lunes, 10 de enero de 2011

Pilar Manjón, la verdad más sincera

09 Ene 2008


                                                                                

El once de marzo de 2004 toda España se paralizó conmovida ante la masacre de los trenes de cercanías en Madrid. El luto y el dolor fueron dejando paso a la investigación y a la justicia. Pero la hiel de la mentira y de la conspiración convirtieron la tragedia de una madre que perdió a su hijo aquel once de marzo en el objetivo de los carroñeros de la peor calaña.
Un día de diciembre del mismo año, cuando habló ante la comisión del Congreso de los Diputados, el silencio del once de marzo volvió a oírse en el dolor de su voz y a todos nos conmovió, salvo a los conspiradores.

Se celebró el juicio, y allí estaba Pilar Manjón, con los miembros de su Asociación de damnificados por la matanza del 11-M. Y cuando se dictó sentencia, allí apareció de nuevo, más entera, más curtida, menos frágil que en diciembre de 2004. Anunció recurso contra parte de la sentencia, con el fin de que algunos absueltos por el tribunal sean castigados como merecen.
Los carroñeros ya se han olvidado de ella, ya no la agreden con sus peroratas ni la zahieren con sus bajos instintos de la peor ralea. Pilar Manjón, a medida que pase el tiempo, aparecerá en el recuerdo popular como el símbolo del dolor y del coraje contra la matanza del 11-M, como La voz acusadora contra la manipulación y contra la desvergüenza.
El quince de marzo de 2004, terminada su comparecencia ante los diputados, tomé el bolígrafo y escribí un poema titulado "La verdad más sincera". Lo traigo aquí como muestra de apoyo y reconocimiento a una mujer valiente, a una Madre Coraje de nuestro tiempo, a una mujer sincera que, a la tragedia de la pérdida de su hijo, tuvo que unir el esperpentismo de los dedos sarmentosos acusadores.



El silencio de aquel once de marzo,
cuando, sobrecogidos de dolor y de amargura,
llorábamos ante el horror de tanto asesinato,
fue poco a poco haciéndose espesura
y diluyéndose en la vida cotidiana.

Algunas veces, ante un tren en marcha,
o contemplando las imágenes de aquella tragedia,
sentíamos aún el recuerdo doloroso;
pero iba quedando todo un poco lejos,
más lejos de lo que debiera estar.
...
Poco a poco nos fuimos alejando de aquel día,
de aquellas víctimas de la furia del terror,
de aquellos familiares y amigos de los muertos,
de aquellos mutilados y truncados
que tanto apoyo lograron al principio.
...
Y aquel trágico desgarro casi se hizo olvido.
Y mientras, asistíamos a una pestilente bronca
acerca de si el terror tenía dueño,
gestor, autor, mentor, beneficiarios,
perjudicados políticos, abanderados
de tal o cual versión de la hecatombe.
...
Hasta que llegó usted, Pilar Manjón.
Y, en nombre de las víctimas,
trajo de nuevo a España aquel silencio,
aquellas lágrimas de entonces,
brotando como un bálsamo
al oír cómo su voz delgada y firme
decía qué sintió cuando el espanto
paró la vida entera de una España
dolida por la muerte y el quebranto.
...
Sí, llegó usted, y, en nombre de tantos,
nos llevó de nuevo al borde del abismo
de aquel día de marzo,
y nos cerró la boca,
y encogió nuestro ánimo,
y se hizo el silencio,
y todos nos callamos.
...
Ayer, con sus palabras,
nos hizo usted personas,
nos llevó al abismo del dolor
y dijo: nunca más, alto,
son ustedes mi parlamento, diputados,
basta ya, hagan algo,
para que no haya más onces de marzo,
sean discretos, respeten nuestro llanto,
nuestro dolor, la memoria de tantos.
...
Gracias Pilar Manjón, gracias.
Su fragilidad y su fortaleza
nos hacen más humanos.
Su imagen será por siempre
el dolor acusador de una madre truncada,
y el rostro transparente de la verdad más sincera.

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