miércoles, 15 de diciembre de 2021

Bertolt Brecht: Objetos usados

Hace ya mucho tiempo leí un poema de Bertolt Brecht en el que hablaba de cuánto le gustaban los objetos usados, esos cubiertos de madera cogidos por muchas manos o esas losas desgastadas por tantas pisadas, que se han hecho preciosos porque han sido apreciados muchas veces. Yo también tengo una colección de objetos usados, muchos de los cuales no están de adorno, sino que los reutilizo y, al hacerlo, me acuerdo de quienes los tuvieron en sus manos muchas veces a lo largo de sus vidas. Esos objetos usados a mí también me hacen feliz.

De todos los objetos, los que más amo

son los usados.

Las vasijas de cobre con abolladuras y bordes aplastados,

los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera

han sido cogidos por muchas manos. Éstas son las formas

que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,

desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,

esas losas entre las que crece la hierba, me parecen

objetos felices.

 

Impregnados del uso de muchos,

a menudo transformados, han ido perfeccionando sus

formas y se han hecho preciosos

porque han sido apreciados muchas veces.


Me gustan incluso los fragmentos de esculturas

con los brazos cortados. Vivieron

también para mí. Cayeron porque fueron trasladadas;

si las derribaron, fue porque no estaban muy altas.

Las construcciones casi en ruinas

parecen todavía proyectos sin acabar,

grandiosos; sus bellas medidas

pueden ya imaginarse, pero aún necesitan

de nuestra comprensión. Y, además,

ya sirvieron, ya fueron superadas incluso. Todas estas cosas me

hacen feliz.

Quiero escribir acerca de algunos de esos objetos usados que me hacen feliz a mí, y que me acompañan en mi vida diaria, dándome el mismo uso que ofrecieron a sus dueños o reutilizados para otros menesteres, pero siempre evocándome momentos de sus usuarios primeros. La vara de hacer la cama de mi madre, la barrena de mi padre, la hoz de abuelo Manolo, el cristal de abuela María, la cheira de abuelo Jesús, el manubrio de abuela Isabel, el aparejo del bisabuelo Enrique, el pisón de Telesforo, los agarraderos de Sixta, mi cartera de parvulitos, la bicicleta de Javi, el biberón de Maribel, la ventana de Mariví, el columpio de Carolina, el piano de Ana, el rastro de Pablo, la cantarera de la prima Maribel, el azadón de María, el gazpacho de Mercedes, la zafra de Juan Pablo o la lámpara de Isabel. Vamos a ello.

 


 

 

             

                                                                                                                                                           

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