Ayer, 3 de abril de 2008, en el Palacio de los
Deportes de Madrid, estuvimos viendo y oyendo a Mark Knopfler, el líder de los
Dire Straits, con su interesante grupo actual.
Éramos parte de los once mil aficionados a
la música de este portentoso guitarrista, que hace años, con su mítica banda de
pop-rock, y ahora, con su grupo de folk-blues, sabe transmitir honestidad,
potencia, dulzura y sabiduría con sus composiciones, con su voz y con sus ya
míticas guitarras.
Había sosiego en el concierto, sí, sobre
todo al interpretar canciones actuales; pero también fortaleza y potencia en
las versiones de las ya históricas canciones de los Dire Straits, que en los
últimos treinta años tantos aficionados hemos disfrutado.
Y como Knopfler, hemos ido peinando canas
y viviendo los años, sin teñidos, sin estiramientos, sin ortopedias; ésas que
son tan evidentes en algunos rockeros sesentones. Mark Knopfler no disimula sus
58 años, al contrario: nos los devuelve en la poderosa interpretación de su
temas de juventud, y en las cálidas muestras de las canciones que ahora
compone. Da gusto oírle, a él y a su banda, y oyéndolos, uno siente una mezcla
de vida vivida gustosamente y ganas de seguir viviéndola por muchos años.
Gracias, Mark, por seguir en la brecha;
esto que haces ahora me gusta más, porque es más auténtico, que una nostágica
vuelta comercial de los Straits, porque sería en falso. Me gusta lo que haces
porque es como la vida: es de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario