Del Diario de Ávila
31/01/2010
David Castro y Mayte Rodríguez/La Zarza
El reloj está a punto de dar las dos de la tarde, pero en La Zarza el termómetro no remonta los dos grados bajo cero. En pleno mes de enero y a casi 1.400 metros de altitud, su único vecino lleva toda la mañana sin salir del cobijo del hogar. Con nieve en la puerta de casa y 81 años a sus espaldas, José Muñoz Calle sabe que no está para correr riesgos. «Uno lleva toda la vida aquí y está acostumbrado a estos fríos, pero sólo salgo para coger leña», afirma, sentado junto a la lumbre.
En un puchero de porcelana, al calor del fuego que preside la cocina, van tomando cuerpo las patatas con carne que José ha preparado para comer. «Hago guisos de cuchara porque ayudan a entrar en calor, y a la lumbre sale más barato», añade. Por la noche, combate las gélidas temperaturas de esta época calentando la casa con radiadores eléctricos, «pero este año nos van a poner más cara la luz, así que hay que ahorrar de donde se pueda», comenta.
Su pueblo, igual que los demás anejos de Solana de Ávila, se encuentra en la llamada Sierra del Tremedal, pero
Pero cada vez son menos los que tienen que hacer frente a las temperaturas extremas del invierno serrano. La sangría de la despoblación llega aquí a tal punto que nueve pueblos que dependen de un único ayuntamiento no llegan a sumar 160 habitantes. «Y en realidad son muchos menos, porque no todos los empadronados viven de verdad aquí», sostiene el regidor.
Gracias al servicio de ayuda a domicilio que presta
José está solo desde que su hermana, con la que vivía en la casa familiar de
Donde no hay vecinos ni tiendas, tampoco hay consultorio . «A Solana viene el médico dos días a la semana, pero con José se comunica por teléfono y, cuando lo necesita, sube a verle», precisa el alcalde, mientras el paciente asiente y dice entenderse «muy bien con la doctora Carmen». De vez en cuando, también recibe la visita del cartero, que se desplaza hasta
En la llamada Sierra del Tremedal, la crudeza del invierno y la soledad representan la cruz de una moneda cuya cara es la impresionante belleza de unas tierras desconocidas y «prácticamente vírgenes», que es precisamente donde reside «parte de su encanto», destaca Jesús Ángel González, ganadero, propietario del único bar que hay en Solana de Ávila y enamorado de esta zona.
En pleno invierno y en día laborable, una ruta por estos pueblos de casas de piedra cerradas a cal y canto deja en la retina más perros que personas. Uno en Serranía, dos perros en Los Loros, otro en Tremedal, ... También en
José Muñoz Calle no tiene perro, «pero sí muchos gatos», a los que se ocupa de alimentar cada día sea verano o invierno. Tampoco se olvida de sus gallinas, que «ahora no ponen porque están muertas de frío», pero que le regalan buenos huevos cuando llega la primavera.
Estos días, José no está solo en
El único vecino del pueblo sale a la puerta de su casa a despedir a la visita y lo hace sin más abrigo que la chaqueta de lana que ya vestía en el interior. El alcalde le pregunta si tiene leña suficiente y él asiente. «Si no tienes, dímelo, que te la sube Manolo -un concejal-», le dice. «Va a subir de todas formas a echarte sal en esta calle, que está muy peligrosa», añade el regidor, que procura visitar todas las semanas a los vecinos que, como José, son mayores y apenas tienen compañía.
Y en soledad se queda. Con la televisión como única compañía y al calorcito de la lumbre, de la que enseguida retirará el puchero para dar cuenta de las patatas con carne. ¿Y de cena? «No sé, no lo he pensado, pero seguramente unas sopas de ajo o unas patatas rebullías, que llamamos por aquí y que por ahí dicen revolconas», contesta José, sonriente, cuyo cálido gesto contrasta con el gélido ambiente en el que vive.
Hombre afable y entrañable, siempre recordaré su sonrisa cuando llegaba al pueblo y subía calle arriba a darle un beso a él y a Rufina su hermana, dos personas solitarias y auténticas de mi querida Zarza.
ResponderEliminarAlegría inmensa al encontrar hoy este artículo tan bello hablando de José y hacerme recordar su mirada y sonrisa siempre de cariño hacia mi. Gracias Jose!!!
Y gracias por este artículo, habéis puesto una sonrisa en mi cara.
SONIA (la sorda y bicha)