Inteligencia de
rebaño
Alex Grijelmo. El
País, 15 de enero de 2021
La palabra “rebaño” se ha convertido en
positiva. Ahora asumimos ser parte de un rebaño si eso nos da inmunidad, sin
importarnos que la metáfora implique una asociación de ideas con los borregos.
“Rebaño” no sólo designa a un grupo de
ovejas, sino también a un “conjunto de personas que se mueven gregariamente o
se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etcétera”. Por su parte, un
“borrego” es también quien “se somete gregaria o dócilmente a la voluntad
ajena”.
Usamos el nombre común de algunos animales
para insultarnos o despreciarnos: burro, acémila, perra, gorila, cernícalo,
buitre, cerdo… Pero en el caso de “rebaño” hemos ido transformando su
descalificador significado metafórico (grupo de individuos acríticos) para
apropiarnos de sus ventajas: algo bueno habrán visto las ovejas en ir todas
juntas.
Hace ocho años, unos investigadores de la
Universidad de Londres colocaron microprocesadores en estos animales para
observar desde un satélite sus movimientos y la manera en que el rebaño se
reconfigura cuando aparece un peligro (por ejemplo, un lobo). Y las ovejas en
esos casos, lejos de salir despavoridas en todas las direcciones, huyen hacia
el centro del grupo. Su instinto de supervivencia las conduce a apretarse para
reducir las probabilidades de ser elegidas por el depredador. Se trata del
mismo sentido de protección y cuidado mutuo que las lleva a evitar las
aglomeraciones en la salida de un cercado y desalojarlo más ordenadamente que
como lo haríamos los seres humanos.
Ya se ve que tenemos cosas que aprender de
los rebaños.
Los lexicógrafos no conocen con certeza el
origen remoto de esta palabra peculiar del castellano y del portugués
(rebanho). Hace seis siglos se decía en castellano “rabaño” (variante que
todavía pervive en zonas rurales de España). Los eminentes lexicógrafos Joan
Corominas y José Antonio Pascual (Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico) se inclinan por relacionarla con un hipotético “ramaño” intermedio,
derivado de “rama” y relacionado a su vez con el catalán ramada (que significa
precisamente “rebaño”). De ese modo, se supone que este grupo de animales fue
vinculado en catalán y en castellano con la imagen de un haz de ramas o de
varas, agrupadas y juntas como las ovejas; o bien con la rama o vara que maneja
el pastor (de ahí que aún se diga “vara de cerdos” en referencia a un grupo de
medio centenar de cochinos).
Las interpretaciones actuales de “rebaño” nos
presentan un grupo homogéneo de animales o, en sentido metafórico, de personas;
que en ambos casos se amparan unas a otras y actúan coordinadamente, por lo
general bajo el mando de un pastor, ya sea religioso (el mismo Jesucristo es
representado así), político o, ahora, científico.
Con todo eso, resulta fácil asumir la
locución “inmunidad de rebaño”, que el banco de datos de la Academia documenta
en 2003: la consiguen quienes aceptan la vacuna para que todos queden a salvo.
En este caso, se trata de que el coronavirus no disponga de domicilios corporales
que asaltar al haberse instalado en ellos las pertinentes alarmas, y le sea difícil
hallar, estadísticamente hablando, a personas desamparadas pero distantes entre
sí y camufladas en el grupo. Con un 70% de gente segura, se considera que vamos
bien. El rebaño funciona.
Y con el rebaño, funciona la palabra. Antes sonaba mal. Pero ahora el gregarismo inteligente de los corderos puede inspirarnos. Si hay que balar, se bala.
La Bajada de El
Hierro
Jesús Bermejo
Emilio, el guía de El Julan, nos dijo que la romería de la Bajada sigue los mismos pasos que un rebaño: En éste hay dos ovejas guías, quienes por indicación del pastor dirigen el rebaño yendo a izquierda o derecha según aquél indique. Y las ovejas y demás miembros del rebaño que se descaminen son de inmediato obligadas por el perro a seguir la orden del pastor. En la Bajada, los guíos dirigen a los pitos y los danzantes, y el papel del perro lo representan los tambores y los bombos, que marcan el ritmo incansablemente a lo largo de toda la romería. Es ésta por tanto una fiesta antigua, una fiesta de pastores.
De vacas y lobos
Jesús Bermejo
Recién
releído un texto de Cela sobre los lobos y la palabra alobarse, le
pregunté un día a mi padre, si se usaba en el pueblo dicha palabra, y me
dijo que él no la había oído. Y luego me contó una historia.
"En mis tiempos sí había bastantes lobos cerca del pueblo. Había muchas vacas y ovejas y cabras, entonces abundaban, no como ahora. Un día de junio las vacas nuestras, con los chotos y los terneros, se presentaron en el pueblo. Se habían escapado del Llano Mayor, junto a la sierra. Al ojear el camino, vimos que a uno de los chotos lo habían matado los lobos en la cerca Marigonzal, cuando venían al pueblo por la mañana. Se conoce que los lobos estuvieron rondándolas y por eso se escaparon. Esa noche las vacas durmieron en el pueblo, pero a la mañana siguiente las llevamos de nuevo al Llano Mayor. Cuando fuimos a asomarnos al otro día, las vacas no estaban en el prado. Se habían escapado, pero ya no volvieron al pueblo; se fueron por el cordel a Extremadura, a la dehesa donde habían estado el invierno anterior. Las pudimos pillar con los caballos ya cerca de Plasencia..."
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