A finales de marzo recibí la petición de dar el pregón de las Fiestas del Cristo de la Fuente, que se celebran en Los Navalmorales en torno al segundo fin de semana de mayo. Acepté el encargo y a ello me puse. Y fue ayer, viernes, doce de mayo de 2023 cuando leí el pregón en la Plaza de los Seis Caños, un pregón que traigo aquí como santo y seña y como recuerdo.
"Señor Presidente
de la Asociación Cultural Santísimo Cristo de la Fuente, señor Alcalde, autoridades,
familiares, navalmoraleñas y navalmoraleños, amigos todos: Muy buenas noches.
Quiero que
mis primeras palabras sean de agradecimiento al Presidente de la Asociación, y
a su Junta Directiva, por haber pensado que yo, un forastero, podría ser el
pregonero de estas fiestas del Cristo de la Fuente de 2023. Espero cumplir el
encargo de la mejor manera posible y confío en no acabar en el pilón. Algo en
mi interior me dice que no será así.
A finales de 1994 vine por primera vez a Los Navalmorales, de la mano de Mariví Navas. Era una tarde fría de invierno, y en esta misma plaza de los Seis Caños se estaba celebrando el Belén viviente. Me gustó mucho el ambiente que se respiraba y la vida que latía en cada caseta, en cada canción y en cada gesto. Allí comenzó mi relación con Los Navalmorales. Allí empecé a conocer vuestras costumbres, vuestra historia, los trabajos que desempeñáis y vuestras fiestas.
Tres imágenes
me vienen siempre a la cabeza cuando hablo de Los Navalmorales, y constituyen para
mí algo así como el emblema del pueblo. La primera imagen es ese continuo manto
de olivas que se extiende por todo el término municipal. Olivas, sí, en
femenino, que es como la gente de esta tierra llamáis a los olivos. Esos rugosos
y delicados árboles, de tronco mineral y retorcido, que dan un aceite de
calidad superior. “El mejor aceite del mundo”, decía Sixta Sánchez-Élez, la
madre de Mariví. El mejor aceite del mundo, ese aceite de oliva virgen extra
que es el símbolo del trabajo de los navalmoraleños, de su tesón y de su
inteligencia. Un aceite obtenido con el conocimiento y la destreza que
generaciones y generaciones han ido acumulando a lo largo de los siglos, empeñadas
en el cultivo cada vez más esmerado de esas olivas de presencia centenaria.
La
segunda imagen que me viene a la mente cuando hablo de Los Navalmorales es la
torre de la iglesia, ese esbelto y espigado monumento, terminado en 1673, que
con su gracia aérea parece cobijar el amable caserío de teja árabe, los
sombreados patios y las tranquilas plazas de la villa. La he visto desde todos
los sitios, desde la sierra del Santo y desde el cerro Gorra; surgiendo de
repente al doblar una esquina o paseando por las calles de Tierra Toledo;
apareciendo por sorpresa al venir desde Santa Ana o destacando majestuosa al llegar
de Los Navalucillos. Muchas veces me he acercado a la torre y he admirado su
verticalidad y su elegancia, la geometría y el dinamismo de su vuelo. Es, como
todo el mundo sabe, La buena moza, el edificio más noble de la villa.
La tercera imagen que me viene a la mente es la Fuente de los Seis Caños, la referencia imprescindible de esta plaza a la que da nombre, el monumento civil más antiguo del pueblo, el sitio en el que, desde hace casi cuatrocientos años, las gentes de Los Navalmorales se han dado cita para abastecerse de agua, dar de beber a los animales, y celebrar mercados y fiestas. Y justo al pie de la Fuente de los Seis Caños, enlazando los dos antiguos pueblos que en 1835 se unieron en uno solo, la capilla del Cristo se ofrece humilde y magnífica ante el caminante, y en su interior todo gira en torno al Cristo de la Fuente, ese Cristo honrado siempre con hermosas flores frescas, que protege, dulce y armoniosamente, la fe y las ganas de vivir de esta comunidad, una comunidad que lo celebra cada año en estas alegres fiestas de primavera.
Mi infancia son recuerdos vividos alrededor de otras fuentes, vivencias que
guardo de mi pueblo pequeño y serrano entre las cumbres de Gredos. Yo no puedo
hablar de mis recuerdos infantiles junto a la Fuente de los Seis Caños, porque
mis recuerdos son otros. Pero, desde que vine a Los
Navalmorales, me he empeñado en conocer con precisión la historia de esta fuente
tan hermosa, de esta fuente que tanto me gustó desde aquella lejana tarde de
1994.
