,
y buscan su acomodo en
los caminos
formando una capa mullida,
sobre la que tus pies
andantes
notan complacidos la
experiencia
de un pasear pausado,
como flotando en la
tierra y en las hojas.
Sientes, una vez más, que
es el otoño,
el placer de
transportarte, al caminar,
como si fueses levitando
un poco,
la inmensidad de los
colores, y las hojas
esperando su momento, la
ocasión
de convertirse en tierra
de sendero.
Colores
Vas subiendo una colina suave
coronada por un palacio
de cristal.
Miras de frente y te
hipnotiza
el chorro, impetuoso como
un géiser,
en medio del estanque
tranquilo y apacible.
Las hojas, arrastradas
por el viento,
flotan leves y mansas en
la cara del agua,
surcada toda ella por
patos juguetones.
Un concierto pausado de
colores
organiza tu mirada y la
deslumbra,
y, entre todos, te llama
el luminoso
rojo ladrillo de los
cipreses de agua
que anidan en el fondo
del estanque.
Un rojo fuerte que porfía
con verdes recién segados,
con amarillos de plátanos,
con el azul de un cielo
despejado,
con el blanco y el gris
del palacio breve.
Fieras
Atraviesas el inmenso
paseo de coches
escoltado por plátanos frondosos
y entras firme y pausado
en el jardín secreto.
Los pinos, aguerridos en
su tronco enhiesto,
te van abriendo el paso
hasta la fuente amena
que sortea el ladrillo y
los granates
de una hiedra fecunda y
ya menguante.
Un instante de sol entre
nublados
resalta el rojo vino de
la tapia,
y un vértigo de viento
colorea
de hojas amarillas el
sendero.
La potestad de un árbol,
con su tronco
como una inmensa pata de
elefante,
te llama, sideral, y te
hipnotiza.
No lejos, dos leones de
piedra, domeñados,
recuerdan sutilmente que
estás en ese sitio
que fue en su día la casa de fieras de El Retiro.
Fuente
Caminas por paseos que están recién planchados,
abiertos para ti esta
misma mañana.
y llegas a una fuente
tranquila y silenciosa
de líneas paralelas y de
esculturas clásicas.
La fuente de Cajal, el
sabio aventurado,
la fuente de la vida de
todos los que nacen
la fuente de la muerte de
todos los que viven.
En el lugar ameno del
profesor ilustre
la fuente te recuerda,
con ese porte griego,
el equilibrio líquido de
la vida vivida,
y la sabia cadencia del
agua allí brotada.
El otoño apacible, que ha
llegado tranquilo,
adorna con sus hojas los
plácidos contornos,
y los colores malvas,
marrones y amarillos
abren paso y escuchan al
sabio sosegado
silente en El Retiro y
casi siempre solo.
Estanque
Entras casi de incógnito en ese ámbito
que domina el estanque y lo ennoblece.
Pasas entre su escolta de
columnas
y, lento, te acomodas en
la amplia escalinata.
Miras de frente, atento,
el cielo azul y plácido,
el verde de las aguas,
la piedra, los leones
y, lentas, fugitivas,
las diminutas barcas.
Nubes que arrastra un viento fuerte
crean las grises sombras
de los lejanos árboles,
y reflejos de sol,
cruzando el agua,
imantan la mirada del
breve paseante.
Sales de la explanada, y
las columnas
te saludan, sombra y sol,
nadie, nada.
La piedra gris esconde
tus pisadas
y los cipreses del paseo
se aletargan.
Fábula
El quiosco de la música varado entre colores,
los troncos gruesos de
los viejos plátanos,
el verde de la hierba y
de los setos
y el marrón de las hojas
de los alados álamos
te guían a la glorieta
gongorina
en donde Polifemo y
Galatea
viven sus aventuras en el
severo mármol.
Mientras lees los versos,
centurión del sendero,
un alto y grueso tronco
te custodia.
Atrás queda el estanque,
y las columnas,
la farola, el ciprés de
los pantanos,
las fuentes juguetonas
con sus aguas,
el chopo tieso y el
mullido plátano,
la hoja breve del sendero
manso
y las filas misteriosas de los álamos.
VIDEO
Jesús Bermejo, 2017
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