En el Diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus
posesiones de ultramar, publicado por Pascual Madoz hace casi dos siglos, aparece
una entrada dedicada a Los Navalmorales, y en ella se puede leer este texto:
"Se surte el vecindario de aguas potables en una Fuente de 6 caños, construida en 1627, que hay en una de las plazas, con un pilón de 11 pasos de largo y 5 de ancho, para las caballerías: su calidad, un poco gruesa con algo de sulfato de cal”.
Hay una fotografía de la Plaza de los Seis Caños que me gusta especialmente. Es una fotografía fechada en 1902 que hizo un reportero llamado Hermenegildo Fernández. Cuando Mariví Navas, allá por 1999, estaba preparando la edición del libro Recuerdos y memorias de Telesforo Navas, su padre, vio que, entre sus papeles, había una revista de Madrid, cuyo nombre era Por esos mundos, en la que aparecía una foto de la plaza de los Seis Caños. Sorprendida ante semejante hallazgo, Mariví encargó una buena reproducción de la foto, pues la copia estaba muy deteriorada, y me invitó a restaurarla. En dicha foto se puede observar la plaza de los Seis Caños desde el paseo de Perales. A la izquierda se vislumbra un lateral de la capilla del Cristo de la Fuente y de la posada y, a su lado, el herradero. A continuación, una casa en cuya fachada se puede contemplar el primer reloj público de veinticuatro horas fabricado en España, cuyo autor, según contaba el citado periodista, era un chico de dieciocho años, rubio y de expresivas facciones, llamado Gregorio Talavera. Más a la derecha, se acierta a ver la Fuente de los Seis Caños y un animal abrevando en su pilón. Debidamente documentada, se publicó esta foto en la cubierta del libro de Telesforo Navas. Y unos años después, se reprodujo en los números 26 y 33 de la revista Forja, con el fin de darle la máxima difusión.
A lo largo de los tiempos, la Fuente de los Seis Caños ha sido incorporada al folklore de los Navalmorales y en algunas de sus canciones aparece como símbolo y reclamo. Pero hay una composición en la que la fuente brota como agua llena de gracia; es la Rondeña, una de cuyas estrofas, como bien sabéis, reza así:
Corriendo continuamente
Seis caños hay en mi pueblo
Corriendo continuamente.
En el verano agua fresca
y en el invierno caliente
seis caños hay en mi pueblo.
Nunca me cansaré en mi afán por destacar la importancia de la Fuente de los Seis Caños, no solo por su antigüedad sino también por su sencillez. Una equilibrada combinación de materiales y formas que convendría cuidar con mucho esmero y mantener siempre limpia como los chorros del oro, procurando que nada, ni siquiera los árboles o las plantas, destaque más que la propia Fuente. Y así se podría celebrar con orgullo que, en la plaza más emblemática del pueblo, una humilde fuente, que en 2027 va a cumplir los cuatrocientos años, es tratada con respeto y con mucho cariño por todos los navalmoraleños.
Quizá porque
Los Navalmorales es un pueblo acogedor y solidario, un pueblo que ha sabido
recibir al forastero viniera de donde viniera, si consigo traía ganas de
progresar, de trabajar y de convivir, es por lo que se ha decidido que hoy sea yo,
un forastero, el que dé el pregón de estas fiestas del Cristo de la Fuente. Estoy
seguro de que se me ha invitado a dar este pregón porque desde siempre me ha
gustado participar en la vida cultural y asociativa del pueblo, coordinando
lecturas en la Biblioteca, preparando paseos del Taller de lectura por diversos
barrios históricos de Madrid, escribiendo para la revista Forja o colaborando
en las ferias de artesanía y en otras muchas actividades.
Y estoy
seguro también de que se me ha invitado porque se sabe que me gustan mucho las
fiestas y el baile, la jovialidad de la música y el optimismo que genera la
convivencia. Soy una persona convencida de que las fiestas ensanchan y fortalecen
las relaciones de una comunidad, porque son la muestra más palpable de la
alegría de vivir.
Por todo ello, navalmoraleñas y navalmoraleños, amigos todos: Os invito a disfrutar de estas fiestas en honor del Santísimo Cristo de la Fuente, con moderación y con respeto, sí, pero también con energía y con toda vuestra vitalidad.
¡Viva el Santísimo Cristo de la Fuente!
¡Viva el pueblo de Los Navalmorales!"
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